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Julio Iglesias pide a los secuestradores de su padre alguna prueba de que se encuentra bien

«Ruego a las personas que tienen a mi padre en su poder que nos faciliten noticias o algún dato o prueba sobre su estado», manifestó ayer a EL PAIS, en su residencia de Miami, el cantante Julio Iglesias, cuyo padre fue secuestrado hace hoy quince días por unos desconocidos en su consulta madrileña. El intérprete español, qué permanece, en compañía de su madre, Rosario de la Cueva, en permanente contacto telefónico con su hermano Carlos, que desde Madrid actúa como portavoz de la familia, presentaba ayer un aspecto más relajado ante las optimistas noticias llegadas desde España sobre una pronta o casi inmediata resolución del caso.

«Sólo deseo ver pronto a mi padre, abrazarle y estar juntos. La familia, como ya hemos declarado en otras ocasiones, está dispuesta a pagar y que dejen en libertad a mi padre. Es lo único que queremos». Cuando le pregunto acerca de informaciones orientadas sobre que está dispuesto a pagar el dinero que sea, Julio responde: «Algunas cifras que se están barajando sobre el dinero del rescate son absurdas. Yo no soy Rothschild, sólo un artista que no puedo negar que gano dinero, pero que tengo que repartirlo con las 45 personas que forman mi equipo. A veces la gente piensa que los artistas ganamos cantidades astronómicas de dinero, y no es así. Yo no niego que tengo esta casa y otras propiedades, fruto de mi trabajo y mi esfuerzo, pero, en ocasiones, la gente calcula unas escalas de valores a niveles monetarios de los artistas que rayan en los sueños».Julio comenta que esta última noche no ha podido dormir ante las sucesivas llamadas de España y que tanto su hermana como otros interlocutores se encontraban optimistas sobre la resolución del caso. «He estado pensando, en estas largas horas de duermevela, en cómo se encontrará mi padre, si estará bien de salud, si le estarán tratando bien. Yo sé que mi padre tiene una gran fortaleza física y que psicológicamente es un hombre extrovertido y más bien optimista, pero en una situación así, sometido a presiones tan fuertes, no puedo imaginar cómo se encuentra».

El cantante añade que, aunque la salud de su padre es, en general, buena, sufre de una pequeña dolencia en las vértebras cervicales por lo que tiene que hacer diarios ejercicios de cuello. «Espero que pueda estarlos haciendo; de lo contrario, puede producírsele una especie de arterioesclerosis que le provoca súbitos mareos. También confío», añade, «en que pueda estar tomando sus medicinas, que, aunque no sean de necesidad vital, está acostumbrado a ellas. De todos modos, conozco el carácter de mi padre, su autodisciplina, y confío que, dentro del golpe tan fuerte que esto significa, lo esté llevando con entereza».

Menos ojeras

Julio Iglesias, al margen de estas palabras, que intentan ser tranquilizadoras, en primer lugar para él mismo, no puede disimular su abatimiento, pese a los síntomas esperanzadores de ayer. Aunque en su rostro no aparecen tan marcadas las ojeras de días anteriores, su actitud es de preocupación y cansancio por las noches acumuladas sin apenas dormir y la tensión de estar pendiente del teléfono. «Es evidente que este ha sido un golpe muy duro para mí, que me ha hecho reflexionar y cambiar mi escala de valores, He estado mucho tiempo preocupado, por encima de todo, por mi trabajo, volcado en mi actividad artística, y ahora recapacito sobre lo importante que es la familia. Una situación así te cambia mucho, y yo tardaré bastante tiempo en superar esto».

Es la misma reflexión que nos hacía hace dos días, cuando el pasado sábado recibió por primera vez a representantes de la Prensa española para realizar unas amplias declaraciones, rompiendo el silencio de los primeros días, en que delegó todo tipo de manifestaciones en su hermano Carlos, en Madrid. El sábado, cuando el cantante recibió a los enviados especiales de EL PAIS, Diario 16 y al periodista Diego Bardón, el ambiente en su residencia de Miami era mucho más tenso por la falta de noticias.

El cantante vive en una isla particular, Indian Crek. que comparte con otras dieciocho familias, en medio de la bahía de Miami Beach. Se llega a su residencia por un puente, en el que existe un rígido control de los visitantes. La isla, con un cuidado campo de golf y un club privado en el centro, está rodeada de lujosos chalés con grandes extensiones de terreno y jardines. La mayoría de ellos tienen un yate en el embarcadero. El de Julio Iglesias, también.

Su chalé, una moderna construcción de una planta, con grandes ventanales por los que en la tarde de nuestra llegada, el pasado sábado, se filtraban las últimas luces de la puesta de sol, está todavía a medio amueblar, por lo que el silencio total que reinaba cuando entramos cobraba un aspecto casi monacal. En la puerta nos recibió el representante del cantante, Alfredo Fraile, quien nos hizo pasar, a través de un jardín con una pequeña piscina, al salón principal de la casa. En una esquina del inmenso espacio, en el que podían verse tan sólo un piano y, un árbol de Navidad, desnudo ya de adornos, con éstos por el suelo, dispuestos para ser embalados, no esperaba Julio Iglesias, quien nos invitó a sentarnos junto a él en torno a una mesa camilla donde estaba preparado un servicio de té en porcelana azul con las iniciales JI.

El cantante, con el rostro demacrado, profundas ojeras, vestido con chandal azul marino, en el que llevaba bordado en blanco su nombre, Julio, intentó esbozar una sonrisa de saludo mientras se excusaba por no poder hacer una declaración en torno a las negociaciones para el rescate de su padre, con el fin de no perjudicar el desarrollo de las mismas. "Sólo puedo decirles que estoy a la espera de noticias. Este ha sido un golpe muy duro para mí. Estoy destrozado y llevo trece días sin apenas dormir, pegado al teléfono, en continuo contacto con mi hermano".

La madre reza

El cantante comenta que su madre, Rosario de la Cueva, se encuentra en una habitación contigua, muy afectada, y que se pasa el día rezando por su marido sin apenas salir del dormitorio. «Todos estamos destrozados, pero muy unidos. Para mí ha sido un golpe muy fuerte, que me ha hecho recapacitar sobre muchas cosas y del que me va a costar recuperarme».

De entrada, el cantante ha suspendido todas sus galas y compromisos previstos para los próximos tres meses. El pasado sábado tenía que haberse desplazado a Londres para grabar un programa especial de televisión, Top of the top, y un día después tenía concertada la grabación de otro programa en la televisión alemana, junto a la cantante francesa Mireille Mathieu. Todo ello lo ha suspendido, así como una actuación que tenía prevista esta misma semana en Estocolmo y la grabación de dos programas en la televisión americana, con el conocido presentador Johny Carston.

«Inmediatamente después, a principios de febrero, pensaba iniciar la grabación de un disco en inglés con la CBS, que iba a representar el lanzamiento en el mercado americano y en el que teníamos previsto trabajar durante cinco meses. Todo eso lo he suspendido, no puedo pensar ahora en ello», afirma.

Julio no acepta el cigarrillo que le ofrecemos y dice que desde el día que secuestraron a su padre ha dejado de fumar completamente. «Yo antes era un gran fumador, consumía más de una cajetilla diaria, siempre estaba con el pitillo en la mano. Desde que sucedió lo de mí padre, no he vuelto a fumar. Seguro que si él lee esto se alegrará», dice, mientras pide un analgésico. «Tengo una jaqueca tremenda», y le es servido por un joven camarero vestido de blanco.

Junto al cantante se encuentran su representante, Alfredo Fraile; su secretario, el antiguo jugador de baloncesto Toncho Navas; su arreglista y letrista, Ramón Arcusa, del antiguo Dúo Dinámico, y su encargado de Prensa, el colombiano Fernán Martínez. Estos cuatro hombres, junto con su hermano Carlos, integran el equipo que rodea al cantante en su actividad artística, y que en estos días no se separan de él, compartiendo los momentos de espera y tensión, que han provocado, por ejemplo, en Alfredo Fraile dos ataques nefríticos y le han hecho guardar cama.

La vida no sigue igual

Julio recuerda que el día 27 de diciembre su padre estaba con él, junto a su madre, en ese mismo salón, y lamenta que el día que se fue no pudo ir a despedirle al aeropuerto. «Luego he reflexionado sobre eso y no puedo ignorar que si mi padre ha sido secuestrado es porque yo soy su hijo. Para mí es difícil no sentirme implicado». Esta sombra de culpa involuntaria, marcada por las circunstancias, está también presente cuando afirma que, aunque siempre se piensa en la posibilidad de que algo pudiera ocurrirle a él o a su familia, nunca había solicitado protección. «Ahora las cosas son distintas», añade, «sé que me costará recuperarme y que las cosas no volverán a ser como antes», dice con un poso de amargura.

Cuando le hago notar, acudiendo a un título de su repertorio, La vida sigue igual, que una vez que vuelva su padre con ellos es posible, recuperar el ritmo cotidiano de las cosas, responde: «No, la vi da ya no puede seguir igual. Es como un tren que marcha a una determinada velocidad y, de pronto frena en seco. Cuesta mucho volver a recuperar la velocidad y ponerse al mismo ritmo de antes. Yo ahora no estoy en condiciones de volver a ponerme en marcha y tampoco de pensar en la continuación de mi vida profesional; sólo pienso en el regreso de mi padre y en estar juntos».

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