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Maximo: "Habría que formar una gran agrupación de desertores de la tercera guerra mundial"

El escritor y humorista acaba de publicar "No a la OTAN y otros incordios"

Máximo, además de hacer, en las páginas de EL PAIS, una radiografía de tinta china que dibuja, herreriana y desoladamente, la burocracia nacional de cada día, publica con regularidad «solos a dos voces que tratan de la mar y sus peces» o, como en este caso, de asuntos militares, eclesiásticos, de la Televisión Española, de «cuestiones vernáculas» y hasta de las ciencias económicas. Su último libro, editado en la colección Fábula, de Planeta, se titula No a la OTAN y otros incordios, y recopila artículos de hasta tres años de antigüedad, que podrían publicarse hoy conservando toda su vigencia.

En No a la OTAN y otros incordios, Máximo se dice y se contradice, se pregunta y se responde, se ataca y se defiende con opiniones sobre un mundo cercano en el que, dice, «todos se pelotean la patata caliente ». La consecuencia es que nuestra historia «avanza a una velocidad de crucero de caracol, entre otras cosas porque entre otras cosas porque aquí no han cambiado las personas». Este pesimismo queda matizado, sin embargo, por el hecho de que hay «una variación esencial: antes mandaban unos pocos españoles, que tenían secuestrada nuestra soberanía, y ahora la situación es radicalmente distinta, aunque todavía no podamos elegir a los presidentes de los bancos ni a los obispos »El ingreso de España en la OTAN es, para Máximo, un tema vidrioso y hasta peligroso, «un tema que no deberíamos tocar». El escritor y humorista se sitúa en una «utopía urgente», oponiéndose a los bloques militares porque la sola existencia de armas «ya es peligrosa». Por ello, Máximo piensa que «hay que anticuar los ejércitos, no modernizarlos»,y que «no hay mayor peligro que el incremento de los dispositivos de defensa». «Desde que existen las armas nucleares», explica, «la guerra ha dejado de ser un asunto caballeresco para convertirse en genocidio»

La manía de pensar

De Máximo se ha dicho que psicoanaliza a diario la arquitectura del poder, al que destripa meticulosamente, con una llamada «funesta manía de pensar». «La capacidad de pensar», afirma, «es universal, aunque las clases dirigentes de cualquier país están comprometidas, trabadas, en razones de Estado políticas, económicas, o de prestigio, que les impiden coger el toro por los cuernos. El Gobierno echa la culpa a la oposición, la oposición dice que el Gobierno, y todos descargan responsabilidades, de forma que no se sabe, en realidad, dónde está el poder».

El humorista se explica con desencanto, aunque con pasión, mientras dibuja un gran letrero en el que su gente menuda lee «el horóscopo oficial del Estado para 1982». Piensa, en torno a la OTAN, que España no tiene política exterior, «como tantas veces se dice », pero tampoco política interior. «Nuestra soberanía es limitada y, además, tímida, demasiado subalterna», reivindicando un «nuevo renacimiento que, con doce cabezas que sepan pensar con grandeza y autoridad, de una nueva moral a este mundo oscuro y mediocre».

Máximo no encuentra esas doce cabezas pensantes ni el modo de formar, frente a la política de bloques, «una gran agrupación de desertores de la tercera guerra mundial, ya que la deserción es, según él, una virtud cosmopolita que habría que practicar mucho más.

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