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La evolución de la crisis polaca

Son cerca de 200 los muertos en Polonia, según una estimacion realizada por la Iglesia católica

Cerca de doscientas personas murieron, al parecer, en Polonia y otras mil resultaron heridas en enfrentamientos durante la primera semana del golpe de Estado militar del general Wojcieh Jaruzelski, según una estimación de la Iglesia polaca comunicada a un importante directivo de una organización humanitaria internacional que prefirió permanecer en el anonimato.

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Según esta fuente, que permaneció tres días en Polonia, la falta de comunicaciones telefónicas y postales dificultaba la realización de estimaciones exactas, pero el número de muertos superaba ampliamente los siete reconocidos hasta ahora oficialmente por las autoridades de Varsovia.La cifra de doscientos fallecidos incluye, además de los muertos en choques callejeros con la milicia (policía) las personas que perdieron la vida en los hospitales a consecuencia de las heridas sufridas y la de algunos pocos oficiales que fueron, al parecer, ejecutados por oponerse a la utilización de la fuerza contra huelguistas y manifestántes.

A estos doscientos muertos y mil heridos hay que añadir, según esta versión, cerca de 50.000 detenidos, que en su mayoría fueron posteriormente liberados ante la imposibilidad de alimentarlos y por falta dé espacio para mantenerles cautivos. Los que permanecen detenidos están siendo trasladados a tres grandes campamentos improvisados.

Resistencia pasiva

De una conversación de varias horas en el ferry de Swinoujscie a Ystad con representantes de organizaciones humanitarias suecas, danesas y ciudadanos polacos residentes en países escandinavos, se saca la impresión que, excepto algunos focos de resistencia activa, los diez millones largos de afiliados a Solidaridad, han optado por oponerse de forma pasiva al régimen castrense.

Los tres grandes núcleos de resistencia son Katowice y las minas de Silesia y las ciudades portuarias de Gdarisk y Szczecin. La mitad, aproximadamente, de las minas de carbón de Silesia permanecían ocupadas este último fin de semana y la inexistencia de reservas obligará probablemente a las autoridades a ordenar el cierre de la calefacción de numerosos edificios públicos y comercios, a menos que otros países socialistas suministren rápidamente a Polonia combustibles.

Polacos que se alojaron en el hotal Baltika, de Swinoujscie aseguraban que la temperatura de las habitaciones era de tres grados. En Szcecin, segundo puerto de Polonia después de Gdansk y distante treinta kilómetros de Swinoujscie, los astilleros seguían ocupados el sábado por los trabajadores afirmó un empleado de un consulado.

Paulatinamente, sin embargo, la milicia secundada por el Ejército -este último evita entrar en contacto con los huelguistas y permanece ahora fuera de las ciudades- recupera el control del país. Prueba de ello, vehículos de organizaciones caritativas que recorrieron el jueves pasado los 530 kilómetros que separan Swinoujscie de Varsovia fueron sometidos a diez controles policiales. Cuando regresaron por el mismo camino este fin de semana a la ciudad portuaria polaca sólo tuvieron que franquear tres controles de la milicia.

"Reducen el dispositivo policial en la red de transportes porque cada vez tienen menos que temer", comenta un socorrista danés. Probablemente, por el mismo motivo el Consejo Militar acortó en dos horas la duración del toque de queda en todo el país, excepto en Gdansk, y los ciudadanos que lo violan no suelen ser detenidos o multados.

Los controles en carreteras desiertas por falta de gasolina y de autorizaciones para viajar siguen siendo, sin embargo, estrictos a la entrada y salida de los núcleos urbanos y en torno a las Embajadas occidentales en Varsovia. La mayoría de los militantes sindicales, desorientados por el encarcelamiento de sus líderes y desmoralizados por los llamamientos apaciguadores de la Iglesia, única fuerza organizada aparte del Ejército, parecen inclinarse por la resistencia pasiva.

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