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Caballero postinero y español

No era un tipo sin cara. Su presencia se hallaba a la altura de sus más desatadas canciones. Gestos chulescos, andares castizos, ocurrencias zumbonas y una maravillosa corbata de lunares multicolores. Así permanecía, bajo las claridades de la ebriedad, cuando reapareció, poco antes del pasado verano, en la madrileña sala Cleofás. Situado junto a Lolita Garrido, Ana María González y Pepe Aguilar, él iba a su aire. Y en ese ir titubeante, del micrófono al vaso no perdía la gracia marchosa, la labia encendida y su especial manera de exclamar sin ton ni son "¡Tela marinera!". Detestó ser carroza y se autoproclamó tartana Era un rodar perpetuo por la resaca insomne de la gloria.Pepe Blanco le dio al madrileñismo a dos manos. Pero había nacido en Logroño el 19 de marzo de 1911, en el seno de una familia humilde. Fue mecánico y taxista. Pero su lanzamiento como cantante llega en 1942, en el escenario del. mítico teatro Price. Alzándose contra el acaramelamiento de los intérpretes de la época, él se lo monta de machote. Pero pronto se une a Carmen Morell para que su virilidad destaque más todavía. Desde 1946 a 1961, los juegos díalécticos de esa célebre pareja avivan hasta el frenesí la lucha patria entre los sexos. Los desahogos matrimoniales quedaban condensados en Que si quiere disparar y su rápida réplica: Con la mujer no hay quien pueda.

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Antes de que Barbra Streisand juntase su voz a la de Barry Gibb, aquí no escaseaban tales experiencias. La pareja formada por Carmen Morell y Pepe Blanco no constituyó un caso aislado; Lola Flores y Manolo Caracol, al igual que Juanito Valderrama y Dolores Abril, sacaron buen provecho de la fórmula. El intérprete de Cocidito madrileño y su recatada acompañante recorrieron toda la geografía española con sonados espectáculos: La televisión, Luz y color, Siete novias para mí solo... E hicieron cine: La mujer, el forero y el toro, Amor sobre ruedas o Mara villa. Pero la película más recordable, La chica del barrio, solamente dio acogida a Pepe Blanco, rodeado de Lolita Sevilla, Pepe Isbert y los hermanos Ozores.

Dale que dale al pandero, Pepe Blanco fue único a la hora de cantar eso que él llamaba las cositas del querer". Cantaba subrayando su machismo, con un timbre de voz emotivo y dispuesto a rellenar los límites con toneladas de salero. Su público estaba amaestrado para gritarle: "¡Feo!". Y él: "Bueno, ¿y qué? / Donde quiera que haya un feo con salero/los bonitos ya no tienen na que hacer".

Temas como Madrid tiene seis letras, Pepe... va, Me debes un beso, El farolero o El gitano señorito despiertan por derecho su memoria. Aunque tal vez su autorretrato más granado se halle en Soy postinero, donde Pepe Blanco cantaba: "Soy de la tierra del rumbo. / Soy más alegre que el sol. /Tengo estas dos condiciones: / caballero y español". Un caballero español: valiente, enamoradizo y lírico: "Si tuviera yo un barquito / pa embarcar a la chiquilla, / le pondría como vela una mantilla". Acaso nunca tuvo un barco. Pero en su canto se embarcaron generaciones y generaciones de enamorados.

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