_
_
_
_
Reportaje:

La agricultura en la crisis económica

Resulta curioso comprobar cómo esa disminución del papel de la agricultura en la escena de la economía española se contrapone con la importancia que la opinión pública concede al olvido de la agricultura como causa explicativa de la crisis económica actual. En una encuesta reciente realizada por la Fundación FIES, de las Cajas de Ahorro Confederadas, entre 5.000 familias, la responsabilidad de la crisis -y su más grave consecuencia: el paro- se atribuía mayoritariamente al abandono de la agricultura (un 83% de la población encuestada destacaba, a este tópico como acertado para explicar la crítica situación actual, porcentaje no logrado por ningún otro criterio).La contraposición de papeles y de atención atribuidos a la agricultura no puede ser así mayor: frente a la postergación a la que la condenan los estudios de coyuntura, la prioridad absoluta que la opinión pública atribuye a sus problemas y a la necesidad de su solución como respuestas a la crisis. Hacia dos conclusiones y dos preguntas llevan esas consideraciones:

1. Parece necesario ampliar esas breves líneas en que se resume la situación de la agricultura en los periódicos estudios de coyuntura económica y preguntarse, en consecuencia, ¿qué rasgos peculiares configuran la actual coyuntura agraria?

2. Cada sector económico vive la crisis con sus diferencias y peculiaridades respecto de los demás. La agricultura no es una excepción. Siendo esto así, la pregunta relevante a la que hay que responder es: ¿cómo está viviendo la agricultura española la crisis económica?

Contestar a esas dos preguntas será el propósito de este trabajo.

La agricultura española en 1981: resultados

Si algún ejercicio económico reclama conceder una atención especial a la coyuntura agraria, ese ejercicio es justamente el actual. Dos motivos singulares concurren en él: la marcada alternancia anual que la agricultura viene ofreciendo en los últimos tiempos y las adversidades acumuladas por el campo español.

El sector agrario obtuvo, en efecto, resultados excelentes en 1980, que engrosaron la tasa de desarrollo del PIB en ese año en un 0,7%. En 1981 se ha confirmado con una profunda caída, de la producción vegetal, la alternancia anual del sector agrario, restando (-0,6%) y no añadiendo desarrollo a la tasa anual de crecimiento del PIB.

Ciertamente, el año 1981 ha supuesto una sucesión de adversidades climáticas que se iniciaron bajo el signo de la sequía, afectando a la nascencia de pastos y cereales de invierno. Las heladas invernales provocaron serios daños en la cosecha de cítricos y hortalizas tempranas. Los intensos calores del mes de junio asuraron los cereales de la meseta, y, finalmente, la sequía de verano ha condicionado los rendimientos del viñedo, olivar y girasol.

La nota positiva, quizá la única, la pusieron las lluvias de primavera, gracias a las cuales se han obtenido resultados de otra forma impensables en las zonas cerealistas más tempranas de Andalucía y Extremadura.

Bajo tales circunstancias no pueden sorprender cifras adversas del sector agrario en 1981. Unas cifras por consolidar aún y que ofrecemos en el cuadro de resultados.

El retroceso de las producciones y su desigual distribución por bienes y regiones

Dos son los rasgos más destacables de esa cuenta general de resultados de la agricultura española de 1981: el retroceso de la renta agraria y del excedente neto de explotación y la desigualdad con la que ésos resultados se reparten por producciones y regiones.

Como hecho excepcional -sólo repetido en el año 1970- hay que destacar en los resultados de 1981 el retroceso monetario de la renta agraria y del excedente neto de explotación. Bien es cierto que en esta ocasión la causa de ese retroceso es real; sin embargo, el crecimiento de precios dista de ser el correspondiente a tal retroceso real.

Un segundo rasgo de los resultados de 1981, que también hay que constatar, incluso como más importante y señalado que la tasa negativa de la producción final agraria, es el de su configuración por líneas de producción y zonas de nuestra geografía, toda vez que la caída del 6,6% que se pronostica (las cifras no pueden ser aún definitivas) esconde profundas diferencias, que revelan hasta qué punto es cierta la existencia de distintas agriculturas españolas y las dificultades y los riesgos que afrontan siempre las calificaciones y afirmaciones generales referidas al comportamiento de nuestra agricultura.

En lo que respecta a las producciones, cabe establecer la distancia que se opera entre las producciones ganaderas, cuyo crecimiento se estima en un 2,1 %, y las producciones agrícolas, que retroceden un 13,1%.

De la producción ganadera cabe destacar,la línea de cebo intensivo de pollo, porcino y conejos, que mantiene el ritmo expansivo de sus últimos años; no obstante, en el caso del porcino hay que constatar la aparición de síntomas de pérdida de ritmo en el segundo semestre, que se prolongarán probablemente durante buena parte del año próximo, y que no son otra cosa que la respuesta del sector al continuo deterioro del margen de beneficio.

En la línea de vacuno se confirma el abandono de explotaciones dedicadas a cebo de añejos.

La ganadería extensiva de las zonas secas de nuestra geograrla no ha registrado aún, en términos de la producción sacrificada, los efectos de la sequía, limitándose éstos a una cierta elevación de los costes de explotación, de los que dificilmente podrán resarcirse totalmente.

Tampoco ha sido general el retroceso de la producción agrícola, siendo destacables en este sentido los incrementos registrados por el grupo de frutas (19,8%), remolacha azucarera (7,3%) y algunas hortalizas (sandía, pimiento, cebolla).

El retroceso de la producción final agraria es, en definitiva, el retroceso registrado por cereales (43,3%), leguminosas (29,5%), aceite (35%), vino (20%), cítricos (7,3%), girasol (37,3%) y algunas hortalizas (melón, ajos, alcachofa, tomate y leguminosas).

De la casuística productiva expuesta se desprende inmediatamente que el revés agrícola ha venido de mano de la sequía, y que, por tanto, ha afectado a las zonas y cultivos extensivos de secano de la España tradicionalmente menos húmeda.

Las regiones más desfavorecidas se identifican con las zonas cerealistas más tardías (ambas mesetas, principalmente el valle del Duero) y las zonas de implantación del olivar, viñedo y girasol (Jaén, Córdoba, Sevilla, Ciudad Real, Toledo, Cuenca, etcétera).

De este mapa del desastre habría que destacar especialmente el valle del Duero, donde la escasa cosecha cerealista tampoco se ve complementada con la correspondiente elevación del nivel de precios de los cereales.

La mejor parte ha correspondido a la cornisa cantábrica, donde los efectos de la sequía no se han hecho sentir, y al valle del Ebro y Cataluña, donde la multiplicidad de líneas productivas y abundantes regadíos dificilmente pueden producir una situación de desastre generalizado. En estas regiones, el año 1981 ha sido, con alguna frecuencia, ciertamente bueno.

El menor empleo de "inputs"

Por lo que se refiere a la utilización de inputs agrarios, hay que destacar las tendencias generales de retroceso que se observan, si se exceptúa el caso de los piensos, por la ganadería tanto intensiva como extensiva.

Estas, tendencias difícilmente resultan razonablemente explicadas si no se tiene en cuenta la disuasoria evolución de los precios de las materias primas, lo cual resultaría equivalente a admitir la circunstancia de que el mecanismo por que han optado algunos de nuestros agricultores en la defensa de su excedente de explotación no es otro que retornar paulatinamente a posiciones de subdesarrollo (por una menor utilización de los inputs adecuados que caracteriza una explotación moderna).

Balanza agraria: dos semestres distintos

Un aspecto claramente positivo que debe destacarse lo constituye, por infrecuente, el superávit de 10. 189 millones de pesetas que arrojaba la balanza agraria en los siete primeros meses del año, frente a un déficit de 26.888 millones de pesetas en igual período del año anterior, máxime cuando al mismo se llega con una inversión de la relación de intercambio de precios que se torna desfavorable, en este año.

A este resultado han contribuido, simultáneamente, la abundante cosecha de cereales registrada en 1980, que disminuyó nuestra dependencia de materias primas para alimentación animal, y el desánimo importador de estas materias que generó durante este período el precio del dólar.

Lamentablemente, este superávit se esfumará a lo largo de esta segunda parte del año, toda vez que la necesidad de recurrir a ¡in.portaciones de maiz, soja y sorgo es acuciante. Por esta misma causa, las posibilidades de la balanza agraria a lo largo del primer semestre de 1982 se pronostican ya un tanto hipotecadas.

Ayudas a la agricultura: ¿sólo coyunturales?

En el contexto desfavorable que ha venido delimitando la situación de sequía, el sistema de ayudas crediticias establecido por la Administración debe valorarse positivamente desde una perspectiva de solidaridad coyuntural con el sector agrario. Sin embargo, el volumen de recursos empleados es suficientemente importante para ser limitado a una mera ayuda coyuntural sin efectos directos sobre la' problemática estructural, siempre pospuesta, que presenta nuestro sector agrario.

Parece posible que el uso de estos recursos coyunturales podría haberse inscrito con alguna frecuencia en determinadas líneas de política agraria de contenido estructural, que es en definitiva lo que con variable grado de consciencia está demandando el sector a la Administración.

Año 1982: incertidumbres

Finalmente, por lo que respecta a las expectativas para 1982 cabe abundar en su incertidumbre, ya que, en cualquier caso, deben ligarse a la presencia de lluvias suficientes.

Si, en efecto, las lluvias acaban por hacer ácto de presencia, el año 1982 puede acabar en un año aceptable desde el punto de vista agrícola, ya que las producciones vegetales no están por el momento hipotecadas, quedando tan sólo la preocupación del posible retraimiento de la oferta de porcino.

Por el contrario, si las lluvias son insuficientes -y este extremo cuenta con alguna probabilidad-, las expectativas generales a formular para el año 1982 habría que enmarcarlas en un contexto de pesimismo, al que difícilmente, por acusado, se le pueden fijar límites precisos.

Si bien el cuadro de la coyuntura agraria relativa al año 1981 es relevante por sí mismo, no es ocioso situarlo en el contexto de la evzolución relativa que viene registrando el sector agrario a lo largo de estos años de crisis económica que se inicia en España en el año 1975.

Para situar con alguna precisión la evolución relativa en este período es preciso aislar previamente las variaciones reales y los movimientos de precios.

Las formas de las crisis agrarias

En lo que se refiere a las variaciones reales hay que constatar el hecho de que el sector agrario se ha mostrado, en conjunto, ajeno a la crisis y ha mantenido sus tendencias e específicas de desarrollo, que se han manifestado bajo las formas de:

- Un crecimiento normal 2% - 3% medio anual de las producciones agrarias.

- Una permanente reestructuración de la producción final agraria en el sentido de aproximación hacia las posiciones y tendencias de los consumos que abastece.

- Un constante avance innovador que, sin embargo, tiende a agotarse y que se manifiesta por una gradual incorporación de inputs.

En consecuencia, en este período el sector agrario no sólo ha aumentado la tasa de abastecimiento del consumo interior, sino bien podría decirse que dicho consumo ha sido mejor abastecido.

El déficit de la balanza agraria, en términos reales, se ha mantenido estabilizado a lo largo de este período.

Por el contrario, la crisis ha afectado profundamente a la industria e igualmente a los servicios reduciendo considerablemente sus tasas de crecimiento.

Esta situación de la agricultura española durante la crisis quizá sorprenda al lector y contradice desde luego a la extendida opinión que ve en la posposición de los problemas agrarios una causa de la crisis y el paro actuales. La agricultura se ha comportado como un sector dinámico en plena etapa crítica, no como un sector en retroceso sin capacidad de cambio ni de innovación y, sin embargo, los precios no la han favorecido.

Variaciones de los precios: dos conceptos muy diferentes

En cuanto a los movimientos de precios es preciso, dada la existencia de una cierta confusión, establecer con rigor dos extremos tan diferentes, como son, por un lado la evolución de la relación input-output (pagados/percibidos) de precios con que opera el sector agrario, y, por otro, la evolución relativa de los deflactores de los valores añadidos por la actividad agraria y por las restantes actividades económicas.

Por lo que se refiere a la relación de precios pagados/percibidos parece posible afirmar que, en términos macrosectoriales, el sector agrario ha demostrado capacidad histórica para trasladar a lo productos los incrementos de precios de los inputs.

Esta afirmación, que surge con evidencia cuando se utilizan las informaciones estadísticas oficiales, supone dejar al margen tanto las tesis -por cierto, muy implantadas en el sector- de que los precios percibidos van por detrás de los pagados, como aquellas otras afirmaciones, sin duda interesadas, que sostienen crecimientos limitados de los inputs agrarios durante determinados períodos de tiempo.

Con absoluta evidencia, sólo en 1980, y presumiblemente en 1981, el sector agrario se ha visto abocado a asumir por su cuenta una parte del incremento de precios de las materias primas sin poderlo trasladar a los productos finales.

A una conclusión muy distinta se llega cuando la comparación de precios se establece en términos relativos a través de los deflactores de los valores añadidos por la actividad agraria y por las restantes actividades económicas. En efecto, ciñéndonos al quinquenio 1976-1980, sin duda el más duro para el sector agrario en los términos de esta comparación, cabe precisar que el deflactor del valor añadido agrario se ha situado, en términos de la tasa media anual acumulativa, 7,4 puntos por debajo del nivel alcanzado por el valor añadido de las actividades económicas no agrarias.

En definitiva, poca entidad corresponde a los resultados de la relación de precios percibidos/pagados que arroja el sector agrario, cuando lo que se cuestiona es la evolución relativa de rentas de la actividad agraria en comparación con otras actividades económicas.

¿Cómo se ha repartido la moderación en el crecimiento del deflactor agrario?

Cabría preguntarse: ¿en qué se ha traducido el menor crecimiento del deflactor agrario? Evidentemente, la respuesta tiene varias direcciones, que pueden ser concretadas en las tres siguientes:

a) Los precios de los productos agrarios han crecido anualmente 5,2 puntos por debajo de lo que deberían haberlo hecho para que las rentas agrarias hubieran mantenido, vía precios, la evolución experimentada por las generadas en el conjunto de los restantes sectores económicos.

b) La tasa de inflación anualmente retirada del índice de precios de consumo en este período, que asciende a 1,4 puntos, no habría sido posible. (Obsérvese cómo todo el sacrificio realizado en precios por el sector agrario no ha sido íntegramente distribuido a la sociedad, sino que parte de él ha sido secuestrado por las actividades que intermedian los productos agro alimentarlos en sus fases industrial y de distribución.)

c) La empresa agraria se ha colocado al borde de la descapitalización, y sus manifestaciones no son otras que la insuficiente retribución de los factores y el progresivo endeudamiento, aspectos de los que los agricultores son cada día más conscientes.

Consecuencias de precios y cantidades para 1981

En este marco, brevemente descrito, en el que en términos relativos cabe situar las actividades agrarias, el año 1981 establece ciertos matices coyunturales específicos. Así, la relación de intercambio de precios será desfavorable para el sector entre 5-6 puntos y el deflactor puede situarse 3-4 puntos por debajo del deflactor general del sistema; sin embargo, en contrapartida está el retroceso real de la renta agraria entre 9-10 puntos, lo cual hace del año 1981 el más oscuro de los experimentados por el conjunto del sector agrario en este período de crisis.

En estas circunstancias se comprende que el efecto suavizador tradicionalmente incorporado por los productos agro alimentarios en el índice de precios de consumo no se opere en 1981. Como pronóstico, en una comparación diciembre/diciembre cabe situar el crecimiento de precios del componente alimentario entre 13%-14%, lo cual puede llevar al índice general a un crecimiento en torno al 14%.

Generalmente se suele justificar la singular evolución de los precios del valor añadido con el argumento de la disminución de las cápitas. Sin embargo, no parece aventurado afirmar que tal disminución se opera principalmente en la masa de agricultores que atiende las explotaciones marginales, que ven en la jubilación, a tiempo o anticipada por invalidez, una auténtica liberación económica, de tal modo que la generalización de los incrementos de productividad de esas explotaciones marginales a todo el colectivo de agricultores y explotaciones no deja de ser un error más o menos consciente.

Las dos vías de la reforma

Parece evidente, y en ello cabe suponer general acuerdo, la conclusión de que las exigencias de rentabilidad de la empresa agraria deben ser razonablemente satisfechas, ya que lo contrario no sería sino atentar contra su supervivencia; sin embargo, las diferencias podrían surgir a la hora de decidir el camino, precios o reformas estructurales, por el que marchar hacia un reencuentro con la rentabilidad frecuentemente perdida en los últimos años.

No parece sensato descartar a priori, desde posiciones preconcebidas, las posibilidades de cada una de estas vías.

El camino de los precios, aparentemente fácil, cuenta con los límites que rigen en el seno de los países comunitarios, que no parece conveniente superar, y con las limitaciones que plantea el control del nivel de inflación interior. Por otra parte, una política de precios en exclusiva no deja de aportar un tratamiento injusto cuando se aplica sobre un colectivo de explotaciones tan heterogéneo como lo es el que configura nuestro sector agrario.

No obstante, una política de precios agrarios tampoco puede ser descartada, aunque sólo sea por la necesidad de racionalizar la estructuración de los precios agrarios, reconduciéndolos hacia niveles a los que pueden acceder con rentabilidad formas de agricultura con un determinado grado de eficiencia.

La "reforma de estructuras", que hoy por hoy, no deja de ser un concepto tan utilizado como carente de contenidos concretos, parece condición indispensable y previa a una política de precios.

Ahora bien, una política estructural precisa ser definida en sus objetivos, establecida en sus procedimientos, contrastadas sus posibilidades empíricas y evaluados sus costes y efectos. Sin ajustar estos extremos, la reforma de estructuras no se incorporara a la política agraria, y tan sólo se queda en un término con excesiva frecuencia, utilizado como epílogo de la problemática agraria.

De algún modo, el binomio precios-estructuras resulta complementario como factores dinamizadores de la empresa agraria y de su rentabilidad, y una buena política agraria es la que los dosifica en sus justos términos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_