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Importantes diferencias en el décimo congreso de la central sindical comunista italiana

Juan Arias

Se abrió ayer en Roma el 10º congreso nacional del mayor sindicato italiano: CGIL (Confederación General Italiana del Trabajo), formado en su mayoría por comunistas, aunque con una importante componente socialista.

Este congreso se presenta como muy importante porque, en realidad, se puede casi considerar como el congreso unitario de todo el sindicato italiano, ya que Luciano Lama, su secretario general, ya presentó ayer una serie de propuestas en los puntos claves, que han sido largamente discutidos, sufridos y madurados con los otros dos otros sindicatos: CISL (Confederación de Sindicatos Italianos de Trabajadores, de tendencia democristiana) y UIL (Unión Italiana del Trabajo, de inspiración socialdemócrata y republicana). Y porque en este momento el sindicalismo italiano, que ha sido uno de los más agresivos de Europa, está atravesando una profunda crisis de identidad.Lama, dirigente carismático de este importante gremio sindical, introdujo ayer los trabajos del congreso con una ponencia de tres horas. Los escucharon a veces en un silencio sepulcral y a veces con aplausos estruendosos de 3.000 personas. De ellos 1. 168 eran los delegados oficiales en representación de cuatro millones y medio de adeptos a la CGIL.

Los demás eran invitados y periodistas. Estaba toda la plana mayor del mundo político y sindical italiano y muchísimas representaciones extranjeras, entre ellas Comisiones Obreras y UGT. Estuvo el presidente del Gobierno, Giovanni Spadolini los secretarios de partidos, desde Enrico Berlinguer a Bettino Craxi y a Flaminio Picolli, y los sepretarios generales de los otros dos grandes sindicatos: el democristiano CISL y el socialista republicano UIL.

Por defender una postura reformadora ante la grave crisis económica del país, el secretario general de la CGIL se ha ido ganando las iras de la base, que ha devuelto miles de carnés. Ha tenido que aceptar la dura realidad de ver a no pocos sindicalistas empuñar las armas del terrorismo. Ha visto nacer como hongos los grupos llamados autónomos o corporativos; enfrentárseles el gran mundo de los desocupados que han amenazado con crear su propio sindicato. Ha tenido que afrontar la crisis política, el mundo de los escándalos financieros y la impopularidad de las huelgas junto a un aumento preocupante del absentismo y hasta del rechazo del concepto de trabajo por parte del mundo joven, el hacer de nuevas clases trabajadoras.

Lama, que había sido siempre el gran paladín de la defensa del puesto de trabajo propugnando la impopularidad de una política sindical de sacrificios, en lo referente al sueldo ha tenido que afrontar en los últimos tiempos los dos problemas juntos, aumento del paro y disminución real del poder de adquisición de los trabajadores. Y por la parte empresarial, un duro ataque, porque el coste del trabajo en Italia, dicen, es el más alto de Europa: un 70% de los productos industriales.

Desbordado ante tantos problemas juntos, Lama ha expuesto la necesidad urgente de un proyecto nuevo para el sindicato, una gran unidad de todos los sindicatos, un potenciamiento de la Confederación Europea Sindical, una gran autonomía del sindicato, pero al mismo tiempo un diálogo y debate constante con las fuerzas del Gobierno, del mundo político y empresarial.

Por lo que se refiere al punto delicado de retocar el famoso mecanismo de la scala mobile, es decir, el mecanismo que adecúa automáticamente los sueldos al costo de la vida, Lama ha presentado una propuesta mediadora entre lo que pedían los empresarios -quitarla- y lo que deseaban los otros sindicatos -retocarla-.

Lama ha replanteado el problema del control de la inflación. Ha intentado explicar que si la inflación no se frena, ni siquiera se defiende el sueldo real.

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