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HamIet forma partido

La duda acompaña al espíritu humano desde que despertó a la racionalidad. Dudar es abrir el camino al conocimiento. "Cuánto más sé, mayores son mis dudas", exclamaba el Goethe viejo que rezumaba sabiduría y escepticismo. Todo hombre de gran sensibilidad moral tiene dificultades para pasar a la acción, que sostiene siempre una dosis de simplificado y erróneo dogmatismo. La cultura excesiva lleva a imaginar con viveza los pros y, los contras de una determinada decisión, con su cortejo obligado de inevitables frenos mentales. La duda metódica de Descartes abrió el período de la ciencia experimental moderna y, del racionalismo. Un gran pueblo europeo, el francés, quedó en buena parte ahormado por el análisis cartesiano y su sistema de ensayo y error en busca de la verdad.La fe de Unamuno se alimentaba de dudas, como -según él- le ocurría también a Pascal, lo cual no impidió a don Miguel ser un profundo cristiano dentro de su atormentada ortodoxia.

Hamlet, que era un Sorenkierkegaard, nacido príncipe de la Dinamarca medieval, deshojaba la flor de la duda entre los crímenes de la corte y la pasión de Ofelia, enloquecida por las inetafisicas indecisiones de su amante. To be or not to be. ¿Soy o no soy? El Hamlet de la transición es nuestro Francisco Fernández Ordóñez, hombre de muchas y buenas letras y encontrados pensamientos que le llevan, en ocasiones, a planteamientos irresolutos y, como consecuencia, a decisiones sorpresivas. Hamlet ha formado partido, la Acción Democrática, que es una vaga etiqueta de la socialdemocracia.

,Cabe en España la socialdemocracia como partido ideológico con gancho suficiente para arrastrar cientos de miles de votos? La horrenda locución del partido bisagra que suena como un latiguillo entre artesano y hortera, nace de la tendencia análoga que invade nuestra clase política. Análisis y analogía no son términos idénticos. La analogía y la extrapolación son remedios facilones cuando no se quiere pensar, sino colmar un vacío. Se nos dice que en la Alemania Occidental hay una bisagra que son los liberales de Genscher, que sostienen en el poder a la socialdemocracia de Helmut Schmidt desde hace diez años. Pero en ese caso, la socialdemocracia no es la bisagra, sino la puerta. En el Reino Unido la socialdemocracia no es una defección del conservatismo, sino una disidencia del socialismo laborista, que se alía al partido liberal para aspirar al triunfo mayoritario en las elecciones próximas. Su repesca de votos más importante no se hará en las aguas del conservatismo, sino en las filas del laborismo y en el bloque del voto abstencionista. En ambos ejemplos, la socialdemocracia aparece como un socialismo evolucionado hacia rumbos más reformadores que radicales. ¿Dónde está en Francia el partido bisagra? ¿Es acaso el PCF? La bisagra chiraquiana o democristiana de Lecanvet no sirvió más que para precipitar la derrota del centro giscardiano. ¿Dónde están las bisagras de Italia? ¿En el socialismo?

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Volviendo al ejemplo francés, convendría recordar que el voto a Mitterrand no fue un mandato revolucionario, sino un mandato para el cambio. Todo el empeño del candidato socialista durante su campaña fue convencer al elector francés que, a pesar de su audaz programa, la moderación y el sentido común serían la inspiración de su Gobierno. Y que él era todo menos un aventurero.

La derecha da en decir, en sus argumentos de urgencia, que el socialismo nunca ha funcionado como sistema en ninguna parte. Pienso que eso no es verdad. En la Europa de la posguerra, el socialismo ha gobernado y cumplido una importante función en todos los países democráticos de Occidente, en turno con otras opciones. Sus programas y sus ideas han sido asumidas Ya por la mayoría de los partidos y Gobiernos conservadores. ¿De dónde, si no, los avances sociales, la seguridad, la previsión, las planificaciones, los extensos sectores públicos de la economía y las empresas nacionalizadas que los Gobiernos de la derecha, en el Occidente Europeo, hacen suyos cuando ejercen el poder? ¿Qué es la idea del centro sino el reconocimiento fáctico de ese hecho elemental en la politología europea de nuestro tiempo?

¿Cabe en nuestro panorama electoral una socialdemocracia protagonizada por un progresismo liberal nacido en la colmena de la derecha civilizada? Se nos dice que ello evitaría, entre otras cosas, el enfrentamiento antagónico entre derecha e izquierda, que podría polarizar de nuevo la dialéctica trágica de nuestros años negros y desgarrados. Pero es otro, a mi entender, el planteamiento. Una derecha moderna tiene que llevar dentro de sí una oferta realista que la gente entienda, y que conecte con los intereses vitales de la población, con los temas conflictivos y cotidianos que afectan al hombre corriente, al español de la calle. Si la derecha no es hirsuta, la izquierda no caerá en el radicalismo utópico de las esperanzas imposibles. Y entonces las bisagras serán innecesarias, porque no habrá sino puertas abiertas. A quien en las elecciones el Dios del señor D'Hondt se la dé, san Pedro se la bendiga. Que es en esa alternativa automática y funcional donde reside la esencia de la democracia que requier e nuestra monarquía constitucional.

Y, mentras tanto, aquí va mi abrazo de vieja amistad para ti, Paco Ordóñez, el más shakesperiano de nuestros políticos y también uno de los más inteligentes.

"¿Es más noble sufrir en la mente las flechas y las pedradas de la fortuna adversa? ¿O hemos de tomar las armas contra un mar de conflictos para acabar con ellos?". Esa es la cuestión.

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