La unificación eurocomunista: el caso de Euskadi
El proceso de unificación en curso entre el PCE-EPK (que surgió del IV Congreso) y EIA reviste el mayor interés, no sólo para la clase obrera y las fuerzas progresistas de Euskadi, sino para toda la izquierda española en general, y en concreto para los eurocomunistas españoles.Porque era, y es, un proceso de fortalecimiento de la izquierda de Euskadi, acosada entre una derecha peneuvista que aún recoge apoyo popular y entre un nacionalismo no democrático y terrorista que mal que nos pese también lo recoge. Pero además este proceso entra de lleno en el campo de muchas de las reflexiones que nos debemos hacer, y que nos hacemos, los eurocomunistas hoy sobre cómo despejar los obstáculos que dificultan nuestra fuerza e influencia. Creo, y lo dije en la reunión del Comité Central del 22 de octubre, que el eurocomunismo está necesitado de avanzar fundamentalmente en dos direcciones: primero, una reflexión más crítica e incisiva sobre la realidad de los países del llamado socialismo real, llevando más allá la independencia, total con respecto a este bloque, y sobre todo, de la Unión Soviética. Segundo, una vinculación mucho más profunda y viva con la clase obrera, las fuerzas de la cultura y con los llamados nuevos movimientos sociales, buscando, al tiempo, nuevas vías para ir realizando la unidad de la izquierda. El PC de México, por ejemplo, ha sido capaz de encontrar una solución original a los complejos problemas que tenemos planteados, procediendo a impulsar e integrarse con otras organizaciones en una nueva fuerza política. No es que sea preceptivo seguir su ejemplo, no es que se trate de decretar la incapacidad de los partidos comunistas para cumplir su función histórica. Es que estamos atravesando en Europa, y no sólo aquí, una situación nueva que nos exige, entre otras cosas, no ofuscarnos en visiones puramente organizativistas, de etiquetas y nombres, sino ampliar nuestro horizonte hacia fuerzas que existen, o que surgen, y que pueden llegar a coincidir con nuestros planteamientos.
La perspectiva de una confluencia global con los partidos socialistas no se inscribe, evidentemente, en el horizonte inmediato. Pero en Euskadi, y puede que no sólo allí, sino también en alguna otra nacionalidad o región, existen posibilidades de unificación con fuerzas de izquierda surgidas en torno al hecho nacional que, por razones de diverso tipo, ocupan ya un espacio eurocomunista.
En lo que se refiere al País Vasco, esta reflexión ha estado planteada, entre los comunistas vascos y españoles, desde principios de la década de los setenta, si no antes, aparte de haber acompañado toda, la experiencia histórica del PCE-EPK. Este fue el contenido fundamental del IV Congreso del PCE-EPK, celebrado en enero de este año, a partir de cuyas directrices el Comité Central de este partido se propuso, el 12 de septiembre, iniciar el proceso de unificación con Euskadiko Ezquerra.
La concepción de fondo
La concepción de fondo de este proceso ha sido y es la construcción de una fuerza política nueva en Euskadi que, tanto por su práctica como por sus presupuestos teóricos, respondiera a lo que hoy se entiende por proyecto eurocomunista y aglutinara al conjunto de fuerzas a cuya existencia responde dicho proyecto.
¿Respondían los primeros compromisos alcanzados entre PCE-EPK y EIA a ese objetivo? A diferencia de lo que opina el Secretariado y la mayoría del Comité Central, creo que sí. En el primer documento firmado por PCEEPK y EIA se afirma que el nuevo partido de la clase obrera de Euskadi «representa un salto cualitativo en el desarrollo de la búsqueda de una tercera vía superadora de los límites de las experiencias anteriores, socialdemocracia y socialismo real, la experiencia de los partidos socialistas y comunistas...». Y más adelante, cuando se habla de la «estrategia al socialismo», se afirma que «los objetivos del partido son la conquista de una sociedad sin clases, sin explotación y sin opresión, esto es, el socialismo, la democracia y la liberación de los pueblos». Y se añade a continuación: «La conquista de tales objetivos está determinada por la estrategia a seguir, por la estrecha relación existente entre los medios y los fines en los movimientos sociales. La democracia es, pues, medio, método y fin».
Definiciones éstas en que está contenido el meollo del eurocomunismo, su núcleo esencial. Puede ser deseable una más completa definición de la política internacional que adoptará ese nuevo partido, pero en cualquier caso, como señaló Manuel Azcárate en su intervención en el Comité Central, el posicionamiento en la tercera vía conduce automáticamente al rechazo de ambos bloques y a una política internacional en la práctica eurocomunista.
Respecto al problema nacional, el documento mencionado realiza un análisis que desde un punto de vista «eurocomunista español» encuentro irreprochable. Se acepta plenamente el estatuto vasco, lo que supone la aceptación de la Constitución, aunque Euskadiko Ezkerra no la votara en su momento. En una perspectiva de futuro se opta por una estructura federal del Estado español que es precisamente a donde, si hubiera voluntad política suficiente, podría conducir el desarrollo pleno y sin trabas del Título VIII de la Constitución. Y finalmente se afirma: «El avance hacia formas superiores de autogobierno y de libertad nacional ha de darse en el conjunto de una Europa socialista de los pueblos que haga posible una superación de los actuales marcos estatales». ¿Supone esto una afirmación de independentismo? Francamente creo que, por el contrario, supone la reconducción de uno de los problemas más espinosos de Euskadi por la vía de la racionalidad y del progresismo.
La lucha obrera
Y en cuanto al tema sindical parece que la nueva fuerza política en formación se inclina por defender una concepción sociopolítica del sindicato, incluyendo la afirmación de la independencia entre partido y sindicato, es decir, opta por apoyar las concepciones que están en el origen mismo de CC OO. Por otro lado, los militantes del PCE-EPK que hoy son miembros de CC OO seguirán perteneciendo a este sindicato. La nueva fuerza política no define una acción unilateral por un solo sindicato y ello supone una experiencia nueva, compleja, pero que en cualquier caso no puede asustar al partido que impulsó las Comisiones Obreras de los años sesenta.
Y respecto a la concepción de la lucha obrera como restringida o no exclusivamente al ámbito vasco, el documento conjunto reconoce que «una estrategia nacional vasca necesita una lucha articulada a nivel del Estado». Claro que no dice con quién, pero no hay por qué desesperar de que sea precisamente con quienes a nivel del Estado nos proponemos desarrollar también una política y una estrategia eurocomunista, aunque no se llegarán a establecer nunca vínculos orgánicos, problema éste que es de una entidad mucho menor.
Por todo ello resultan incomprensibles las razones que han llevado a la mayoría del, Comité Central y al Secretariado del IICE a realizar una durísima crítica del documento al que me he referido, a los métodos con que la negociación se está llevando y que ha culminado con la adopción de medidas tan drásticas como dudosamente estatutarias, como son la disolución del PCE-EPK y el nombramiento a dedo de un nuevo Comité Central entre quienes desde la minoría luchaban contra Lertxundi.
Abstrayendo toda referencia a la realidad de Euskadi, a la práctica durante los últimos años del partido de Lertxundi y a los cambios fundamentales en la práctica política de Euskadiko Ezkerra, lo que fue agudamente indicado por Carlos Alonso Zaldívar, la máxima dirección del PCE se limita a una lectura rígida de los acuerdos hasta ahora alcanzados para juzgar lo que les falta para ser idénticos a los documentos emanados del PCE.
El modo de resolver por la actual dirección del PCE una de las experiencias más prometedoras que se abrían ante los eurocomunistas españoles significa -y ello fue destacado por Julio Segura y varios participantes en el Comité Central- optar por la seguridad organizativista frente a la perspectiva política. La actual dirección ha preferido mantener y alentar a un grupo de militantes fieles en Euskadi cuya incidencia es previsible que se sitúe en el futuro bajo mínimos antes que contribuir a ensanchar la panorámica eurocomunista en la nacionalidad más conflictiva del Estado español.
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