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Crítica:MUSICA CLASICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La expresión individual y el sentimiento religioso en Anton Dvorak

La programación del oratorio Stábat Mater, de Dvorak, daba especial interés al último concierto de la Sinfónica y Coro de RTVE en el teatro Real. Más aún si se contaba con un maestro invitado como Gerd Albrecht, de técnica eficacísima, recto criterio y particular amor a la obra del compositor checo. Ya hace años, al frente del coro y orquesta nacionales, Albrecht nos había dado una brillante versión del Réquiem.

Se conocen así, por vía directa, parcelas importantes de la larga producción de Dvorak, aunque todavía estén inéditas para nuestro público casi todas sus óperas. Con Albrecht vino un cuarteto vocal de gran calidad: la soprano inglesa Rosalind Plowright, de voz grande y muy bella, coloreada con matices casi de mezzo; la mezzosoprano escocesa Linda Finne, de timbre definido y consistente; el tenor alemán Heiner Hopfner -brillante, experimentado, de medios fáciles y precioso estilo- y su compatriota. el bajo Harald Stamm, junto con la soprano, los dos solistas de mayor categoría dentro de un conjunto tan equilibrado y valioso como rara vez puede reunirse.

Orquesta Sinfónica y Coro de RTVE

Director: G. Albrecht. Solistas: R. Plowright, L. Finne, H. Hopfner y H. Stamm. 'Stábat Mater', de Dvorak. Teatro Real sábado 7 de noviembre.

El coro, preparado por Alberto Blancafort -vuelto a las actividades que han llenado buena parte de su carrera-, y la orquesta, se produjeron con flexibilidad y cuidado sonido, aunque la pasión del maestro forzara a veces los fortísimos. En conjunto, la versión de Albrecht resultó digna del entusiasmo con que fue acogida por nuestro público, tan adicto a las grandes obras sinfónico-corales.

Hay en el Stábat Mater (1877) una decidida voluntad de expresión religiosa y una sincera efusividad humanística que se alían con el deseo de conseguir expresión nacional en el oratorio, aun cuando todavía estemos lejos de una música de visible talante popularista.

Con todo, y aun existiendo alusiones o rasgos de tal procedencia, Stábat Mater se encuadra dentro de un sentimiento posromántico de signo universal, por no decir cosmopolita. Prima entonces la musicalización del texto, entendido en sus dimensiones dramáticas, y el juego -dentro de una ideología muy unitaria- entre los afectos serenos y los doloridos, «la angustia del corazón», como escribe Vaclav Holzknecht. Música piadosa -ligada biográficamente a la muerte de tres hijos de Dvorak- el oratorio sobre el texto de Jacopone da Todi, exhibe con grandeza la natural y sencilla religiosidad del compositor cuando escribe a Josef Hlavka: «No le extrañe encontrarme piadoso; el artista que no lo es apenas es capaz de nada».

Pero la expresión individual y el sentimiento espiritual no es obstáculo para que Dvorak -según anota acertadamente Sourek- se produzca en todo momento con arreglo a principios y estructuras puramente musicales a través de las cuales se logra una partitura de belleza indudable, de gran ternura emocional, cuando no de impulso tenso y encendido. Es posible que la mesura de las ideas melódicas y la persistencia de las soluciones armónicas e instrumentales otorguen al Stábat Mater alguna porción de monotonía, compensada por la intensidad de la meditación, que presupone, por parte del oyente, una escucha activa, una real incorporación. No estamos ante un oratorio de representación, sino de interiorización.

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