Confusión entre los líderes centristas tras la entrevista del presidente del Gobierno con Rodríguez Sahagún
La versión ofrecida ayer por el presidente de Unión de Centro Democrático (UCD), Agustín Rodríguez Sahagún, sobre los acuerdos a que había llegado con el presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo, durante la larga entrevista mantenida entre ambos en el palacio de la Moncloa, para solucionar la grave crisis por la que atraviesa el partido, dejó estupefactos a la inmensa mayoría de los diputados centristas que se hallaban ayer presentes en el Pleno del Congreso: «La verdadera crisis acaba de empezar» era la frase que repetían.
Ni los liberales, ni los democristianos, ni los socialdemócratas que se han quedado en UCD, ni los martinvillistas, ni siquiera Pío Cabanillas, podían dar crédito a las palabras de Agustín Rodríguez Sahagún, de que no se había tratado, en ningún momento, el tema de su dimisión y la asunción del puesto de presidente del partido por Leopoldo Calvo Sotelo. Escasos minutos antes de estas declaraciones del presidente centrista, todos estaban convencidos de que la dimisión de Rodríguez Sahagún era un hecho consumado.Había serias razones para pensarlo: miembros de la Secretaría de Estado para la Información lo habían filtrado previamente un portavoz autorizado de la Moncloa lo había ratificado, a las 2.30 horas de ayer, y el mismo presidente del Gobierno se lo había asegurado a más de una treintena de parlamentarios que acudieron a su recepción del mediodía en el palacio de la Moncloa, como así lo atestiguaron a la salida.
Por todo ello, las distintas corrientes ideológicas de UCD no sólo daban por hecha la sustitución del presidente del partido, sino que ultimaban sus estrategias para re levar al secretario general, Rafael Calvo Ortega. Los democristianos y los liberales ya habían llegado a un acuerdo sobre su candidato: Marcelino Oreja, cuyo cargo de delegado del Gobierno en Euskadi no obligaba a remodelar el Gabinete antes de que finalicen los debates parlamentarios sobre la ley de Presupuestos Generales del Estado, como es el deseo de Leopoldo Calvo Sotelo. Esta crisis ministerial se daba por segura si el nuevo secretario general centrista hubiera sido el otro nombre que más sonaba, el del ministro de Agricultura, Jaime Lamo de Espinosa.
El ministro de Administración Territorial, Rodolfo Martín Villa, quien, a su vez, era otro candidato a la sucesión de Calvo Ortega, que se presentaba como más probable, mantuvo una entrevista con Jaime Lamo por la mañana y, poco después, comunicó a un destacado dirigente de la plataforma moderada que él se retiraba como candidato en aras del entendimiento interno en UCD.
Abril: "Los estatutos no pueden saltarse a la torera"
Al no dimitir Agustín Rodríguez Sahagún, corrieron por el hemiciclo dos versiones de lo que pudo haber sucedido en la Moncloa. El vicepresidente económico, Fernando Abril, hombre muy próximo al ex presidente Adolfo Suárez, declaraba a EL PAIS que el resultado de la entrevista entre Rodríguez Sahagún y Calvo Sotelo le parecía muy positivo, ya que no se hacía sino cumplir lo acordado en el último comité ejecutivo, es decir, la búsqueda de soluciones conjuntas entre el presidente del partido y el presidente del Gobierno para arreglar UCD.
Para Fernando Abril, la línea mantenida durante todo este tiempo por los suaristas sigue siendo la correcta: «No pueden saltarse los estatutos a la torera», dijo, «y tampoco viene mal un poco de disciplina en este partido».
Otros destacados líderes centristas, dos democristianos y uno liberal, que prefirieron guardar el anonimato, manifestaron, sin embargo, su convencimiento de que Calvo Sotelo y Rodríguez Sahagún no habían llegado en realidad a ningún acuerdo, en contra de las declaraciones de este último. Para ellos, la explicación a tan sorprendente decisión estaba en que Calvo Sotelo le había pedido la dimisión, tal y como anunció que iba a hacerlo, y Rodríguez Sahagún se negó a ello, como asimismo lo había anunciado previamente a los medios informativos durante la mañana de ayer. Al llegar a este callejón sin salida, el único acuerdo pudo haber sido el de dar largas a la solución al conflicto. De confirmarse esta segunda versión, muchos diputados comentaban que la verdadera crisis de UCD comienza ahora. No se descarta tampoco que Calvo Sotelo se haya replegado y se conforme con el cambio nada más de Calvo Ortega en la secretaría general de UCD.
La actitud de Suárez
Pío Cabanillas, que a primera hora de la tarde manifestaba a EL PAIS que «la profesionalidad política de Adolfo Suárez le había llevado a asumir posiciones responsables y generosas», llegó a insinuar que existía el pacto entre Calvo Sotelo y Suárez para destituir a Rodríguez Sahagún, hombre de confianza del ex presidente del Gobierno. Esta parece ser la conclusión a la que llegó Cabanillas, tras una entrevista que mantuvo horas antes con Adolfo Suárez, en presencia de Rodolfo Martín Villa.
Entre las diez y las doce horas de la mañana de ayer, Leopoldo Calvo Sotelo intentó materializar dicho pacto durante una entrevista que sostuvo con los dos hombres de la máxima confianza del duque de Suárez, Rafael Arias Salgado y Fernando Abril. Este último, según pudo saber EL PAIS en fuentes solventes, se mostró muy reticente a todas las propuestas que le ofreció el presidente del Gobierno, mientras que Arias Salgado -tal vez porque su nombre está incluido en la lista del próximo Gobierno- mostró posturas mucho más conciliadoras. Tras este primer tanteo en la Moncloa, ambos políticos almorzaron con Adolfo Suárez, quien previamente había conversado largamente con Rodríguez Sahagún para perfilar la entrevista de este último con Calvo Sotelo.
Todo parece indicar ahora que Suárez se mantiene firme en su conocida tesis de que si democráticamente, en el congreso de Palma, consiguió que el aparato del partido le sea muy favorable, no debe renunciar a ello. Adolfo Suárez, en contra de lo que llegó a hacer pensar a Pío Cabanillas, ni se rinde ni se autoinmola.
Poco después de conocerse el resultado de la entrevista entre Rodríguez Sahagún y Calvo Sotelo, el dirigente democristiano Oscar Alzaga manifestaba a EL PAIS que «la situación del partido es de extrema gravedad. En este momento, UCD está apuntalada por cinco o seis personas que estamos pidiendo serenidad y, en mi caso, solicitando que no se conteste con abandonos del partido las provocaciones del comité de disciplina. Pero todo apuntalamiento es por definición transitorio», añadió, «y sólo se justifica en función de preparar soluciones definitivas para que el partido, que en última instancia es un instrumento al servicio del buen Gobierno de los altos intereses nacionales, sea una fuerza política articulada suficientemente coherente y organizada como para ofrecer al país soluciónes concretas a sus problemas y poder llevarlas a cabo».
«Desdichadamente, todos los españoles saben», prosiguió, «que esto hoy no es UCD, y lo mismo que muchos estamos dispuestos a sacrificar nuestras posiciones personales o de corriente de opinión en aras del interés nacional, estamos por ello en el derecho de exigir que el sector que ha monopolizado la dirección del partido y, por tanto, es responsable de sus errores (Alzaga se refería, sin duda, al sector suarista), renuncie a una posición hegemónica totalmente artificial; dejen de repetir la cantilena de que aquí no pasa nada y de que nadie ha pedido dimisión o cambio al uno y facilite que con el arbitraje del presidente del Gobierno y con un secretario general de conciliación, se reestructure totalmente el. partido al servicio del electorado y, en definitiva, del pueblo español».
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