Moscú se burla de la "canonización" del último zar ruso
¿Y por qué no canonizar a Hitler y a Trujillo, Batista, Somoza, al rey Faruk o al sha de Irán, o, incluso, a los aún vivos Pinochet y Samuel Cohen (inventor este último de la bomba de neutrones)?". En este tono chusco, el último número del semanario Literaturnaya Gazeta afronta el anuncio de la canonización de Nicolás II, el último zar de Rusia.Nicolás fue elevado a los altares el pasado domingo, en una sala de baile de la Park Avenue, de Nueva York, que fue alquilada con este propósito por el sector exiliado de la Iglesia ortodoxa rusa.
La última zarina, Alejandra, y sus cinco hijos -fusilados todos ellos junto a Nicolás, después del triunfo de la revolución bolchevique- también fueron canonizados en la misma ceremonia.
Literaturnaya Gazeta acusa al zar Nicolás de haber mandado matar a "decenas de millones de personas" con creencias diferentes a la ortodoxia rusa: católicos, ortodoxos armenios, baptistas, musulmanes y hebreos.
El hecho de que el acto de canonización tuviera lugar en Nueva York sirve, además, al semanario soviético para afirmar que Estados Unidos es un país "que hace tiempo que ultrajó todos los mandamientos divinos para crear un nuevo ídolo al que adora con fervor".
"Este ídolo", agrega, "es el odio bestial por el progreso, la paz y la igualdad entre los pueblos".
Tres sectores
La Iglesia ortodoxa rusa del interior -que guarda muy buenas relaciones con el régimen soviético- no ha hecho ningún comentario a la canonización de los últimos zares.En la actualidad, los ortodoxos rusos se encuentran divididos en tres sectores. El más numeroso es el del interior, que en los últimos años de la era Stalin fue recuperando parte de la capacidad de acción perdida después de la revolución bolchevique, a cambio de cierto control por parte del Estado.
De los dos sectores restantes, el primero desciende de un grupo de misioneros que hace dos siglos abandonó Rusia para extender su fe en América.
El otro -que es el que ha canonizado a los últimos zares- fue formado por los clérigos que marcharon al exilio después de la revolución soviética.
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