"Los jesuitas que hablen mal del Papa deben ser castigados", dice el nuevo superior de la Compañía de Jesús
Hoy, el jesuita Pablo Dezza se hace cargo oficialmente del gobierno de la Compañía de Jesús, con plenos poderes como delegado personal del papa Juan Pablo II. La primera ceremonia oficial de Dezza ha sido la celebración de una misa ante los miembros de la curia generalicia, a puertas cerradas. No pudieron participar ni los otros jesuitas de Roma. Había mucha expectación en el mundo periodístico y religioso de la capital por la homilía que pronunció en esa misa, pero la oficina de Prensa de la curia jesuítica respondió a EL PAIS que, tratándose de un documento tan importante, tenían que mandarlo antes a todos los jesuitas, y que sólo dentro de algunos días se hará público.
, Al parecer, junto a esta homilía, los jesuitas de todo el mundo van a recibir un documento programático de Pablo Dezza que pone de manifiesto lo que él piensa de la Compañía y cuáles van a ser los criterios que inspirarán su acción de gobierno, en vistas a preparar la congregación general que nombrará al nuevo prepósito general en sustitución del padre Arrupe. En este documento, que es una conferencia pronunciada por el octogenario Dezza el año pasado, ante los miembros de la curia generalicia, y que, al parecer, fue lo que movió al Papa a nombrarle su deleglado personal, se afirma, por ejemplo, que «deben ser castigados» todos aquellos jesuitas «que hablan mal del Papa». Tal sería, en su opinión, el sentir de san Ignacio: "Cuando algún jesuita», escribe, «se permitió desde el púlpito criticar al Papa, san Ignacio. intervino enseguida para castigar aquel comportamiento incorrecto». Afirma también que «amor y contestación son dos términos que no se concilian en relación a la Iglesia».Y por lo que se refiere a las posibles faltas y errores de la Iglesia, el jesuita debe hacer como un hijo con su madre: «No las niega, pero no las descubre. Más aún, hace todo lo posible para atenuarlas y justificarlas».
Con los enemigos de la Iglesia, dice Dezza, hay que evitar todo tipo de connivencia», aunque sin odiarles. Lo justifica así: «Ningún hijo admira y alaba los valores artísticos del puñal con el cual un asesino ha traspasado el corazón de su madre».
En cuanto a los teólogos, Dezza afirma: «Es necesario recordar a los Jesuitas que la revelación ha sido confliada por Cristo no a los teólogos, sino al magisterio. La asistencia del Espíritu Santo ha sido asegurada al Papa y a los obispos. Las conclusiones de los teólogos permanecen sujetas al juicio del magisterio. Si éste no las acepta, los teólogos no deben enseñarlas públicamente creando escándalo y confusión».
Sobre la Iglesia, el nuevo responsable de los jesuitas afirma: « Permanece perennemente válido el modelo de Iglesia presentado por san Ignacio, es decir, la Iglesia jerárquíca y romana. La Iglesia jerárquica tiene su cabeza en el obispo de Roma. La unión con el Romano Pontífice constituye el principio y fundamento de la Compañía».
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