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La entrada en la OTAN perjudicará a la industria electrónica nacional

El precipitado ingreso de España en la Alianza Atlantica será fatal para el desarrollo futuro de la incipiente industria electrónica nacional, según han manifestado medios empresariales del sector, "ya que nos obligará a aceptar, sin contrapartidas, el mismo sistema de vigilancia espacial utilizado ya por los quince países de la OTAN". Lo más importante para el desarrollo de la alta electrónica nacional está centrado -según los expertos- en el dispositivo de alerta general de nuestro país, construido en base a las medidas y contramedidas, y la tecnología de estas contramedidas está ya repartida de antemano entre las empresas de los quince países miembros de la Alianza.Existe la creencia, bastante generalizada entre los empresarios consultados, de que a España le tocará quizá fabricar, una vez más, las carcasas de plástico, la pintura de los radares o alguna consolilla de tecnología obsoleta, mientras queda fuera de nuestro alcance la tecnología de punta necesaria para el desarrollo de este sector, clave para el futuro económico.

El sistema de contramedidas, calificado como centro de todo el dispositivo defensivo, consite en un conjunto electrónico e informático de radares y redes de comunicaciones que, cubriendo todo el espacio aéreo y marítimo de un país, es capaz de detectar la entrada de cualquier objeto extraño, sea amigo o enemigo, y ordenar la respuesta adecuada para, llegado el caso, impedir o no su entrada en ese espacio. Es, por tanto, el complemento esencial para todo el sistema de misiles y antimisiles y donde precisamente está avanzando más rápidamente la tecnología electrónica.

Las migajas de la tecnología

Si la Alianza obliga a homogeneizar todo el aparato defensivo, España tendrá que sustituir o instalar los mismos sistemas vigentes en Europa, en cuya fabricación y reparto han participado desde el primer momento los quince países miembros. Medios del sector han mostrado su inquietud por las desventajas que presenta para ellos la entrada en la OTAN en estas condiciones, teniendo en cuenta que algunos tenían la esperanza de poder participar en la construcción, negociada necesariamente con Estados Unidos desde una posición de mayor independencia y fuerza, del Plan de Defensa Nacional.Algunos han calificado de entreguista la nueva y rápida posición adoptada por el Gobierno español, tras la llegada a la Casa Blanca del presidente Ronald Reagan, y recuerdan, por lo que al sector electrónico e informático se refiere, los primeros pactos hispanonorteamericanos, así como los recientes contratos de fragatas sin apenas contrapartidas para la industria nacional. La privilegiada situación estratégica de España podría haber sido aprovechada, estando fuera de la OTAN, para negociar un mejor reparto de tecnología con los líderes del sector en Estados Unidos.

Teniendo en cuenta estas reacciones industriales, la entrada de España en la OTAN puede tener un coste más elevado del previsto por el Gobierno. El ministro de Defensa, Alberto Oliart, manifestó recientemente, en una reunión informativa, que el coste directo de nuestro ingreso en la Alianza oscilará entre 4.000 y 8.000 millones de pesetas anuales (EL PAIS, 4 de septiembre de 1981). La cifra era desglosada en unos 1.000 millones destinados a los denominados presupuestos civil y militar de la Organización, es decir, gastos del mantenimiento burocrático, y el resto -cantidad difícil de evaluar con precisión-, para financiar los gastos de infraestructura militar.

El coste indirecto del ingreso

El coste indirecto de nuestra entrada en la OTAN oscilaría, según Alberto Ollart, entre el 1% y el 2% del presupuesto de defensa española. El programa actual de inversiones del departamento destina para 1982 un total de 129.500 millones de pesetas. En aquella reunión informativa, el teniente coronel Angel Lobo, que acompañaba al ministro de Defensa, destacó, sin embargo, que el ingreso en la OTAN nos daría acceso a tecnologías hasta ahora reservadas a los aliados. Asimismo reconoció que estas tecnologías podían alentar el desarrollo de los sectores nacionales de electrónica, comunicación e informática.Estas opiniones contrastan, por tanto, con las recogidas por este periódico en medios industriales de estos sectores, quienes opinan que no habrá ventajas de ese tipo para España, pues el reparto de tales tecnologías ya está hecho, desde hace tiempo, entre los miembros de la Alianza, y el único acceso que puede tener España es a los sobrantes de tecnología, ya que las cesiones a otras empresas se han hecho siempre en exclusiva.

El problema planteado con el dispositivo de contramedidas electrónicas tiene cierto paralelismo con el prácticamente abandonado proyecto FACA, por el que el Gobierno español pensaba adquirir más de un centenar de aviones de combate del tipo F-16 o F-18 por unos 200.000 millones de pesetas, con escasas contrapartidas para la industria nacional. La fabricación de sus partes había sido previamente repartida entre los anteriores países compradores, quienes exigían contrapartidas importantes antes de firmar lo que se dió en llamar entonces, por su enorme coste, los contratos del siglo.

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