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El papel del partido y el destino de Michel Rocard, ejes del congreso de los socialistas franceses

El papel que debe jugar el Partido Socialista francés, después de su llegada al poder el pasado mes de mayo, tras 25 años de oposición, y, tácticamente, el destino de Michel Rocard son las dos cuestiones que debiera resolver el cónclave de Valence, que desea formular el cambio de política y de sociedad que simbolizó el triunfo del presidente François Mitterrand.

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Una paella en Valence

El primer ministro francés, Pierre Mauroy, y el ministro del Plan Rocard, se dirigirán hoy, sábado, a los participantes en "el congreso de la victoria" que, desde ayer, celebra el Partido Socialista (PS) galo."El congreso de Valence, tras las victorias de mayo y de junio (presidencial y legislativa), debe asentar la primera piedra de la construcción del socialismo en Francia". Así reza la conclusión de la "moción nacional de orientación", en torno a la cual giran los debates de los congresistas.

Ayer, Jean Poperen, número dos del PS, se dirigió a los setecientos delegados en términos inequívocos: "La lucha de clases no se detiene por el hecho de que el Partido Socialista haya conseguido el poder político". Otro orador insistió: "La ruptura con el capitalismo necesita la transformación de la organización y el control de la producción". Uno tras otro, desde la tribuna del palacio de la Feria de esta ciudad del departamento de la Drome, los delegados socialistas, durante el primer día del congreso, han refrescado la clásica liturgia del socialismo de la ruptura con el capitalismo, poder de los trabajadores, lucha de clases, nociones todas ellas que, paulatinamente, habían desaparecido del lenguaje oficial desde que François Mitterrand se instaló en el Elíseo.

El 50% de los franceses que no votó por el ex primer secretario del PS seguramente se sentirá más escaldado cuando, mañana, el nuevo jefe de los socialistas, Lionel Jospin, pronuncie el discurso de clausura.

Fervor religioso

Ya en tiempos de Guy Mollet, secretario general de la central socialista SFIO, se consagró una fórmula que ha quedado como una definición de la historia del socialismo de la segunda posguerra mundial. Lenguaje izquierdista en los congresos y política de derechas en el poder. ¿Se va a repetir la operación?.No es fácil creerlo en esta atmósfera de fiesta cuasi religiosa en la que los jefes y militantes comulgan con igual fervor.

"Lo que hace falta, y lo que debe establecer este congreso, es una comunicación entre la base y nuestros gobernantes. Sólo así realizaremos el socialismo en Francia" nos afirma, convencido y celoso Serge Siciet, militante, que asiste emocionado a los debates, "porque da gusto ver a todos los líderes". Estas manifestaciones centran.

Respecto al futuro, la gran interrogación del congreso es la siguiente: ¿para qué sirve un partido que ha conseguido de la manera más absoluta el poder político? El que el primer secretario, Jospin, almuerce todas las semanas con Mitterrand, y el que hasta la fecha el PS se haya inclinado ante el ejecutivo cada vez que han surgido divergencias a la hora de realizar las nacionalizaciones o de formular la política energética permitiría pensar que el primer partido de Francia no será más que una "correa de transmisión" del palacio del Elíseo.

En Valence, por el contrario, se quiere dejar claro que el partido será "el aguijón" del Gobierno, que debe hablar como lo hacía desde la oposición". Es pronto aún para saberlo. El mitterrandismo aún apura los últimos tragos de la luna de miel del triunfo de la primavera pasada. "Cuando surjan las dificultades ya se verá lo que es el partido. Y si Jospin se revela débil, ahí está Paul Quiles, el número tres actual, dispuesto a garantizar la autonomía de nuestras ideas", advierte un militante.

Esta es la otra faceta del futuro del PS y del que le espera al socialismo en Francia: la rivalidad entre las diversas personalidades del PS. Para Jospin, este congreso es el de la consagración; la incógnita mayor es la gran pasión secreta de los franceses, de nombre Michel Rocard, número uno, según los sondeos, en la estima de sus conciudadanos, pero que se ha convertido én algo parecido a un extranjero del partido desde que, el año pasado, se atrevió a intentar desestabilizar al padre, Mitterrand.

Pero todo esto es el futuro. Hoy "no hay sitio para un partido que se interroga cuándo nos incumbe la gestión de Francia", sentenció el primer ministro, Mauroy.

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