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Reportaje:

Las fábricas de conservas, al borde del expediente de crisis

Los industriales conserveros de nuestro país aseguran que los actuales estados de opinión, si persisten, pueden enterrar sus fábricas. Dos países, Italia y Francia, han cerrado sus fronteras al paso de productos alimentarios españoles que contengan aceite; otros, como Suiza, Suecia y R. F. de Alemania imponen severas medidas de control. Y en España el consumo de conservas, tras el escándalo del aceite de colza desnaturalizado, desciende desde el pasado mes de agosto. Los conserveros niegan cualquier relación de su trabajo con el aceite de colza, apto para el consumo humano o no. Ellos acusan a la Administración de lenta y poco diligente y a los medios de comunicación social de crear confusión y lanzar mensajes subliminales que aparean colza y conservas, y les hacen responsables del futuro de un sector que agrupa a 40.000 trabajadores y facturó 38.704 millones en 1980.

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Uno de mayo de 1981, una muerte, la primera, virus, neumonía atípica, aceite de colza desnaturalizado, escándalo, más muertes, otra intoxicación, mejillones, cierre de fronteras comerciales a las conservas españolas... La catarata de sucesos, informaciones y confusión en que se encuentra el ama de casa española desde el verano es una de las razones de que las estanterías de los comercios estén repletas de latas de conservaDe poco le sirve a los conserveros españoles de pescado y crustáceos jurar una y mil veces que ellos no utilizan aceite de colza apto para el consumo y, por supuesto, que nunca uno de sus productos se bañó en aceite de colza desnaturalizado. La duda que un día se sembró entre los consumidores españoles no han logrado disiparla alrededor de 10.000 análisis realizados a las conservas ya enlatadas y todos con resultado negativo.

Los industriales conserveros, hoy, piensan que su negocio atraviesa una crisis artificial y acusan a los medios de información de favorecerla. "El sector está indignado" -asegura José Garavillas, presidente de una fábrica de conservas líder en España- "con los medios de comunicación social por el envío de mensajes subliminales que relacionan a la conserva con las toxicidades". Aseguran que en la actualidad tienen en stock alrededor de 10.000 unidades de producto acabado, cuando lo normal por estas fechas es tener 3.000, y prevén que si la tendencia actual a no adquirir latas de conserva persiste durante algún tiempo desaparecerá parte de un sector que hoy da trabajo a 40.000 trabajadores.

Italia y Francia. Las autoridades de estos dos países han decretado en fechas recientes el cierre de la frontera a las conservas españolas. Otros, como la República Federal de Alemania, Suiza y Suecia realizan rigurosos controles de calidad sobre los productos procedentes de nuestro país. Los conserveros están preocupados por esta evolución del mercado. "Nosotros temíamos" -dice Andrés Barros, secretario general de la Federación Nacional de Fabricantes de Conservas, Semiconservas y Salazones de Pescados- "una reacción en cadena del resto de los países a la iniciativa italiana y francesa". Y culpan a la Administración de no haber sido diligente ni ágil. "Estas medidas pueden y pudieron ser evitadas si la Administración hubiese dado información puntual y amplia de nuestra actividad a los paises importadores. Estas informaciones las está facilitando la Administración ahora, cuando ya se han producido las medidas restrictivas".

El aldabonazo comercial italiano y francés supone para los conserveros un revés próximo a los 400 millones de pesetas anuales. En concreto, durante 1979 Italia adquirió productos españoles por valor de 106'4 millones de pesetas y Francia por valor de 277 millones de pesetas. Los conserveros españoles opinan que en el caso de Francia, donde se suministró en 1980 un total de 174 toneladas de pescado y 2.202 de crustáceos y moluscos por valor de 48 y 541 millones de pesetas, respectivamente, la medida responde a una intencionalidad política.

El ranking de países compradores lo encabezó en 1979, según datos de la patronal, Nigeria con adquisiciones por valor de 1.629'6 millones de pesetas, seguido por Libia (674), Venezuela (460'3), Suiza (4467), Angola (430'7) Checoslovaquia (412'2), Estados Unidos (336'8), Francia (277), República Federal de Alemania (272'9) y Siria (139'2). La exportación total se elevó ese año a 56.031 toneladas por valor de 8.200'4 millones de pesetas. En 1980 la exportación de productos ascendió a 50.500 toneladas por un valor de 9.200 millones de pesetas, aproximadamente, y para el primer trimestre del presente año la previsión apuntaba hacia una facturación de 5.500 millones de pesetas.

A los conserveros españoles les duele la posible pérdida del mercado exterior. Ello supone una pérdida de imagen y en ese mercado están introducidas algunas empresas al ciento por ciento, léase Rocar u Ojeda Hijos, por ejemplo. Pero les preocupa más la reacción del mercado interior, que absorbe el 69% del total de la producción y según alguna fuente empresarial se está retrayendo en un 25% mensual desde el mes de agosto. "Al principio" -comenta Andrés Barros- "el escándalo del aceite de colza desnaturalizado no se acusó en la venta normal de nuestros productos, pero la progresiva confusión de los consumidores provocó una contracción tal de la demanda que puede llevar a las empresas a situaciones irreversibles".

Los empresarios agrupados en la Federación Nacional de Conservas ya han dado la voz de alarma sobre posibles suspensiones de pagos, cierres de factorías y pérdida de puestos de trabajo.

Consideran que sus empresas tienen un punto débil, la descapitalización y la necesidad de enfrentarse a sucesivas campañas de pesca con financiación exterior cara, y prevén que la tendencia del mercado interior no les da un plazo largo de supervivencia. Alrededor de ochenta empresas, de momento, preparan la presentación de expedientes de crisis.

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