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El Partido Socialista ante el 29º Congreso

¿Qué haría el PSOE si logra el poder?

Con una notable antelación sobre lo que suele ser convencionalmente conveniente, el profesor Solchaga ha expuesto sin pudor y defendido con brillantez ante un auditorio muy crítico, reunido por Eurofórum, el futuro programa del Partido Socialista Obrero Español si gana las próximas elecciones. El objetivo primero seria la lucha contra el paro, que en su opinión es un peligro superior a la inflación y el mejor modo de evitar que la crisis económica comprometa el futuro de la democracia. Para ello será preciso aumentar el tamaño del sector público y conceder mayor protagonismo al Estado, porque la crisis industrial ha encogido en España la capacidad de respuesta de la empresa privada; además, un sector público que creciese en un 50% durante los próximos ocho años, que pasase de representar el actual 25% del PNB al 37% permitiría así dar una respuesta más eficaz al combate contra el paro.La estrategia para transitar por la crisis que se sitúa a lo largo de todo el decenio de los ochenta, consistiría en un conjunto trabado de medidas. En primer lugar, se trataría de animar la demanda global vía inversiones públicas, mientras s e interpondría la austeridad en el desarrollo de los gastos corrientes. En cualquier caso, el resultado final sería una ampliación del déficit presupuestario, a pesar de un aumento previsto en la presión fiscal y de una mejora en la gestión recaudatoria. La contención de la inflación se confiaría a una política de rentas mediante una moderación salarial pactada entre el Gobierno y los sindicatos, sin necesidad de la participación de los empresarios. La pérdida en los salarios reales de los trabajadores con empleo se distribuiría a través de un aumento de la ocupación entre los hasta entonces en paro. Los mayores beneficios de las empresas caerían en la red impositiva que, a través de una eficaz gestión del gasto público, los canalizaría hacia nuevas inversiones productivas. El papel de la política monetaria sería de un acompañante, solícito para acomodar los estímulos fiscales. Finalmente el tipo de cambio estaría orientado al poyo de las exportaciones.

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Las modalidades de esta estrategia guardarían escrupulosamente las pautas de una economía de mercado: las empresas públicas se financiarían en las mismas condiciones que las privadas y el déficit no significaría la expulsión del mercado de crédito de los privados, porque no se permitiría ninguna discriminación en las condiciones crediticias en los tipos de interés, en función de la personalidad del prestatario. Los procesos de reconversión industrial se acometerían bajo la regla de la austeridad, mientras las subvenciones no sobrepasarían las estrictamente necesarias. Naturalmente para acometer esta política de expansión en un clima de disciplina y exigencia a los diferentes estratos sociales resulta indispensable un Gobierno sólido.

Entre UCD y Mitterrand

El programa no se aparta sustancialmente de lo que en realidad han hecho los Gobiernos de UCD. La participación del sector público ha aumentado estos últimos años más rápidamente que en países con Gobiernos socialdemócratas y el déficit ha seguido análoga trayectoria. Este proceso ha sido además de lo más aburrido. El PSOE parece ofrecernos un programa con algunas de las salsas estimulantes de los franceses de Mitterrand, y los propósitos eficaces de la gestión de los socialdemócratas alemanes. Sin embargo, las diferencias son también grandes. No se prevén como en Francia nacionalizaciones y en lugar de tratar de contener el déficit del sector público, como en Alemania, se confía en su aumento para estimular la actividad, mientras que una solidaria política de rentas se encargaría de contener la inflación.La franqueza de dar a conocer por anticipado las intenciones, es un ejemplo de honestidad. Por supuesto, se trata de lo que cabría de calificar de postura socialdemócrata dentro del PSOE actual, porque, sin duda, existen otras tendencias más radicales que intentarán hacer prevalecer su ideología. No obstante, sí parece que la línea del secretario general es, por lo menos, paralela a la expuesta por el señor Solchaga. El PSOE no se presenta así como un revolucionario económico. A lo sumo, su idea del funcionamiento del sistema económico se limita a acrecentar el papel del Estado en el marco de una economía en la que corresponde al mercado asignar la distribución de los recursos. Las oligarquías se tropezarían, eso sí, con un interlocutor más poderoso: el sector público. En el mundo real el primer problema con el que tropezaría el Gobierno salido de las próximas elecciones cualquiera que fuere, será el de un déficit presupuestario amplísimo que exige un radical saneamiento del sector público y una drástica reducción de su déficit como requisito indispensable para pensar en un mínimo funcionamiento de la economía de mercado. Si el déficit continúa creciendo en plena ineficacia del gasto público, el país corre el riesgo de convertirse en un nuevo Uruguay o Argentina donde la maquinaria estatal se merienda cualquier iniciativa pública o privada. Conciliar en esas circunstancias una política de rentas capaz de contener la inflación equivale a esperar un milagro que nunca se ha producido en la reciente historia económica. El PSOE tendrá que estar prevenido para este paradójico contratiempo.

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