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Parada de la Guardia Real en honor de los agregados militares

La supuesta unidad de vocabulario, de sentimientos y de conducta ética en la paz y en la guerra, la colaboración en el mantenimiento de la paz internacional y la exaltación de los valores del orden jerárquico, del mando, de la obediencia, de la responsabilidad y, en definitiva, de la disciplina fueron evocadas por el coronel de la Guardia Real, Luis Fernández de Mesa, al ofrecer la parada militar celebrada en el Cuartel del Rey, en honor de los agregados militares extranjeros acreditados en Madrid.

Cada mes la Guardia Real celebra una parada militar en honor de alguno de los Ejércitos, o de alguna de sus unidades en particular, precisamente en la nueva plaza de armas a la que se ha dado el nombre de Reina Sofía. La parada de ayer estuvo presidida por el teniente general del Aire, Ignacio Alfaro Arregui, actual presidente de Ia Junta de Jefes de Estado Mayor, organismo que constituye el primer eslabón de la cadena de mando militar conjunto de las Fuerzas Armadas españolas.En el regimiento de la Guardia Real, que tiene su acuartelamiento en El Pardo, se han integrado unidades de los tres ejércitos. El primer grupo lo forman secciones de fusileros, alabarderos y el escuadrón a caballo, junto con una compañía mixta de motos, perros guías y la unidad de control militar (UCM), equivalente a la policía militar de otras unidades.

El segundo grupo lo componen tres compañías: la primera, del Ejército de Tierra; la segunda, de Infantería de Marina, y la tercera, del Ejército del Aire. Los soldados ingresan voluntarios con un compromiso de dos años y luego en diversa proporción se integran en el contingente de guardias reales profesionales. En la parada de ayer estaba ausente la primera compañía porque se encuentra en período de instrucción y aún no ha jurado bandera. El tercer grupo es el logístico y en el se encuadra también el servicio de Artillería.

Observando el perfecto estado de revista de sus hombres y la vibrante marcialidad de sus evoluciones, a los sones de himnos y marchas cuidadosamente ejecutados por la banda de música, recordaba el relato de Rafael Sánchez Ferlosio sobre la batalla de las Termópilas, en el año 480 antes de Jesucristo. La víspera de la batalla, el persa Jerjes envió algunos hombres para que espiaran el comportamiento de los trescientos espartanos que defendían, junto a su rey Leónidas, el paso de las Termópilas. Al regreso, Jerjes les preguntó:

«Qué hacen los espartanos?»

«Se están peinando», le dijeron.

Precisión no teatral

Y Jerjes comentó: «Entonces es que van a batirse hasta morir».Cuando tantas veces la uniformidad, el estado de policía de los acuartelamientos, el tejido descolorido de las banderas señalan un estado de abandono desalentador, la parada militar de ayer en el Cuartel del Rey, sin estridencia ni acartonamiento alguno, con precisión, pero sin teatralidad ni amaneramiento, brindó un espectáculo de gran belleza, de esos que reconcilian a quienes lo contemplan con el hecho de ser españoles. Es una contribución en línea con aquellas palabras del mensaje de fin de año de don Juan Carlos, donde se refería a la recuperación del orgullo de ser españoles.

Aún hace pocos meses una destacada autoridad militar, en un acto solemne, recogía una cita de Ortega en su España invertebrada, en estos términos: «Lo importante es que el pueblo advierta que el grado de perfección de su Ejército mide con pasmosa exactitud los quilates de la moralidad y vitalidad nacionales». El regimiento de la Guardia Real es un buen ejemplo, cuyas enseñanzas habrán de difundirse para que el pueblo llegue, a advertir lo que Ortega señala.

Lástima que una vez más, como empieza a ser habitual en los actos castrenses desde el 23-F, los informadores fueran aislados para evitar cualquier contacto con los jefes y oficiales.

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