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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

No había tregua terrorista

EL COMANDO de ETA encargado de hundir el destructor Marqués de la Ensenada ha fracasado en sus planes, pero ha dado la razón a quienes temían que la relativa pasividad terrorista de los últimos meses, rota esporádicamente por algunos atentados contra personas y por la voladura de instalaciones de Iberduero, no fuera una tregua política, sino una pausa técnica.

Los expertos opinan que sólo un error de cálculo en la instalación de la carga de Goma 2 libró al destructor de saltar por los aires, como consecuencia de la explosión de su santabárbara, con su tripulación de casi trescientos hombres a bordo. Es probable que este salvaje atentado haya sido la primera de las operaciones con las que ETA, debilitada en sus apoyos sociales, golpeada en sus redes informativas, obstaculizada en el paso de las fronteras y más vigilada ahora en el santuario francés, intenta recuperar el terreno que se le escapa bajo los pies. La voladura del buque insignia de la flota del Cantábrico hubiera garantizado a los terroristas esas primeras planas mundiales a cuya consecución subordinan la muerte de cientos de hombres, el dolor y el sufrimiento inherente al terrorismo y la eventualidad de que sus encadenados crímenes sirvan de fulminante para un nuevo intento de golpe de Estado al servicio de la ultraderecha y en contra de las libertades.

El atentado contra el Marqués de la Ensenada pudo producir no sólo una tremenda carnicería entre la oficialidad y la marinería del buque, sino también hacer extensivos los estragos en la población santanderina. Los terroristas perseguían indudablemente el propósito de dar un nuevo, espectacular y sangriento golpe contra las Fuerzas Armadas. Al tiempo, sin embargo, el frustrado sabotaje será vivido también por no pocos santanderinos como una agresión decidida en el País Vasco y perpetrada en Cantabria. Desde estas mismas columnas hemos denunciado, en más de una ocasión, los enormes peligros y la escandalosa injusticia de algunas campañas basadas en la irracional asociación entre el terrorismo etarra y el conjunto del pueblo vasco, destinado a azuzar los sentimientos, los prejuicios y los estereotipos denigradores contra Euskadi. En el caso de Santander, tierra fronteriza con el antiguo Señorío de Vizcaya, atentados como el realizado el viernes parecen apuntar también a los deseos de ETA, nacidos del vértigo catastrofista, de provocar reacciones visceralmente antivasquistas a fin de aislar y convertir en blanco de iras irracionales a ese pueblo al que supuestamente pretenden defender y del que en realidad quieren convertirse en propietarios.

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El sabotaje parece mostrar también que los terroristas golpean siempre contra objetivos que suponen menos vigilados y en los que el factor sorpresa pueda jugar a su favor. Las medidas adoptadas en Madrid, durante las últimas semanas, y en el País Vasco, desde hace varios meses, para proteger instalaciones militares han disuadido probablemente a los activistas de ETA de sus planes. Resulta lógico concluir que ninguna zona o territorio español se halla libre del peligro terrorista y que es preciso redoblar las precauciones también en los escenarios en los que nunca hasta ahora había actuado la organización terrorista.

Algún día, por lo demás, los historiadores se encargarán de poner de relieve cómo los crímenes de ETA deformaron y alteraron la vida democrática española durante estos años, desviándola hacia la derecha y contribuyendo a reforzar los apoyos institucionales y sociales de los grupos ultraderechistas y golpistas.

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