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Un programa francés contra el paro

José Luis Leal

Hace unos días, el señor Mauroy -primer ministro francés- dio a conocer las líneas- generales de su plan de lucha contra el paro, suscitando a la vez esperanzas y recelos.El objetivo global de dicho programa consiste en frenar el aumento del desempleo para que éste no supere con creces dentro de unos meses la cifra de dos millones de parados. Propósito loable, sin duda, pero de carácter modesto, puesto que el número de empleos por crear -o salvar- se estima que será del orden de los 120.000 a los 150.000.

Las medidas propuestas se basan en un razonamiento simple: puesto que el empleo será escaso en los próximos meses, conviene repartirlo lo mejor posible entre la población activa. De ahí las dos propuestas básicas del programa: la primera consiste en acordar una prima especial a las empresas que contraten jóvenes en sustitución de aquellos trabajadores que acepten una jubilación anticipada (55 a 56 años); la segunda consiste en primar a las empresas que reduzcan fuertemente los horarios de -trabajo con vistas a crear nuevos empleos. Junto a estas medidas -cuyo coste se estima que debería situarse entre 30.000 y 50.000 millones de pesetas- se articulan algunas otras de menor importancia, como los «empleos de utilidad comunal» para los jóvenes o las jubilaciones a tiempo parcial.

España ya experimentó

Algunos de estos programas ya han sido experimentados en otros países, incluido el nuestro, con unos resultados difíciles de establecer. Es casi imposible saber si la empresa que contrata un joven y recibe una subvención por ello ha realizado la contratación a causa de la subvención o si se ha beneficiado de ésta por una decisión que, de todas maneras, pensaba tomar.

Las medidas adoptadas parecen relativamente modestas, soslayando dos aspectos esenciales de un programa de empleo. El primero consiste en esclarecer los mecanismos que susciten -en su caso- un aumento de la inversión creadora de puestos de trabajo, tanto en el sector público (de gran importancia en Francia) como en el privado. No constituye un síntoma esperanzador el recelo con que han acogido el programa las pequeñas y medias empresas.

Respuesta a la tecnología japonesa

El segundo aspecto, más de fondo, es la respuesta al desafío tecnológico japonés. Cabe la posibilidad de que la redistribución de la demanda de trabajo existente no sea neutra en términos de productividad y, más importante aún, que la protección del mercado de trabajo sea el primer paso hacia la protección global de la economía. De hecho, ya empieza a hablarse en Francia de limitar las importaciones a aquellas que sean esenciales para la producción.

Los próximos meses dirán si las autoridades francesas consiguen escapar a las sirenas proteccionistas y si continúan el importante esfuerzo tecnológico que sus predecesores iniciaron. La adecuación de las exigencias tecnológicas a la realidad de un paro creciente implica alguna forma de concertación social. Es en este terreno donde el actual Gobierno francés posee bazas que sus predecesores no poseían. Esperemos que sepa utilizarlas con imaginación y realismo.

es economista y ex ministro de Economía.

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