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Otro lamento universitario

Los que nos dedicamos a la enseñanza universitaria tendemos a magnificar la importancia de esa larga y profunda crisis que padece la universidad y consiceramos que esa crisis es uno de los grandes males de la sociedad española. En todo caso hay una clara unanimidad en que las cosas no pueden seguir así y esto se ha dicho desde planteamientos ideológicos muy diversos. Sin embargo, los meses y los años pasan rodeados de nuevas esperas, de nuevos rumores, de nuevas ineficacias. Cuando entre universitarios se habla del proyecto de ley de Autonomía Universitaria, casi siempre se producen dos preguntas irónicamente inevitables: ¿A qué proyecto de ley te refieres?, ¿pero tú crees que alguna vez se aprobará una ley de esta clase? El hecho lamentable y trágico es que vamos a comenzar un nuevo curso académico y estamos en la misma situación de desconcierto, de desilusión y de impotencia que hace ya muchos años. Por ello no sobra -aunque seguramente sirva para muy poco- que hagamos una reflexión más, un nuevo lamento universitario.El lamento se justirica con un elemental realismo: la universidad no tiene para el Gobierno y la oposición la importancia social y política que los universitarios -tal vez ingenuamente- le asignamos. La crisis de la universidad es contemplada por la clase política con sospechosa serenidad, tranquilidad o parsimonia. La universidad no ocupa un lugar preferente en la lista de urgencias políticas del Gobierno, ni de la oposición. Se puecle comprender y aceptar que el paro, el terrorismo o la crisis energética sean cuestiones más urgentes e incluso más importantes. Los partidos políticos podrán contestar a esta crítica con una minuciosa enumeración de las cosas que han hecho o dicho sobre la universidad. No faltaría más. Pero la auténtica realidad es que, por fas o por nefas, se pasan unos a otros la pelota y nada efectivo se ha hecho. Han transcurrido ya casi dos años desde que comenzó la nueva situación política y la universidad sigue regida por las mismas leyes franquistas y hundiéndose cada vez

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es catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad de Granada.

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