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La caída del Gobierno belga, provocada por el conflicto entre flamencos y valones

Soledad Gallego-Díaz

El rey Balduino de Bélgica inició ayer los contactos con los partidos políticos para intentar resolver la nueva crisis gabernamental -la sexta desde las elecciones generales de 1978- sin tener que recurrir a la convocatoria de unos comicios anticipados.

La caída del Gobierno de coalición, presidido por el democristiano flamenco Mark Eyskens, fue provocada por diferencias sobre las ayudas que deben proporcionarse a la siderurgia valona (francófona), pero en el fondo subyace un grave y prolongado conflicto de intereses entre las dos comunidades que integran el reino: francófonos y flamencos. Los sindicatos valones se han lanzado ya a pedir la creación de un Estado federal, en el que cada uno "sea dueño de su propia casa".Las continuas crisis por las que atraviesa Bélgica responden más que a un enfrentamiento ideológico a una guerra institucional, que opone, cada día con mayor acritud, a los cinco millones y medio de flamencos y a los cuatro millones de francófonos. Un conflicto comunitario que no se resolverá con unas nuevas elecciones, porque los resultados serían, poco más o menos, los mismos de 1978.

La mala situación económica de Bélgica -el país miembro de la CEE con mayor índice de paro- y los inevitables planes de austeridad acentúan, además, la desconfianza entre los dos pueblos belgas. Los francófonos, que dominaron la Administración durante muchos años y que se ven ahora desplazados por los flamencos, más numerosos y más ricos, parecen especialmente tener la sensibilidad a flor de piel.

Un caso claro es el informe de la siderurgia valona (el complejo Cockerill-Sambre, cerca de Lieja y Charleroi), que ha sido el detonante de la caída de Eyskens, cuando sólo llevaba cinco meses al frente del Gabinete.

Los socialistas francófonos (PS) estimaron que los democristianos flamencos congelaban la situación y preveían un plan de salvamento casi ficticio, en beneficio de la industria flamenca y de las buenas relaciones con la Comunidad Económica Europea y con la República Federal de Alemania. La reacción fue fulminante: el PS bloqueó toda la actividad gubernamental mientras que no se resolviera satisfactoriamente este problema.

La solución de la crisis se prevé difícil. El rey puede intentar que se forme una nueva mayoría, sumando tal vez a los liberales, que cuentan con 37 escaños, que con los 57 de los flamencos y los 25 de la democracia cristiana francófona, supondrían 119, sobre un total de 212. Ello significaría dejar fuera a los socialistas, en sus dos ramas, lo que, dada la situación económica del país, parece inviable. Si los esfuerzos resultan inútiles y las elecciones generales (que se celebrarían el 8 de noviembre) quedan descartadas, el rey Balduino podría decidirse a intentar un Gobierno de tecnócratas, pero esta solución aparece- a los ojos de muchos como un golpe a la democracia que los partidos no pueden consentir. Mientras tanto, el Gobierno continúa con sus funciones.

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