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La economía española, ante la crisis de las divisas europeas

La fortaleza que ha ido adquiriendo el dólar desde el final del proceso electoral que dio la Presidencia de Estados Unidos a Ronald Reagan tiene su base fundamentalmente en los elevados tipos de interés posibilitados por una política monetaria de corte restrictivo y en un conjunto de expectativas que apuntan hacia la recuperación de la economía de aquel país a corto plazo.Las decisiones del Banco de la Reserva Federal elevando paulatinamente el tipo de descuento desde el 13,5 % hasta el 16 % en los últimos meses y las declaraciones de su presidente Paul Volcker ante el Congreso prueban la firmeza del intento de moderar el crecimiento de la oferta monetaria, y por otro lado, el programa de política fiscal claramente expansivo recientemente aprobado revela, de forma patente, el objetivo de reactivar la economía norteamericana al potenciar la demanda privada de consumo y de inversión.

La posición de fuerza de la divisa norteamericana provocó paralelamente movimientos en sentido inverso en los cambios de las divisas europeas, depreciándose éstas en torno al 20% en los siete primeros meses del año. El marco alemán perdía un 19,2% frente al dólar, comportándose como la divisa menos débil de las del sistema monetario europeo, y la lira italiana se depreciaba en un 22,8%.

Por su parte, la evolución de la peseta era muy semejante a la de las monedas comunitarias, y su valor en términos de dólar caía entre este mismo período un 22,9%.

Reacción de las autoridades monetarias

La depreciación de los típos de cambio ha dado origen en todos los países de la Europa occidental a un deterioro de la relación real de intercambio, al elevarse los precios de las mercancías importadas, y ello ha incidido negativamente sobre el crecimiento económico y ha perjudicado el equilibrio exterior.

Por otro lado, las autoridades monetarias, en un intento de frenar la caída de las entradas netas de capital en sus respectivos países, al enfocarse el mercado financiero internacional hacia el área del dólar, adoptaron la decisión de elevar sus tipos de interés aun corriendo el riesgo cierto de retrasar la esperada reactivación. Asimismo se adoptaron controles más rígidos sobre el crecimiento de las disponibilidades líquidas ante el temor de sufrir una aceleración de la espiral inflacionista, e incluso, como en el caso de Italia, se establecieron medidas financieras destinadas a reducir el volumen de las importaciones.

Todas estas políticas han conseguido en el momento actual estabilizar los tipos de cambio respecto al dólar, si bien no parece probable antes de final de año un retorno a los niveles de paridad existentes en la época del Gobierno Carter. Los tipos de interés norteamericanos no disminuirán de manera apreciable inmediatamente, aunque la polémica dentro del equipo de asesores presidenciales, entre los monetaristas a ultranza -Volcker-, los partidarios de la economía de oferta -Laffer y Wanniski-, y los monetaristas moderados -Donald Regan-, ya se ha desencadenado a favor de su reducción y a pesar de las presiones de sectores determinados -la construcción, por ejemplo-, en esta misma dirección. Ciertamente, las altas tasas de inflación norteamericanas -1,2 % el pasado mes de julio- tampoco colaboran a ello.

Economias europeas: evolución reciente

Las nuevas condiciones mónetarias han provocado un deterioro de la actividad económica en el segundo trimestre del año, dilatando hasta 1982 las esperanzas de reactivación existentes a principios del actual. Francia es el país que ha acusado en mayor medida los efectos de estas condiciones, con tasas de crecimiento del PIB negativas en el conjunto, del pasado semestre -según estimaciones del INSEE-, una tasa de desempleo del 8,4% en junio y el 1,7% de elevación en el índice de precios al consumo en el mes de julio.

En la República Federal de Alemania la producción industrial se sitúa en junio el 1,9 % por debajo de la obtenida el año anterior, siendo el sector de la construcción el más afectado de la crisis, ya que sólo utiliza el 60 % de su capacidad. El desempleo en este país aumentó un 46 % entre los meses de julio de 1980 y 1981, y la tasa de inflación subió ligeramente, situándose en un 5,8 %.

Las tasas de disminución del índíce de produccíón índustríal en el Reíno Unído e Italía son también suficientemente expresivas de la escasa actividad económica de estos países en el segundo trimestre de 1981 -el índice de mayo en el Reino Unido cae 0,98 puntos respecto al mes anterior, siendo su nivel el más bajo de la actual recesión, y el correspondiente a Italia se sitúa, en el mismo mes, un 5,7 % por debajo del nivel de mayo de 1980-. La elevada tasa de paro del Reino Unido -el 11,8 % de la población activa en julio- es de tal gravedad, que Margaret Thatcher se ha vísto obligada a diseñar un nuevo programa de empleo juvenil, con una dotación de setecientos millones de libras.

Italia, por su parte, ha sufrido en el primer semestre del presente año una tasa de inflación media mensual del 1,5 %.

Estos datos confirman que la depresión se mantiene en la Europa comunitaria y que todavía los graves desequilibrios interiores, en términos sobre todo de inflación y paro, siguen causando intensas preocupaciones a los responsables de la política económica.

Efectos de la crisis financiera internacional

Durante la primera mitad de 1981 la economía española se ha continuado manteniendo en el tramo recesivo del cielo económico sin que haya llegado a observarse en nuestro país la ligera reactivación que durante el primer trimestre tuvo lugar en la generalidad de los países industrializados.

Después de que el primer trimestre de 1981 revelase el estancamiento de la actividad industrial y los efectos de una meteorología adversa en el expansivo sector primario de 1980, la actividad productiva en el segundo trimestre del presente año sigue estancada, sin que el consumo ni la inversión hayan ayudado todavía a iniciar el despegue.

Según los indicadores disponibles, el escaso ritmo de actividad económica en el primer semestre se confirma: el consumo de energía eléctrica crece en este período un 0,8%, cifra notablemente inferior al incremento medio de 1980, un 3,3 %; la matriculación de automóviles ha disminuido en el período enero-mayo de 1981 casi un 10%, y la de camiones, un 20%, respecto a las matrículaciones realizadas en el mismo período del año anterior, y las encuestas de coyuntura industrial siguen arrojando niveles negativos en la cartera de pedidos, y el nivel de producción del total de la industria, y niveles de contratación cada vez más bajos en el sector de la construcción.

Retraso en el impacto de la crisis mundial

Por otro lado, la tasa de desempleo procedente de la encuesta de población activa del INE se sitúa en un 14% en junio, con un total de 1.783.500 parados, mientras que el déficit de la balanza por cuenta corriente se sítúa muy por encima de las previsiones oficiales, siendo de casi 600.000 millones de pesetas al final del segundo semestre del año, y la tasa de inflación anual medida sobre datos del índice de precios al consumo en julio era del 14,3 %, similar a la del año anterior.

Estos datos manifiestan con claridad que la posición de la economía española ha recogido todavía con escasa agudeza los efectos depresivos de las condiciones monetarias que han dominado el entorno internacional en el segundo trimestre del año y que posiblemente ellas se harán notar en el segundo semestre del año, dado el habitual retraso con que la economía española recibe el impacto de los sucesos exteriores.

Ahora bien, donde el paralelismo es más notorio entre la economía española y la europea es en materia financiera, ya que en nuestro país se viene manifestando la tendencia de los tipos de ínterés al alza, y concretamente, en el precio del dinero interbancario, que alcanzaba en la segunda decena del mes de junio un tipo medio diario del 19 %.

El íneremento de los costes financieros de la empresa española, que serán la consecuencía dírecta del endurecimiento de los mercados financieros, provocará mayores dificultades a la reactivación de la economía española, que sólo podrá atenuar la moderación de los costes salariales.

es catedrática de Economía Política y Hacienda Pública y vicerrectora de la Universidad de Alcalá de Henares.

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