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Un forcado solo ante el peligro

Plaza de Las Ventas. 30 de agosto. Corrida mixta. Dos toros de Infante de Cámara y dos de Moreno de la Coya, con trapío, difíciles. Ricardo Chibanga: estocada atravesada (vuelta protestada). Siete pinchazos. estocada atravesada, aviso y rueda de peones (silencio). Manolo de los Reyes, que confirmó la alternativa: dos pinchazos (silencio). Bajonazo (silemio). Un toro de Infante de Cámara y otro de Palomo Linares, mansos, para rejones. Joaquín Moreno Silva: palmas y pitos. Varela Crujo: vuelta. Los forcados Los Lusitanos, ovación y vuelta.Los pelos de punta nos ponía el forcado José Rocha cuando, en el cuarto toro, salió él solito, solo ante el peligro, para hacer la pega. «iJe, touro! », y no sé cuántas cosas portuguesas más le decía al touro, y se cimbreaba en los medios, delante de la cara fósca del animal, como si no pasara nada, como si no fuera a pasar nada.

En el público, un estremecimiento, la respiración contenida, pero no todo el rato que duró la pega, pues nos hubiéramos muerto de asfixia (duró mucho). Bueno, morir por morir, quién sabe, estábamos muertecitos de miedo, aterrados: ¿qué va a ocurrir? Circulaban apuestas sobre el número de pedazos en que partiría el touro a ese forcado bravo. Pero el touro no se arrancaba, manso que era y perplejo por la osadía humana, que no conoce límites. Decía: «Algo pasa. Cuando ese tío viene de cara, paseando como si estuviéramos en la Gran Vía, algo pretende, nada bueno será. A lo mejor es Agapito, con su puntilla escondida en la faja, disfrazado de forcado. No me fío». En un terreno, en otro, citó José Rocha (liberamos varias veces la respiración contenida, para no fenecer) hasta que el touro se arrancó, pegó el testarazo brutal, lo recibió de lleno el forcado, que se agarró a los cuernos y quedó adherido a la cara de la bestia como una lapa, aguantó así el violento zarandeo, y al Fin el resto del grupo salió a la arena y ayudó a reducir a la fiera. El público saltó de sus asientos y estalló en una ovación de gala.

En el primer toro, los forcados actuaron en grupo y estuvieron muy bien. En la primera pega el toro, que derrotaba alto, le alcanzó con un pitonazo terrible al pegador de caras en el pecho y temimos que iba a echar el pulmón por la boca. Otros dos forcados rodaron por la arena. Volvieron a la carga. Ludovino Ferreira, un subalterno portugués de porte distinguido y cara de senador, llamó la atención al toro, que se volvió, y aprovecharon los forcados para ganar terreno y citar. Esto permitió sorprender al manso en su inmediata arrancada y reducirlo. Gustaron los portugueses.

Naturalmente, no a todos. Hay a quien no le gusta esta modalidad taurina, pues dice preferir la media verónica crujiente o el natural hondo con perfumes de gloria gitana. Qué tendrá que ver. Es otra suerte, no excluyente de la lidia. En cualquier caso, se trata de un espectáculo de primer orden, peligroso y meritísimo, aunque no irracional o suicida, ya que cada pega tiene su técnica adecuada a las condiciones del toro. Forcados vengan, que los hay muy buenos en Portugal, como estos del domingo, o como los Amadores de Lisboa del legendario Barreto, el cual, en sus tiempos mozos, llegó a pegar no ya de cara, sino de espaldas, y hay algunos que han seguido su escuela.

Joaquín Moreno Silva y José Francisco Varela Crujo, rejoneadores, tuvieron toros mansos y difíciles con los que desarrollaron una aseada labor, dentro de lo que cabía, en aquellas circunstancias.

En realidad, todo toro que salió por los chiqueros el domingo fue difícil. De gran presencia, serio y armado, el género bovino hizo casi imposible el normal desarrollo de ese toreo de los dos pases que hoy se lleva. Aunque aplomado, únicamente embistió el primer toro del negrito Chibanga, el cual dio muletazos de rodillas relajado y valiente, y de pie instrumentó una decorosa faena por redondos y naturales. El quinto, uno de los toros más aparatosos que se hayan lidiado en esta plaza durante la temporada, desarrollaba sentido, y Chibanga pasó muchos apuros para quitárselo de en medio.

Esa mole, de enorme poder, estrelló al caballo contra las tablas y luego le metió el pitón por el bullarengue. El caballo reaccionó como deben reaccionar los caballos decentes y raciales y, decidido a que no le volvieran a hacer fechorías contra natura, tiraba coces cada vez que olía un toro cerca. Como lo sacaron para picar al sexto, el sexto pagó las culpas ajenas: alcanzado por una coz, quedó inútil para la lidia y se desmoronó en el último tercio. Manolo de los Reyes sólo pudo estoquearlo. Lo propio tuvo que hacer con,el toro de la alternativa, que se negaba a embestir. Inédito Manolo de los Reyes en este día crucial de su confirmación; seguramente será justo darle otra, oportunidad. Pero, sobre todo, debe volver José Rocha, ese bravo pegador de caras que sale solo ante el peligro. Su valor es inaudito.

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