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Milans del Bosch, uno de los presuntos jefes de la conspiración golpista, injuria gravemente al teniente general Gutiérrez Mellado

El teniente general Jaime Milans del Bosch, capitán general de la III Región Militar (Valencia) durante el intento golpista del 23 de febrero y presunto jefe de la conspiración -el fiscal militar ha solicitado para él treinta años de reclusión como autor de un delito de rebelión militar-, ha dirigido al teniente general Manuel Gutiérrez Mellado, en aquellas fechas vicepresidente primero del Gobierno, una carta injuriosa, de la que ha remitido copias a varios medios de comunicación social. Aunque a EL PAÍS no llegó, la reproducimos para información de nuestros lectores.«No puedo empezar esta carta con el encabezamiento normal entre militares, de "mi querido amigo y compañero", porque a ti no te considero ni amigo ni compañero; pero, además, tendría que cambiar el adjetivo de querido por el de "despreciable", que es lo que realmente siento por ti y que, a fuer de ser sincero conmigo mismo, tengo que decírtelo.

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Te escribo indignado -aunque no sorprendido, pues de ti se puede esperar todo- después de leer en los periódicos tus declaraciones. Está muy claro que ni yo ni nadie puede recibir lecciones de ética militar de ti, por la sencilla razón de que no la conoces. Quiero pensar que estás loco, lo que justificaría, de algún modo, tus muy frecuentes e histéricas reacciones, que todo el mundo conoce y que quizá esta carta también te pueda provocar.

Decía que ni yo ni nadie podíamos admitir lecciones de ética militar de ti, pues ¡cómo se pueden admitir de quien -siendo oficial-, la única vez que ha combatido, en vez de hacerlo al frente de sus tropas y frente al enemigo, lo ha hecho de la sucia forma de los espías; de las dos caras; de la puñalada por la espalda! ¿No es así cómo luchaste en lo que yo llamo guerra de liberación y ahora se suele conocer por guerra civil? Es decir, luchamos en el mismo bando, pero de forma bien distinta: yo, al frente de unidades de la Legión; tú, desde dentro del bando rojo o republicano, como quieras llamarlo. Y muchas y muy importantes "fechorías" debiste de hacer cuando no solamente creo que tienes el "valor reconocido", sino que, según se dice (es vox populi), tú mismo te propusiste para una importante condecoración, que un prestigioso general rechazó diciendo: "A un espía se le paga, pero no se le condecora".

Nuestra actitud, por tanto, en la guerra ha sido bien distinta y esa misma actitud la hemos seguido, los dos, en la paz: yo siempre de frente, de cara; tú siempre actuando en la sombra y por la espalda.

En cuanto a tu valor "reconocido", también tendría algo que decir, pues creo que es preceptivo para alcanzarlo, tres operaciones con bajas en tu unidad, o una herida frente al enemigo, o un determinado período de operaciones. No sé que tengas nada de ello; pero, en fin, algo muy importante debiste hacer en la retaguardia roja cuando te lo apuntaron en tu hoja de servicios, sin pasar, tampoco, por Rusia, Ifni o Sahara.

Podría seguir dando razones para demostrar que nadie puede recibir lecciones de ética militar de ti, y recordar muchas cosas que se dicen de tus actuaciones y que nunca han quedado suficientemente claras: Villaviciosa, Regimiento a Caballo, muerto en la carretera de Extremadura, etcétera, pero estimo que no es necesario.

Finalmente, quiero recordarte que no te debo nada. Ni ascensos ni destinos. Gracias a Dios tengo una hoja de servicios que hace honor a mi apellido y ésta es la que me los concedió. Intentar pedirme deudas de gratitud es confundirse tan torpemente como en el caso de llegarse a creer que el Ejército hubiese caído al suelo de haber caído tu persona en el desgraciado incidente del Congreso.

Espero tu reacción, que será, sin duda, de puñalada por la espalda. ¡Qué otra cosa se puede esperar de ti! Es tu forma de actuar y estoy preparado en todos los terrenos para ello. No me importa. Lo que me importa es mi honor y eso ni tú ni nadie puede mancharlo.

Te escribo esta carta al palacio de la Moncloa, pues se dice que tienes allí un despacho. ¡En qué estarás trabajando ahora! ¡Qué asco!».

P. D.

«A esta carta voy a darle la máxima publicidad. Al menos tanta como tuvieron tus declaraciones».

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