_
_
_
_
Reportaje:

Renacen las tertulias de los intelectuales en los cafés madrileños

Junto a las añejas tertulias de los cafés Gijón y Lion, que mantuvieron la tradición de los desaparecidos Pombo, Universal, El Parnasillo, El Inglés, Varela Teide, etcétera, Madrid ha asistido en los últimos meses a un renacimiento de las mismas en los cafés. Quizá los locales no sean tan de época como los citados, pero sin duda son igualmente aptos para la charla y el intercambio de ideas y palabras. Hoy es relativamente fácil tropezarse con intelectuales como García Calvo, Caballero Bonald, Octavio Paz -cuando está en Madrid-, Sánchez Ferlosio, Leopoldo Panero o Alberto Cienfuegos compartiendo mesa y café en locales como Manuela, el Café Ruiz, la cervecería Alemana, La Aurora, la librería La Pluma o La Frágula. La recuperación de las tertulias parece un hecho.

Mientras el anuncio se bambolea entre las chinchetas y la puerta cerrada del café, un chico jóven de chaqueta grande y gafitas redondas, quevedescas, el primero en llegar, silenciosamente va pasando revista a los que con él se suman a la espera. Hombres solos, pasados la treintena, mujeres solas, algún grupo con el aire progre pegado por los jerseis, algún escritor famoso, Leopoldo Panero, Sánchez Ferlosio... Y ya la cola de espera aumentada hasta casi quince. personas; un ruido de cerrojo, el descorrer de las contraventanas de madera de la fachada... y el café Manuela, en plena zona de Malasaña, se abre. Y entre periódicos, libros casi erguidos, como una señal intelectual, o sólo un pretexto para entre rótulos simular el ir solo en no ver o que no vean, los asiduos y los nuevos visitantes de la tertulia van llenando los asientos de terciopelo y las mesas redondas con patas de hierro y la curva al final del hierro típicas de café y tertulia.Cinco menos diez; las cinco; otro repaso al periódico; una página más del libro y, precedido por un remolino de pañuelos al cuello, rizos canosos y un gran bolso de cuero, a las.cinco y diez aparece el bigote circular y subido hasta la patilla, característico y hecho prisas, de García Calvo. Una disculpa por el retraso, una mirada a esas dos chicas que, primerizas en la tertulia, le usurparon, sin saberlo, la mesa, y casi el protagonismo o el perfecto centro para la sonoridad y visibilidad de las dos salas, del café, entre "hoy continuaremos donde nos quedamos el miércoles pasado, en la temática de relación enunciada como uno no es el otro, erítonces, partiendo de la definición de a no es b...", en un lenguaje de lógica filosófica y casi absoluto silencio, el conferenciante y la tertulia empiezan.

Enlazar con una vieja tradición española

García Calvo, un dedo junto a la sien, otro bajo la nariz, otro bajo la barbilla, una ironía refinada como réplica y su voz repartida entre más de cuarenta personasentre ecos de silencio, desde ese espacio público de café, o casi su tribuna, sigue paseando su chaleco marrón con adornos amarillos y otras veces una casulla.

Entre paseos peripatéticos y socráticos que casi le terminan de encarnar esa imagen un poco esperpéntica del poeta Alberto A. Cienfuegos, que, desde otro café una noche entre ritos de luna llena, y una escoba al mejor poema o un cencerrazo a los peores, á finales de los años sesenta y hasta los setenta, reunió a todo el Madrid literario y bohemio en la Ballena Alegre, en los sótanos del Lion y al amargor del café. Entre los posos de una charla asonantada o, mejor, al sabor noctámbulo del sangriento y romántico vino oscuro, que, enlazando con esa tradición heredada del XIX y de los románticos franceses, y pasando por Oscar Wilde en el Royal inglés, por Goethe y lord Byron en el café Greco, de Roma, por Sthendal en el Florián veneciano, y en Madrid por La Fontana de Oro, El Parnasillo, El Inglés, el café Varela... Y, principalmente, por el café Pombo, el Universal, el Levante, la Montaña... hasta los seis de la puerta del Sol, hicieron posible el contacto directo, y durante más de un siglo entre estéticas y poetas. Entre consagrados publicados y novísimos casi separados solamente por oír o hablar, o, por ese espacio entre dos sillas de café.

Crear entre cafés

Y, mientras Ramón Gómez de la Serna, hace años en el café Pombo, concentraba su tertulia,y las frases entre el líquido oscuro y luego aristócrata del ingenio, entresacaba greguerías de la taza, mientras varias señoritas rentistas, mirando, en la única tertulia que permitía la presencia de mujeres, a sorbitos cortos se iban terminando su horchata de arroz..., en otro café, en el Gijón, un grupo de poetas jóvenes, conexionados con Radio Nacional, vuelven a la idea del café. A relanzarla desde sus mesas y, mejor que conocerse en recitales y actos públicos, acalorarse de poesía entre el vino y el café del Gijón. Entre esas resacas de pintores, escritores y actores que, desde 1888 en que se inauguró el café, continúan llenándole el currículo y los asientos rojos.

Y mientras, en una mesa esquinada entre dos ventanas, Gerardo Diego, Ramón de Garciasol, Azcoaga, García Pavón..., alguna, vez Cela, Buero Vallejo, José García Nieto, desde hace más de veínte años, y día a día, entre los ojos silenciosos de Gerardo Diego, alargan su tertulia hasta las seis, y entre anécdotas repetidas en otra mesa, casi cualquiera, José R. Ripoll, Vicente Presa, Fernando Beltrán, Pepe Infante..., autodefinidos poetas jóvenes, empiezan a hablar de poesía.

Entre platos de comida de cita, también los miércoles, que, con el "sensismo" por debajo y como teoría, les acalora las palabras en más que hacer otra tertulia formar incluso una generación literaria. Y entre el proyecto, una frase de José Ramón Ripoll: "Antes hemos pasado una época de actos académicos y multitudinarios, donde la gente iba a hablar y sólo te podías conocer a nivel profesional, no de tornar un café juntos, en una mesa o al lado de una botella de vino, como nosotros queremos hacer". Que casi explica esa vuelta al café como un empezar a conocer los esfuerzos nocturnos e individuales bajo cada flexo. O sorbos de café, y entre un vaso de vino quizá cotidianizar un poco esa imagen aureolada del artista. Y más café; y entre el café, la charla; volver a resucitar ésa fórmula de contacto artístico especialmente extendida con el Romanticismo.

Confianza en el diálogo colectivo

"Esas reuniones son casi un curso; se trata de romper la contraposición entre función académica y una tertulia de mera charla. Lo hago porque todavía me queda alguna confianza en el diálogo y, dentro de las posibilidades que ofrece, lo prefiero multitudinario a uno o dos". Y García Calvo, un paso para acá, otro para allá, y la mano izquierda casi simiesca, girando a alborotar los cabellos del occipital derecho, casi termina de establecer el diálogo de él a todos, y de quien quiera a él. Ypasadas las seis de la tarde, y casi al final de la tertulia, el problema de relación enunciado como "a no es igual a b", sin agotarse, y pospuesto para el miércoles siguiente, casi termina de resolverse por los asientos de terciopelo y los oyentes. Con una invitación postertulia, o quedar para la próxima o, sobre todo, en una praxis de charla y periódicos doblados.

Y ya saliendo del café Manuela, en otro bar, La Frágula, un nuevo anuncio de tertulia guiña los ojos desde la puerta. "Filosofía de la ciencia, los martes a las ocho". Escrito en rojo y a rotulador y en plena zona«de Malasaña. Y quizá con Manuela, La Frágula, alguna librería, "la crema del autor", y antes, también con tertulias, el café Ruiz y La Aurora, terminar de incluir para el próximo invierno esa zona de Malasaña en la vuelta de la tertulia y el café.

En esa ruta casi clásica de los domingos por la mañana, y un poco penumbrosas del café Lion, habla Octavio Paz, y en la cervecería Alemana, de sobremesa, Caballero Bonald; y, en la librería La Pluma, José Luis Cano sigue con la revista y la tertulia Insula; y en el Gijón, tertulias íntimas, y algunas abiertas... a todas horas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_