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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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El dólar

El dólar, sol monetizado de un verano sin mucho sol, es el sol que más calienta a los financieros del mundo y el sol que no se pone en Flandes ni en toda Europa. Ya sabemos en lo que cree Reagan: Reagan cree en el dólar.Los financistas, los analistas políticos y los internacionalistas están un poco como cabreados con esta reacción brutal del dólar, espermatozoide monetario que fecunda todas las demás monedas del mundo: la peseta es hembra, la libra es hembra, la lira es hembra, la pilastra es hembra, la rupia es hembra, y hasta el franco francés es hembra, que lleva la señorita República con toda la Comuna fuera. En contra de los financistas, los analistas y los internacionalistas, a mí la violencia ereccional antiinflacionaria del dólar me parece que clarifica mucho las cosas. pues esto es virtud de los hechos simples: Reagan, por el dólar, va a de Europa, a sacrificar a sus a sus aliados de la OTAN (Tierno, con Mitterrand, ha preferido hablar del Mediterráneo, mejor que del Atlántico), a los árabes de los crudos, a los árabes en crudo y a los mercados internacionales. El dólar, como un as de oros en este tute de matute que nos traemos con los grandes bloques, la tensión internacional y el equilibrio del amor nuclear, ha saltado sobre la mesa, naipe de saloon, moneda fuerte, y sólo hay otro dinero macho en el mundo que pueda hacerle frente: el marco alemán y el rublo ruso. Mientras Europa se pierde, como siempre, en disputaciones metafísicas, y los jóvenes de Liverpool hacen movidas ideológicas, América del Norte se reencuentra a sí misma en la veneración totémica y un poco piel-roja por el dólar,

Ya tienen claro los proatlantistas fanáticos, mediante un hecho simple, un dato duro, cual es la levadura de oro, cruenta y fría, que hace posibles las místicas occidentalistas las libertades tecnologistas y las alianzas anticomunistas. Todo eso, que son fuerzas morales verdaderas y en libertad, no levantaría ninguna marejadilla ideológica en el Atlántico si no favoreciese, además, la expansión, el endurecimiento y el encarecimiento del dólar. Me lo dijo Sartre en París, que nos encontrábamos mucho en los lavabos de Libération:

-Mon petit, toda moneda es ilegal.

Sí, pero ningún pueblo ha rendido nunca a su moneda el tributo que los yanquis le rinden al dólar. El dólar, para ellos, es, naturalmente, mucho más que dinero. Es la metáfora puritana del triunfo impuro, es la cara honesta de Lincoln o Washington legitimando cualquier trato deshonesto, es, casi, la banderita mínima y portátil del patriotismo nacional, un patriotismo del dinero que se traduce en la moral del éxito. Según Mauss, Caillois y Lévi-Strauss, la mujer, para los primitivos, no era sólo mercancía, compraventa, sino también fiesta, regalo, don. Algo así como el champán, que hay que pagarlo, claro, pero se vende y se compra con voluntad de fiesta y se consume siempre en grupo. El dólar, para esos primitivos civilizadísimos que son los yanquis (nosotros no somos más que una horda con Reales Academias), tampoco es sólo dinero, transacción, sino el escudo de toda nobleza nacional. Nunca un pueblo se había amalgamado tanto con su propia moneda. El dólar es mucho más que el dólar, y de ahí -también de ahí- le viene su impulso macho.

Así se encuentra uno el mapamundi, a mediados de agosto, más o menos, de vuelta de los modestos paraísos artificiales/ personales: un hemisferio vaporizado en conferencias tan fantasmáticas como la de Madrid, y el otro hemisferio concentrado, por adhesión o sumisión, en torno del priapismo aurífero del dólar. Llamo a la cabaña del tío Todmann (Embajada USA) para saber qué hay de lo nuestro, o sea la OTAN, pero tienen puesto el contestador: «Si quiere dejar algún mensaje., meta otro dólar», dice la voz del presidente Jefferson.

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