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LAS VENTAS

En línea de torería

El Cesterito está en línea de toreria y su apodo también. Que un torero, a estas alturas, se llame Cesterito supone reavivar añoranzas de la tauromaquia añeja. Otro se debería llamar El Buñolero. Y el chulo-toriles, Chulo Toriles. En esta hora de pegapases seriados conviene desempolvar todo lo que tenga un asomo de torería, de momento no importa que sea ancestral o por ahí, para devolverle color, sabor y olor a la fiesta.La fiesta debe ser como fue siempre -tan brava, tan quintaesenciada, tan personal, tan alegre y dramática, tan contradictoria-, y lo que la promocione, en avanzadilla hacia el siglo XXI. Porque, por ejemplo, está bien que el día de la Paloma haya en Las Ventas corrida, y después regalos y verbena, pero si no se entera nadie -como ocurrió, porque apenas lo anunciaron- lo mismo habría sido que cerraran la plaza.

Plaza de Las Ventas

16 de agosto. Novillos de El Almendral, desiguales de presencia, aunque con trapío (salvo los dos primeros), astifinos, mansos y, con problemas. Fernando Galindo: pinchazo, achuchón cuando intenta el descabello y estocada (silencio). Media aguantando, primer aviso con retraso, pinchazo hondo contrario, once descabellos, segundo aviso y ocho descabellos más (silencio). Lucio Sandín: estocada corta y once descabellos (algunos pitos). Dos pinenazos, estocada corta atravesada y tres descabellos (silencio). Cesterito: estocada atravesadilla y dos descabellos (aplausos y salida al tercio). Media delantera perpendicular atravesada y descabello (aplausos).

De manera que Cesteritos vengan, y con ganas de hacer el toreo, que éste las tiene y lo demuestra tanto con el capote, pretendiendo dirigir la lidia, ganando terreno en los lances a la verónica, etcétera, como con la muleta, que maneja con técnica clásica, aquella de cargar la suerte y mandar en el viaje. En su primero consiguio, de esta guisa, unos redondos muy interesantes, en la largura que permitían los tan cacareados y hoy casi olvidados tiempos de parar-templar-mandar. Con la izquierda se acopló menos, quizá porque aún no tiene soltura. Es un novillero, claro. En el sexto, de media arrancada, estuvo voluntarioso y de cuantos pases intentó destacaron un improvisado molinete con la izquierda y un hondo macheteo a dos manos.

Está en línea de torería Cesterito y hay que subrayarlo por cuanto tiene de esperanzador que los novilleros empiecen a perder la referencia de los aburridos y seriados pegapases, para fijarla en los maestros que construyeron la tau romaquia. En realidad, la mayor parte de los novilleros está en el camino del buen toreo. Luego les sale, no les sale. A Galindo y a Sandín les salió más bien poco. Galindo tiene en su haber la serie dad con que aguantó la noble, pero a su vez fuerte, embestida por el pitón izquierdo del cuarto novillo -ejemplar de trapío, casi toro-, el cual era un manso declarado que llegó sin suficiente castigo al último tercio. Sandín, un par de do bladas en su primero.

Ambos pusieron voluntad en todos los tercios (Sandín también banderilleó, aunque muy mal), y participaron en la brega. Sucedió, sin embargo, que apenas lograron lucimiento, pues la novillada salió con mansedumbre y siento, y los problemas que en conjunto planteaba eran excesivos para los novilleros. Ya cuajarán, si es que está escrito que cuajen.

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