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Ante las próximas elecciones generales es indispensable elaborar una nueva normativa

Las altas tasas de abstencionismo en España y el actual período de indeterminación política, especialmente grave como advertencia al sistema democrático a partir del 23 de febrero de este año son aspectos analizados en el curso que sobre la reforma del sistema electoral español se ha celebrado en la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo, de Santander, bajo la dirección de Alejandro Muñoz Alonso. Las conclusiones principales del debate, en el que, además de políticos, han intervenido constitucionalistas, sociólogos e historiadores, podrían concretarse en la afirmación de que ante las elecciones de 1983 es indispensable una nueva normativa electoral, prevista ya por mandato constitucional, y en que los defectos técnicos del decreto-ley de 1977, aplicado en las consultas de 1977 y 1979, superan a los defectos políticos.

Si la política es esencialmente comunicación entre gobernantes y gobernados, el sistema electoral debe funcionar como un mecanismo de comunicación entre ambos, de tal modo que el criterio básico de valoración de un sistema electoral consiste, en opinión del director del curso y, profesor de la Universidad Complutense, Alejandro Muñoz Alonso, en su capacidad para comunicar al pueblo y las instituciones. En ese sentido. el abstencionismo, el desencanto, las crisis de legnmidad, son manifestaciones de advertencia al sistema democrático.Pero las altas tasas de abstencionismo no son nuevas en España. El catedrático de Derecho Político Manuel Martínez Cuadrado estudió las existentes en los períodos anteriores a 1923 y durante la II República, superiores al 30% y advirtió en todo caso que el sentido del abstencionismo es muy diferente en los países anglosajones, con larga tradición democrática, en los que una tasa alta no pone en cuestión el sistema político, frente a lo que ocurre en la Europa continental, donde tasas elevadas de abstención es sinónimo de debilitamiento del sistema. En el caso de España, con dos elecciones generales desde 1976, dos referendos nacionales, una elección local y varios referendos regionales, así como dos elecciones de comunidades autónomas, el creciente abstencionismo refleja un grado de alejarniento crítico del sistema de poder por parte de casi la mitad del cuerpo electoral.

Contra el voto obligatorio

La trama de la reforma del sistema electoral, para atenuar los demoledores efectos de tan altas tasas de abstencionismo, no pasa según el profesor Martínez Cuadrado, por la introducción del voto obligatorio como se hizo en España en 1907,con efectos negativos; ni por la modificación puramente técnica de determinados aspectos de las normas electorales. Del examen de siete aspectos de la estructura electoral española, concretamente del cuerpo electoral y su evolución, el número de representantes según las diferentes escalas de poder (nacional, local, regional o, en 1984, europeo), la oferta y competencia electoral, el número de distritos y circunscripciones, la capacidad operativa de las fuerzas políticas y la atribución de puestos y escaños para conformar el sistema de poder, se extraen por parte de Martínez Cuadrado, dos conclusiones: la de que «estamos ante una crisis real que impone una política de rectificación por parte de las fuerzas políticas con o sin representación parlamentaria», y la de que la tasa de alto abstencionísmo «debe ser combatida por inedios políticos. y no sólo por reforinas semánticas que tiendan a consolidar los partidos hoy dominantes». «El sistema de partidos políticos establecido en 1977 y rivalizado provisionalmente en l979», dijo, «puede producir alternancia o grandes coaliciones, pero en todo caso el actual período de indeterminación que se fragua con el año de gran reflexión histórica. que ha sido 1981, habrá sido una grave advertencia al sistema democrático tal y como venía funcionando en los dos últimos años».Este criterio pesimista lo mantiene también el profesor de la Universidad Complutense de Madrid Jorge Esteban, que, «para un mejor desenvolvimiento de la democracia en España», ve «Indispensable» una nueva normativa electoral no sólo porque venga exigida por un mandato constitucional en los artículos 81, 68 y 69, que señalan la necesidad de una ley orgánica electoral para las consultas futuras, sino sobre todo porque el decreto-ley de 1977 tiene «insuficiencias técnicas y políticas señaladas». El profesor Esteban lamentaría el hecho de que «hasta este momento ni la oposición ni el Gobierno se han planteado seriamente la necesidad de la nueva ley electoral».

Manuel Fraga. antes de entrar en materia, insistiría en su condición de catedrático de la facultad de Ciencias Políticas y Sociales de Madrid, y apelaría a su condición de numerarlo de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, antes que a la de líder de Alianza Popular. En todo caso, las declaraciones de Fraga iban a reiterar la tesis allancista favorable al sistema electoral mayorl tarlo «por un criterio de experiencia, pues viene funcionando bien en las democracias más antizuas y, sólidas (el Reino Unido y Estados Unidos); por su sencillez (el que más votos tiene, gana); por su autenticidad representativa, con la posibilidad de conocimiento personal y directo del candidato y de luego exigirle durante todo el período entre dos elecciones; porque refuerza a las organizaciones locales de los partidos; porque da posibilidades a los verdaderos independientes, y, sobre todo, por las facultadades que ofrece a la clara formación de una mayoría de Gobierno y una oposición-alternativa».

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Sistema electoral y estabilidad

Otras cosas evidentes para Manuel Fraga son que los sistemas electorales no son establecidos por lo que Platón llamaba pastores divinos y hoy suelen denominarse conclusiones de expertos, y que todos los sistemas conocidos son, a la vez, mayoritarios y proporcionales. Citando al profesor Duverger y a sus tres clásicas leyes de que la representación proporcional tiende a la creación de partidos múltiples e independientes, la votación mayoritaria a dos vueltas (como en Francia) tiende a la formación de partidos múltiples y dependientes, y la votación por mayoría simple (como en el Reino Unido) lleva al bipartidismo, Manuel Fraga escoge el tercero de los sistemas, porque conduce «al gobierno de un partido y, por lo mismo, a un gobierno estable», y rechaza el primero porque conduce a mayorías inestables.Entrando en los problemas concretos de España, el líder de AP dijo que «es necesaria, e incluso urgente», la sustitución del decreto-ley 29/ 1977, de 18 de marzo, dictado en base a una autorización de las Cortes Orgánicas, y cuya vigencia fue prorrogada por la disposición transitoria octava de la Constitución, a los solos efectos de las elecciones de 1979. «La legislación vigente, complicada y de dificil comprensión y cumplimiento, permite una dispersión territorial de uno a cuatro (por Soria sale un diputado por 34.639 habitantes, y por Madrid por 136.422). y de más de uno a diez por partidos (hay diputados que han safido con 30.000 votos y uno con 350.000), pero no ha permitido sino la formación de elobiernos minoritarios, que duran meses, en la lucha ímproba de buscar un pacto para cada proyecto de ley o medida importante de gobierno o administración», explicó.

El problema de las listas cerradas

El representante del partido socialista, el ex diputado Miguel Boyer, estudió los efectos del sistema electoral en el funcionamiento de los partidos y de los grupos parlamentarios, señalando unos problemas que, si bien eran admisibles. en el momento de la salida del franquismo, extrapolados por un largo período de tiempo pueden debilitar considerablemente al régimen democrático.El primer problema es el de las distorsiones respecto a una representación proporcional y el de la sobrerrepresentación de las zonas menos pobladas, impuestas por el primer Gobierno Suárez como medio de mantener el predominio del poder establecido. Sus consecuencias son, por una parte, el falseamiento de la relación de fuerzas entre izquierda y derecha, pues teniendo ambos sectores el 41% de los votos. la segunda tiene el 51% de los escaños de diputados, y por otra parte, el excesivo peso de los temas locales, en detrim ento de los generales, que lleva a ineficacias, duplicación de esfuerzos y a ciertas formas de corrupción política (los diputados necesitan favores del Gobierno para apuntarse tantos locales). El funcionar el sistema muchas veces como mayoritario contribuye a aumentar las diferencias políticas entre las regiones españolas.

Otro segundo grupo de problemas nace del sistema de listas cerradas y bloqueadas que, admisible a la salida de la dictadura (como lo fue en otros países europeos), de mantenerse «acentuará las tendencias oligárquicas que tienen todos los aparatos de particio, hará prevalecer en exceso la escala de valores interna de cada partido sobre la de su electorado, anula el factor personal frente al, factor partido, somete a los parlamentarios a una disciplina de grupo en exceso esterilizante y corre cl riesgo de distanciar al Parlamento de la opinión pública».

Finalmente, del Miguel Boyer afirmó que la exigüidad de retibuciones y de medios auxiliares de los parlamentarios, si continúa, hará que a la larga sólo puedan permanecer en el Parlamento los ricos por su casa, los menos valiosos profesionalmente o los más hábiles burladores de incompatibilidades, con arave daño para la caída de la producción legislativa».

Ideología e intención de voto

El secretario de información de UCD y catedrático de Sociología de la Universidad de Madrid, Juan Diez Nicolás, coincidió en la necesidad de una reforma urgente del ,sistema electoral, poniendo el acento en las intenciones de voto en base a más de cincuenta sondeos realizados entre 1976 y 1981. De los datos obtenidos, Diez Nicolás formuló las conclusiones de que «dos españoles se han ubicado y, se ubican mayoritaria del ente en posiciones centrales, y especialmente en el centro mismo», y que el peso de quienes se sitúan en la izquierda, descontando el centro, «es aproximadamente el doble de quienes se sitúan a la derecha». Fundamentalmente debido al crecimiento del centro-izquierda, que ahora casi iguala a quienes se ubicali en el centro. Son ínfimas, según los sendeos cítados, las proporciones que se autoubican en la extrema izquierda o en la extrema derecha.Con una especial referencia a la evolución de la abstención y sus posibles causas, Diez Nicolás comparó las previsiones y los resultados de las elecciones de 1979, advirtiendo que existe una «gran relación entre la autoubicación en la escala de ideología y el voto emitido». En concreto, los votantes de AP se sitúan preferentemente en el centro-derecha y más en la cierecha que en el centro; los votantes de UCD se sitúan mayoritariamente en el centro; los del PSOE en el centro y en la izquierda, y, los del PCE se autoubican preferentemente en la izquierda, y mas en el centro-izquierda que en la extrema izquierda.

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