Polonia, en vísperas del 17 de agosto
LA LIBERTAD, la dignidad, el nacionalismo son grandes motores en los movimientos populares; pero es el hambre la tremenda fuerza que impulsa siempre las grandes revoluciones. El Gobierno y el partido único polaco llevan años regateando con el pueblo, la Iglesia y los nuevos sindicatos las cuestiones de las libertades públicas y privadas y el derecho al autogobierno, temas que incluso comparte con sus opositores en mayor medida de lo que pueden declarar o aceptar; el tema del hambre no es negociable. Cuando en las calles de Varsovia han aparecido manifestaciones con lemas claramente amenazadores -"Un pueblo con hambre se come a sus gobernantes"- han comprendido el nivel de la situación y tratan de responder con medidas de nueva dureza; primero, porque no pueden dar la comida que no tienen; después, porque, como advierte Kania, el proceso de la revolución en lugar del cambio medido puede dar lugar a "una tragedia". El hambre es siempre una cuestión política; en Polonia esta cuestión no está disfrazada. Más, que el sistema de gobierno o el régimen impuesto, lo que ha producido el hambre de Polonia es su consideración colonial con respecto a la URSS: el tratamiento de su economía como complementaria y dependiente de la de la metrópoli soviética. Indudablemente se ha endurecido la situación en los últimos tiempos como consecuencia de las presiones sindicales y populares: las huelgas, las exigencias de salarios mayores y de trabajo menor han percutido sobre esa debilidad original. Esas exigencias estaban naturalmente impregnadas de política: sólo la independencia total de Polonia y el cambio de régimen pueden llegar a mejorar la situación económica de cada ciudadano y su capacidad adquisitiva de artículos de primera necesidad. En todo caso, la situación ha empeorado: este mes de agosto ha visto reducido el suministro de carne en un 20%, una multiplicación en las filas de espera ante las tiendas de alimentos y un sombrío pronóstico de que en los próximos meses las subidas de los precios en la alimentación van a llegar a un 400%. No hay soluciones visibles que no pasen por una salida de Polonia del sistema soviético; pero cualquier intento de salida definitiva puede estar penalizado con una intervención soviética. La URSS tampoco ve que lo que puede considerarse como mucha moderación en el tratamiento del tema polaco la está produciendo ninguna clase de beneficio en la esfera in ternacional. Los datos de guerra fría se acumulan -la fabricación y diseminación de la bomba de neutrones es uno de los más claros- y el sistema de negociación global se aleja. Es decir, cada día la URSS parece tener menos razones para contenerse en Polonia, a no ser las internas: el miedo a una resistencia sin límites, a la extensión a otros países del Pacto de Varsovia y aun dentro de su propio territorio.
La posibilidad de que la URSS acudiera a aliviar la situación alimenticia de Polonia sólo puede calcularse como una negociación: dar algo a cambio de algo. El Gobierno polaco sólo puede ofrecer algo a base de reprimir al pueblo, lo que no está en sus deseos ni le parece aconsejable, pero que va pareciéndole la única solución para no "ser comido"` por unos o por otros. En cuanto a los países occidentales, algo pueden dar; pero lo que den está teñido también de condiciones políticas. Por una parte, no les interesa reducir la tensión dentro de Polonia, puesto que la consideran como una baza importante en la debilitación de la URSS y del comunismo europeo; por otra, tampoco querrían una situación de guerra. Hay un freno en las entregas: las 500.000 toneladas de cereales negociadas en abril, que deberían haber empezado a llegar, no aparecen. Francia, por su,parte, ofrece ya 300.000 toneladas de grano, 7.000 de carne y 15.000 de azúcar a crédito, Pero estos'sistemas no pueden hacer más que aliviar la situación, nunca resolverla.
Faltan ahora cuatro días para que se realice la "marcha del hambre", que el 17 debe llegar a Varsovia y coincidir con una huelga general de veinticuatro horas. Las peticiones de alimento inmediato y de anulación de subidas de precios están mezcladas, como siempre, de reivindicaciones políticas: abolición de toda clase de censura, mayor participación de los sindicatos en el Gobierno: poco a poco, abolición del régimen. Las advertencias de Kania Son firmes: ha decidido la prohibición de cualquier manifestación y de forma de, propaganda de la huelga para evitar la tragedia. Indudablemente se está refiriendo a un estado de vigilancia y atención militar soviética dentro y fuera de Polonia; perb también a su decisión de utilizar las fuerzas del orden para impedir la" marcha del hambre". Mientras tanto, las negociaciones no cesan. Las vísperas polacas están llenas de tensión y de miedo.
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