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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Dividendos bancarios

LAS ÚLTIMAS noticias parecen ser que la Administración echará agua al vino de los dividendos bancarios y la libertad quedará muy diluida. La buena imagen de las apariencias de pobreza y sencillez reaparece así una vez más en la vida española. Si los demás ven el festín de los dividendos se destaparán las envidias y más de uno pedirá, incluso, la nacionalización.En 1979 y, sobre todo, en 1980, mientras continuaba la crisis bancaria de quienes hicieron de este negocio cauteloso y conservador un centro de especulación desenfrenada, aumentaron los beneficios de los bancos que habían conducido con razonable prudencia sus operaciones de tomar dinero en forma de depósitos y prestarlo a quienes ofrecían garantías bastantes. La inflación de costes comprimió los beneficios de las empresas no financieras y la falta de tesorería, junto a la contracción de la Bolsa, hizo del crédito bancario la fuente casi única de financiación. La miseria de los beneficios industriales favoreció en gran medida el esplendor de los beneficios bancarios.

La libertad de dividendos fue una de las contrapartidas de la última liberalización del sistema financiero, que el actual presidente del Gobierno rebautizó con el españolísimo nombre de ordenación. Efectivamente, ahora se ordena la distribución de dividendos para cuidar de la buena imagen de la banca. Al mismo tiempo prosigue la beneficencia en favor de los bancos descarriados, para evitar el pánico. Y por aquello de los derechos adquiridos se invita indirectamente a los pródigos a continuar en su descarrío porque en última instancia siempre se les echará una mano generosa.

La Bolsa de valores, que recibió con entusiasmo la buena noticia de la inminencia de la libertad de dividendos, se ha quedado compuesta. La libertad queda en suspenso. Naturalmente, son muchos quienes se preguntan si no sería preferible la otra alternativa, es decir, la de libertad de distribución de beneficios y la de reducir la beneficencia con los bancos en dificultades. Los particulares serían los principales encargados de velar por sus propios intereses, y se pensarían muy bien las ventajas e inconvenientes de obtener un punto adicional en los llamados «extratipos» cuando la solvencia de la institución no fuese sólida. Además, si se levanta la prohibición de pagar intereses por las cuentas corrientes a la vista sin limitaciones, los bancos y clientes establecerán sus acomodos. El que, por otro lado, la cotización de las acciones refleje, entre otras cosas, la rentabilidad de la empresa vía distribución de beneficios siempre ha sido uno de los rasgos de las economías de mercado. La aguada libertad de dividendos demuestra el santo temor de nuestras autoridades por guardar las apariencias, que es una actitud muy propia de una sociedad preindustrial y provinciana.

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