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Las desavenencias en la DC italiana quedan congeladas hasta octubre

Juan Arias

La tormenta que se anunciaba sobre la Democracia Cristiana, el partido de mayoría relativa de Italia, con motivo de su recién celebrado consejo nacional, ha quedado en agua de borrajas, a pesar de que más de cincuenta parlamentarios, entre ellos un ministro y la vicepresidenta del Parlamento, habían pedido la dimisión del actual secretario, Flaminio Piccoli.En este partido, que ha sido definido de goma por su capacidad de adaptación a las crisis, todo ha quedado congelado hasta la próxima reunión de octubre, y Píccoli permanece en su sitio: "Sé que he cometido muchos errores", dijo, pero estoy seguro que cualquier otro en mi lugar no habría podido actuar de otra forma". Naturalmente, el gran error ha sido el haber permitido que, después de 35 años, la Democracia Cristiana haya perdido la Presidencia del Consejo de Ministros.

Se ha tratado, sin embargo, de un consejo nacional muy movido, que ha demostrado que la actual secretaría del partido no posee ya la mayoría que había conquistado en el último congreso nacional. De hecho, el grupo de Donat-Cattin, que había sido durante el congreso el autor del, preámbulo, el documento que recogió en clave anticomunista la mayoría de los congresistas que derrocaron a Benigno Zaccagnini y a Giulio Andreotti, ha abandonado la dirección del partido. Y se han empezado a reconstituir nuevos grupos internos, a pesar de que durante este consejo nacional ha sido condenada con más fuerza que nunca la larga historia democristiana de las famosas corrientes internas, que son una especie de "partidos dentro del partido".

Amintore Fanfani, presidente del Senado y uno de los caballos de raza del partido, ha dicho con cierto dramatismo que en estos seis meses que faltan para el congreso. se juega el futuro del partido. Y ha insinuado que, probablemente, serán necesarias nuevas elecciones anticipadas, "para que el electorado juzgue al partido".

Todo hace pensar que la crisis del actual grupo dirigente, anticomunista, pueda desembocar en la vuelta a la escena política de la izquierda demoscristiana de Zaccagnini, partidario de un Gobierno de unidad nacional, con la participación de los comunistas, como lo había intuido, y empezado a experimentar Aldo Moro cuando fue asesinado por las Brigadas Rojas.

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