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PRENSA

La lucha contra la corrupción y el terrorismo, misión de los medios de comunicación

Que la Prensa debe ser beligerante fundamentalmente en dos cuestiones: la lucha contra la corrupción y la lucha contra el terrorismo, es la primera de las conclusiones del curso Los medios de comunicación en la frontera democrática, que, dirigido por Miguel Angel Aguilar, se ha desarrollado en la última quincena de agosto en la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo, de Santander. Ocuparon su tribuna los más destacados profesionales de las distintas formas de comunicación social y ha sido, en el ecuador de la actividad de la UIMP, el seminario de mayor audiencia, especialmente abrumadora en las conferencias de Luis del Olmo, Juan Luis Cebrián, José María García, Iñaki Gabilondo y Eduardo Sotillos.

«El saldo inicial acreedor de que gozaban la Prensa y los periodistas entre los sectores que han liderado el cambio ha invertido su signo, y amplios círculos sociales están ahora impregnados de rencor y deseos de desquite contra los profesionales y las publicaciones». Este análisis realizado por Miguel Angel Aguilar carga las tintas «en el inconformismo de la Prensa, su papel de aguafiestas, de fiscal solícito en la denuncia de los abusos», pero no es, en opinión de los ponentes, razón suficiente para el acoso a la información.En primer lugar, los medios informativos están bajo controles estrictos que les impiden muchas veces rozar los grandes intereses. Además, la falta de rigor y de solvencia en la denuncia, la ausencia de un auténtico periodismo de investigación, la acumulación en suma de estímulos progresivamente escandalosos han terminado por anestesiar a la audiencia, en opinión del director de este seminario, porque, de acuerdo con la ley de Weber y Fechner, los estímulos han de crecer en proporción geométrica para que las sensaciones lo hagan en progresión aritmética.

«Cerrados en los análisis y la ponderación de las circunstancias políticas internas», dijo Miguel Angel Aguilar, «las empresas y las gentes del mundo de la información pensaron que con el advenimiento de la democracia todo se les daría por añadidura: los lectores se multiplicarían, la publicidad fluiría en torrente, y los problemas de infraestructuras y obsolescencia tecnológica desaparecerían como por ensalmo».

La realidad ha sido que la transición ha visto disminuir las ventas, mermar la publicidad, aumentar los costes derivados del desfase tecnológico y que «por ninguna parte aparece la tierra prometida que los empresarios quieren encontrar en las subvenciones del Estado, y los profesionales, en el fondo de reptiles».

Otras conclusiones del curso de la Universidad Internacional de Santander se refieren a la presión política, al terrorismo, al ejercicio de la profesión, a la televisión privada o pública y a los medios de comunicación social del Estado, a la Prensa de izquierdas y a la crisis de los semanarios. Sobre las presiones políticas, los ponentes han coincidido en sus existencias, y muchos destacaron las que proceden del partido en el poder, estimando que una vía para salvaguardar la libertad de expresión será la profesionalización de los periodistas, a los que hay que exigir «una rigurosa ética profesional».

La mayoría de los cenferenciantes han coincidido también en propugnar una cierta apertura en el acceso a la profesión periodística: el paso por la facultad de Ciencias de la Información no es garantía plena ni único camino para el ejercicio de la profesión.

La potenciación de la televisión privada es un hecho al que se adhirieron todos, excepto Eduardo Sotillos, que se inclina por potenciar la televisión estatal.

Se subraya también que la izquierda no había sabido hasta ahora crear un tipo de Prensa que interese al lector, tanto militante como no, y ello por la rigidez y la dependencia de las direcciones de los partidos.

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