Las elecciones consumarán la clericalización del poder
Las elecciones que se celebran hoy en Irán consumarán el proceso de acaparación del poder por parte del clero y su partido, el Partido de la República Islámica (PRI), que con certeza colocará a una de sus hombres, Behzad Navabi, al frente del Gobierno. Navabi sustituirá en este puesto a Alí Rayai, el cual será elegido con toda probabilidad presidente de la República.
La única pluralidad que cabe prever desde ahora es la existente entre las distintas alas del PRI, cuya disparidad únicamente puede desentrañarse a través la red de simpatías internacionales hacia la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), hacia Occidente o hacia Moscú, que sólo de modo muy velado se manifiestan en su seno.El programa político de las nuevas autoridades no es otro, pues, que el Islam.
Llamadas a la unidad
Jomeini, arco de bóveda de la revolución iraní, ha realizado continuas llamadas a la unidad entre el mundo musulmán. Desde siempre ha tendido puentes hacia los sunnitas, la gran familia islámica mayoritaria que puebla el Norte de Africa, y en cuyas distinciones los "enemigos del Islam", según la jerga al uso en Irán, han profundizado para debilitarle en su conjunto.
Lo cierto es que el Islam chiíta posee un dinamismo muy superior a la del sunnita en cuanto al modo de comprender la revelación y la vida de Mahoma. También respecto a la actitud ante la política y a la vida cotidiana. El clero chiíta tiene una libertad de interpretación de los conocimientos sagrados mucho más elevada que cualquier otra corriente islámica. Por ello, la revelación y la interpretación del libro, el Corán, permite a los mullahs mayor autonomía y mayor grado de inserción dentro de la sociedad.
La idea clave del Islam chiíta es la Umma, la comunidad humana universal, capaz de absorber las distinciones sociales e integrarlas en un conjunto donde no haya gentes demasiado pobres ni gentes demasiado ricas. Las fricciones y los conflictos pueden saldarse mediante la compasión y la caridad, con la piedad que la comunicación directa con Alá da a todos los hombres creyentes. La ley islámica sirve para aplicar a la realidad cotidiana la atención a la revelación. No hay parcela de la vida social, económica o política que no haya sido desbrozada por los jueces islámicos en miles de códices donde se prescriben instrucciones que abarcan desde las prácticas comerciales hasta el régimen de abluciones o la protección indumentaria contra el sol o el frío.
Las bases de esta cultura escrita y de su arte reposan en los trazos caprichosos del arabesco, islmi, que el imán Alí, padre del chiísmo, dibujó graciosamente sobre la arena del desierto ante sus seguidores, para otorgarles una caligrafía capaz de transcribir el nombre de Dios, los poemas y las leyes.
Es esta impregnación del Islam en la vida cotidiana y su aplicación posible en latitudes tan dispares como las que abarca, la que lleva a los musulmanes más entusiastas a creer que la expansión mundial del Islam es inexorable. De esta fe participa en primer lugar el imán Jomeini, para el cual "las fuerzas satánicas del mal, que pugnan contra la felicidad y el bien, que agreden a Dios constantemente y humillan a los hombres con la miseria y la pobreza, se han encarnado en nuestro tiempo en el imperialismo y en el sionismo, que impide hasta ahora la recuperación de la ciudad sagrada de Qod (Jerusalén) en alianza con los regímenes árabes corruptos".Los nuevos idólatras
Los gobernantes norteamericanos -los soviéticos hasta el momento no han recibido un trato tan directo por parte del imán- son para Jomeini los nuevos idólatras, los tahgouti, adoradores de los fetiches que poblaban Arabia antes de la llegada del profeta. "Su sed de oro y exterminio debe concluir. Su iniquidad será vencida dentro de muy poco por la fuerza irresistible del Islam, que abrirá a los hombres una nueva era de libertad y de paz", podía leerse hace muy poco en un texto editado por las autoridades de Teherán.
Esta fe se amplía a otras órbitas. Respetuoso con el cristianismo, del cual tomó parte de su bagaje religioso, el clero islámico y sus seguidores aseguran que la expansión cristiana en el mundo se ha detenido definitivamente y que el desarrollo de las comunicaciones, clave del éxito expansivo del Islam a lo largo de la historia, garantiza la islamización del mundo. "Hoy, Teherán. ¿Por qué no Roma, mañana?", escribía recientemente el intelectual islámico Ahmid Daniel en una revista publicada por el Ministerio de Orientación iraní.
Y añadía: "Filipinas, Indonesia, India, Pakistán e Irán, grandes pueblos que cobijan enormes poblaciones y que son la reserva humana y material del mundo, lo mismo que el Magreb y el Africa Negra, son ya casi completamente musulmanes. Estamos en la costa occidental africana y en todo el Oriente hasta su confín. Guardamos las riquezas en materias primas y en recursos energéticos más importantes del planeta. El taqdir del imperialismo -el pago de la culpa cometida en el mundo- está a punto de cumplirse. Vendrán días sombríos. La yihad (guerra santa) estallará inexorablemente. La hora del Islam y de la piedad universal ha comenzado".
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