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Parte de la Prensa británica, culpa al Foreign Office del incidente hispano-británico sobre Gibraltar

Los ánimos están cambiando en cuanto al rechazo del rey Juan Carlos de acudir a la boda del 29 de julio. La Prensa de calidad británica, especialmente The Times y The Guardian, criticaban ayer al Foreign Office por falta de visión y de tacto. Y, según ha podido saber EL PAIS, el Gobierno de Gibraltar había sido consultado hace dos semanas sobre la posibilidad de la escala en el Peñón del príncipe Carlos de Inglaterra y de ladi Diana en su viaje de novios. Más concretamente, el primer ministro gibraltareño, sir Joshua Hassan, recibió una comunicación oficial sobre esta cuestión el viernes 17 de julio, dos días antes que el Gobierno español

.Esto no quiere decir que el Gobierno gibraltareño haya presionado para que los novios reales se embarcaran en Gibraltar, según fuentes gubernamentales del Peñón. Pero queda claro que el detalle que ha ocasionado la crisis diplomática entre España y el Reino Unido había sido planeado con tiempo. Al parecer, no se mencionó durante la entrevista que el ministro de Asuntos Exteriores español, José Pedro Pérez-Llorca, mantuvo con el jefe de la diplomacia británica, lord Carrington, en Bruselas la semana pasada.

Ayer, el Foreign, Office volvió a insistir en que el viaje de novios era una cuestión privada y que había que «guardar un sentido de la proporción», aunque el Gobierno británico «comprende los problemas internos de España». Según el Foreign Office, la información que se mandó a Madrid el domingo sobre el polémico viaje de novios no tenía el carácter de una consulta, sino que se hizo «por cortesía». El Foreign Office admitió que «estaba claro que había una cuestión de sensibilidad, pero no lo suficientemente fuerte para cambiar la ruta natural de este viaje de carácter tan privado».

El Foreign Office rechazó los puertos alternativos ofrecidos por las autoridades españolas y, según fuentes diplomáticas británicas, si no hubiesen ido los novios a Gibraltar, la opinión pública del Reino Unido -y la de Gibraltar, que ya llevaba tiempo especulando con esta posibilidad- se les hubiera echado encima.

Valoración errónea de la reacción española

La impresión que se desprende es que el Foreign Office se había equivocado majestuosamente sobre la reacción española y que, cuando ésta llegó, los británicos consideraron que no podían ceder ante presiones españolas. Fuentes allegadas al ministro adjunto de Asuntos Exteriores británico, sir Ian Gilmour, señalaron a EL PAIS que éste se hallaba deshecho por un error de cálculo en el que no se sabe si tuvo responsabilidad alguna.

Tanto los diarios The Times como The Guardian han criticado al Foreign Office, aunque el Gobierno español, en su opinión, haya reaccionado demasiado drásticamente. El editorial de The Times de ayer, señalando que la familia real británica no tiene más remedio que aceptar los consejos de su Gobierno, ofrece varias explicaciones: «Una es que el Gobierno (británico) no logró anticipar la reacción española y se sintió demasiado comprometido ya cuando Madrid dejó en claro sus sentimientos. Esto es una incompetencia inexcusable. Otra posibilidad es que el Gobierno no sabía lo que podía ocurrir ni le importaba, lo que sería peor. La tercera, lo peor de todo, es que el Gobierno sabía que había problemas, pero recomendó a palacio seguir adelante con los planes para demostrar cuán irracional era la actitud española hacia Gibraltar. Esto parece poco probable, pero es, lo que más se cree en España. La única explicación que descargaría la responsabilidad del Gobierno es la de que el Gobierno español calculara mal el estado de su propia opinión pública, diciendo que se haría el sordo».

Según The Times, no le quedó al rey Juan Carlos más remedio que ceder ante las presiones de la opinión pública española, especialmente la derecha. Pero «la malaconsejada decisión de utilizar Gibraltar» como punto de escala, opina The Times, «ha retrasado de un modo torpe e innecesario las modestas esperanzas para un paso limitado en este aparentemente intratable y complejo problema».

Por su parte, The Guardian se pregunta cómo no se había previsto el problema antes, recordando la decisión del Foreign Office de cambiar la ruta de la reina Isabel II de Inglaterra en su viaje en octubre pasado a Túnez y a Marruecos para que la soberana británica no pasara por Gibraltar. Tanto The Times como The Guardian terminan sus editoriales diciendo que existían otros lugares soleados donde se hubiera podido embarcar la pareja real.

En Gibraltar, la población se prepara a agasajar al príncipe Carlos cuando llegue al Peñón el 1 de agosto, donde permanecerá cien minutos. Por otra parte, el Gobierno británico está molesto ante la victoria el miércoles, en la Cámara de los Lores, de la enmienda que, si la aprueban los comunes, dará a los gibraltareños una plena ciudadanía británica en la nueva ley de nacionalidad, y no una de segunda categoría, como en el proyecto de ley original.

La cancelación de la visita del rey Juan Carlos, que debía haber venido acompañado por la reina Sofía y sus tres hijos, no ha hecho variar los demás planes para la boda. El embajador de España en Londres, Fernando Arias Salgado, asistirá a la ceremonia. Como dato curioso, el miércoles por la mañana, en plena crisis, se presentó en la Embajada española una persona cargada de regalos para la pareja real británica, no habiéndose enterado de lo que había ocurrido.

Otras ausencias a la boda

Los Reyes de España no serán, los únicos que por motivos políticos no atenderán la boda del príncipe Carlos de Inglaterra con ladi Diana Spencer. Aunque los que han rechazado la invitación son poco numerosos, no por ello son menos importantes.

Uno de estos es Patrick Hillary, el presidente de la República de Irlanda, que no vendrá a Londres el 29 de julio por las evidentes tensiones que existen en torno a la cuestión norirlandesa. Del Ulster no acudirá el reverendo lan Paisley, quien ha rechazado la invitación porque en la catedral de San Pablo estará presente, en un lugar destacado, el cardenal católico Basil Hume, que pronunciará una oración. Es la primera vez que ocurre algo similar en una boda real británica.

El presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, tampoco estará en los festejos. Reagan aludió a su falta de tiempo, pero la realidad de su negativa a venir es que se temía por su seguridad personal. En su lugar, Estados Unidos estará representado por su mujer, Nancy.

El nuevo Ayuntamiento izquierdista de Londres -para ser más exactos del Greater London (que no incluye el centro)- aprobó recientemente por 42 votos a 38 rechazar la invitación de palacio para esta boda. El líder de la oposición laborista, como la mayoría de los líderes de los partidos británicos, sí estará en San Pablo el 29 de julio, a pesar de que algunos miembros de su partido se opongan a esta celebración. Tony Benn, líder de la izquierda laborista, que no ha sido invitado, declaró que aunque hubiese ocurrido lo contrario, no habría ido a la catedral.

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