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Bejesti, uno los "cerebros" de la revolución

El asesinato del ayatollah Seyed Moham ad Husein Bejesti, presidente del Tribunal Supremo iraní, secretario general del Partido de la República Islámica (PRI) y miembro del Consejo Presidencial Provisional, constituye el más grave acontecimiento registrado en Irán desde el comienzo de la revolución, en febrero de 1979.Bejesti, de 52 años, que vivió exiliado una decena de años en la República Federal de Alemania, durante el régimen del sha, se había convertido poco a poco en una personalidad irremplazable dentro del marco político iraní. Su partido, el PRI, controlaba el poder ejecutivo, en mayor medida desde la destitución del presidente Banisadr; el legislativo a través de Rafsanjani, adscrito al PRI, y el judicial, en manos del propio Bejesti.

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Mediante una política tenaz, Bejesti consiguió situar a Alí Rayai al frente del Gobierno de Teherán, pese a la durísima oposición del entonces presidente, Banisadr, con el que las rivalidades políticas se fueron acentuando progresivamente desde el comienzo de su mandato como jefe de Estado, en marzo de 1980 hasta su destitución, a mediados de este mes. Las más importantes autoridades islámicas vinculadas al PRI, con Bejesti a la cabeza, consiguieron previamente que Banisadr fuera destituido por Jomeini, a primeros de junio, como comandante Supremo de las fuerzas armadas, hecho al que siguió la descalificación del presidente por el Parlamento pocos días después.

Dotado de una profunda formación política, autor de numerosos libros sobre la revolución islámica, Bejesti pasaba por ser una de las pocas personalidades iraníes dotadas de una concepción global del Estado islámico. Su ascendiente sobre el imán Jomeini había crecido considerablemente en los últimos meses. Acostumbraba a convocar una conferencia de Prensa, todos los miércoles, en su oficina del Ministerio de Justicia, y en ella dibujaba entre líneas el perfil de los acontecimientos inmediatos con gran soltura y con una visión muy coherente de sus propósitos.

Sin duda alguna, Bejesti era el hombre más poderoso de Irán tras el imán Jomeini, y en la nueva situación, desaparecido de la escena política Banisadr, contaba con grandes expectativas a la hora de proponer a Jomeini el nombre del futuro jefe del Estado.

Su asesinato, dado el peso político de Bejesti, abre de nuevo interrogantes sobre el futuro político iraní. Las autoridades de Teherán ven en su asesinato, así como en la muerte de Chamram y en el atentado contra el ayatollah Jameini, la mano de la superpotencia, y no es descartable que Irán viva en los próximos días una situación de máxima inestabilidad.

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La educación cosmopolita de Bejesti (hablaba perfectamente inglés, alemán y árabe, además de persa) hacía de él un religioso poco común. De aspecto atractivo, con una cuidada barba rojiblanca y agradable voz de barítono, poseía unas dotes de organización superiores a las de los restantes políticos iraníes. Pocos de ellos han mostrado hasta ahora una destreza política como la que esgrimía Bejesti. Y, a la hora de buscarle sustituto, las autoridades iraníes cuentan con pocas personalidades de su talla.

Bejesti se destacó como enemigo acérrimo de la Unión Soviética y de Estados Unidos, por lo cual los observadores estiman que su desaparición beneficia a ambos en dimensiones similares.

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