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Japón se acerca a Europa para contrapesar su vinculación política con EE UU

Soledad Gallego-Díaz

El primer ministro de Japón, Zenko Suzuki, inició ayer, en Bonn, una visita de dos semanas de duración a Europa. Aunque los aspectos económicos de las relaciones entre Japón y los países de la Comunidad Económica Europea (CEE) ocuparán, forzosamente, buena parte de sus entrevistas con los líderes de Europa occidental, el objetivo primordial del viaje de Suzuki, el primero de un jefe de Gobierno nipón en los últimos ocho años, es de índole política. Japón trata, desde hace cerca de tres años, de aproximarse a Europa y formar un triángulo en sus relaciones con Estados Unidos, su casi exclusivo mentor y protector.

Japón no mantiene serias relaciones políticas con muchos países europeos. La excepción la pueden representar el Reino Unido, con el que tradicionalmente Tokio ha mantenido contactos, o la República Federal de Alemania (RFA), un amigo reciente. La crisis de Afganistán y los incidentes de Irán. aconsejaron al entonces primer ministro Masayoshi Ohira una mayor aproximación a la CEE. Washington pedía una adhesión incondicional a su política, y Japón, que depende del petróleo de Oriente Próximo en una proporción mayor incluso que los europeos, contemplaba con preocupación el incremento de la tensión mundial. En aquella ocasión, Tokio logró defender sus propios intereses, alineándose con las decisiones de los europeos: Japón, anunció su Gobierno, adoptará las mismas medidas que adopten los nueve.

Los observadores políticos estimaron que Japón había colocado «la primera piedra» del lado del triángulo que faltaba. El viaje de Suzuki a la República Federal de Alemania (RFA), Italia, Bélgica, Reino Unido, Países Bajos y Francia se interpreta ahora como un nuevo paso en esta política de diversificación que Tokio emprendió hace más de dos años. La llegada a la Casa Blanca de Ronald Reagan, con su programa de firmeza, Parece, además, aconsejarla más que nunca.

Iniciativa europea

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Suzuki teme el desarrollo de la crisis de Polonia y, ante cualquier eventualidad, quiere conocer la posición de Europa occidental de primera mano. Japón sigue con inquietud o con interés -depende de los sectores políticos- el desarrollo de la política de la Alianza Atlántica, especialmente en cuanto concierne a la ampliación de la zona de interés de la OTAN. Un sector importante, aunque no mayoritario, del partido en el poder, el Liberal Democrático, estima que, si se produce una intervención norteamericana en el golfo Pérsico, Tokio no debería quedar al margen, como no quedaría Europa occidental. Otro sector se muestra más prudente y alega las características especiales de la Constitución nipona, que impone serias restricciones en cuanto a las actividades de defensa.

La posición de los europeos ante la petición norteamericana de implicarles, de alguna forma, en cualquier conflicto en el que Washington se vea inmerso, será también, sin duda, uno de los puntos importantes a tratar en las entrevistas del primer ministro japonés con el canciller federal alemán, Helmut Schmidt; el presidente francés, François Mitterrand, y la primera ministra británica, Margaret Thatcher, como también, y muy fundamentalmente, el alcance de la famosa «iniciativa Europa» para el conflicto de Oriente Próximo.

Agresiva política exportadora

El interés de la Europa occidental por conocer mejor la posición política de Japón es evidente. Sin embargo, la aproximación entre Tokio y las capitales europeas tropieza con un inconveniente difícilmente superable: la agresiva política de exportación de Tokio, que ayuda a profundizar la crisis económica de los diez.

El primer ministro japonés ha dicho en Tokio que no pretendía discutir con sus colegas europeos de cuestiones económicas, para lo que existen otros foros, entre ellos la próxima cumbre de Ottawa (Canadá). Pero Suzuki estará muy interesado por conocer, pese a todo, el alcance del enfado de los países de la CEE y, precisamente, antes de llegar a Ottawa, donde los grandes de Europa occidental parecen, por el momento, dispuestos a someter ajuicio el acuerdo entre Norteamérica y Japón sobre autolimitación de exportación de coches.

El incesante incremento de las exportaciones de vehículos y televisión en color por parte de los fabricantes japoneses es, en efecto, el punto negro de las relaciones Europa-Tokio. Hasta el momento, Japón se ha negado en redondo a autolimitar sus exportaciones hacia el mercado de los diez, pese a que la CEE ha realizado repetidos intentos de llegar a un acuerdo similar al de Washington. La Comunidad Económica Europea no olvida que la industria del automóvil da empleo en los diez a cerca de seis millones de trabajadores, lo que no es poco en la época actual, ni tampoco que Japón ha colocado, el año pasado, en Europa más de 600.000 vehículos, mientras que los diez no conseguían vender en Japón ni tan siquiera 70.000.

Además, añade Bruselas, este año Japón puede verse tentada de vender en Europa los coches que deja de vender voluntariamente en el mercado estadounidense. Sólo en el primer trimestre del año, los exportadores japoneses han aumentado en un 19% sus ventas en los diez y, para colmo, la penetración de capital nipón en algunos países europeos, como el Reino Unido, coloca a otros fabricantes europeos en una pésima situación.

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