La libertad Política ayuda a los polacos a soportar las dificultades materiales
En Polonia, el estrés no existe en el trabajo, sino en la lucha cotidiana por la vida, sobre todo en la compra de productos básicos y el transporte. A pesar de las dificultades que sufren, los polacos prefieren la actual situación, porque se puede hablar abiertamente y criticar sin que la propaganda enmascare la realidad. Un enviado especial de EL PAIS estuvo recientemente en Varsovia. La joven doctora, que se especializa en cardiología, gana 5.500 zlotys al mes (16.000 pesetas) y trabaja en un hospital a veinticinco kilómetros de su casa: "Si un día tengo que ir a trabajar en taxi, ya me cuesta más que lo que gano ese día". La doctora se lamenta de que no tiene leche para su hijo. «En el jardín de infancia le dan leche, pero en casa no tenemos».
El abastecimiento alimenticio de la población presenta aspectos caóticos; un día hay abundancia de queso y faltan los huevos y al día siguiente ocurre lo contrario.Hace meses había una escasez tremenda de patatas y ahora resulta que las patatas se pudren. «Esto quiere decir que habrá vodka», comenta irónicamente un estudiante, que explica como algo insólito la actual escasez de vodka. «Mi madre dice que esto no pasó nunca. La escasez es tan grande que algunos polacos, que viajan al extranjero compran botellas en el free-shop del aeropuerto de Varsovia, las llevan consigo y las traen a la vuelta».
Al desabastecimiento contribuye la inquietud por lo que podrá faltar mañana, que lleva a muchos a acaparar todo lo que pueden o comprar para toda la familia y amigos, cuando encuentran algo.
«En el hospital todos nos ayudamos. Cuando alguien tiene algo, lo dice a los demás, por si les interesa», comenta la doctora. La situación en Polonia se presenta en los medios occidentales con caracteres muy dramáticos, lo que provocó en la República Federal de Alemania una acción para enviar «paquetes de comida a Polonia».
Algunos polacos consideran esto humillante, y un médico, que recibió uno de esos paquetes sin explicar por qué envió, a la familia alemana un paquete con los productos que encontró en las tiendas de Varsovia, té, vinagre y pocas cosas más. Con el paquete mandó una carta, en la que decía que un polaco agradece los regalos y corresponde con lo que tiene.
Conseguir gasolina es una aventura que exige nervios de acero. Una hora y media tuvo que hacer cola el enviado de EL PAIS en Bydgoszcz para llenar el depósito con una gasolina de menos octanos de la que necesitaba el coche, porque la de más octanos no se encontraba en ninguna gasolinera. Los que consiguen llegar a la gasolinera se llevan enormes bidones en previsión de lo que pueda ocurrir mañana.
Comprar un periódico es una empresa imposible después de las nueve de la mañana. La Prensa propagandística de antaño se convirtió ahora en una fuente verdadera de información, que la gente devora. En muchas casas se han establecido turnos para leer los periódicos.
La carencia de cerillas es también preocupante. Cuando uno pide fuego a otro, le entrega el cigarrillo encendido para ahorrar cerillas.
El mercado negro
A pesar de todas las penurias, la mayoría ha encontrado caminos increíbles para abastecerse con lo que necesita, a base de amigos, de compras en el «mercado negro» o de los dólares enviados por familiares que viven en Estados Unidos, América, como dicen los polacos.Las colas para comprar han creado nuevos puestos de trabajo para algunas personas que se dedican a hacer guardar la vez o adquirir productos y luego revenderlos a los que no pueden perder tiempo en las interminables colas.
El tiempo necesario para comprar obliga a muchos a abandonar su puesto de trabajo para hacer colas. En las relaciones laborales los polacos no son muy estrictos, el problema es la vida cotidiana.
En último extremo queda la posibilidad de ir a comprar al bazar, una especie de rastro donde se compran a precios muy altos lo que falta en las tiendas del Estado. En el bazar se puede comprar desde carne a caviar ruso, el Playboy a mil zlotys cada ejemplar de enésima mano (unas 3.000 pesetas), toda clase de quincalla y los poemas del premio Nobel Milosz. A pesar de las penurias, los polacos están todavía contentos. Una joven estudiante comenta: «Preferimos libertad sin pan al pan sin libertad».
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