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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Feminismo y lactancia artificial

En estos días la Prensa se ha hecho eco de las resoluciones de la Organización Mundial de la Salud acerca del impacto negativo que sobre el buen desarrollo de la infancia tiene la lactancia artificial, lo que ha provocado una rápida respuesta de las multinacionales afectadas por la medida, las cuales han iniciado una campaña para defender su mercado. El tema de la lactancia -como cualquiera que se relacione con las tareas de la procreación- tiene una repercusión directa sobre las mujeres y parece que también exige una toma de posición por parte del movimiento feminista.Nuestra especie -homo sapiens- es la única dotada con capacidad para la dirección consciente de su propia evolución, mediante los métodos tecnológicos y sociales de la cultura, lo cual nos ha permitido distanciarnos de los condicionantes biológicos y marchar por el camino del progreso. La la.ctancia artificial se podría contar entre estos avances técnicos, ya que tendría, como repercusión inmediata, absolver a las mujeres de la tarea más esclavizante de la maternidad. Sin embargo, la resolución que acaba de aprobar la 34ª Asamblea de la OMS exige una seria reflexión por parte de las feministas, pues tan grave sería hacer caso omiso como achacarla, sin más, al machismo imperante en la sociedad.

Para centrar el tema, creo interesante hacer un pequeño recorrido por la historia de la lactancia no natural. En las décadas que van de los años cuarenta a los sesenta, se defendió que la lactancia artificial suponía una mejor alimentación del bebé, no tanto por la composición de la leche artificial -que de hecho intentaba reproducir, fielmente, la materna-, sino basa- ndose en que las mujeres, debido a los condicionantes de la vida moderna, había dejado de segregar suficiente leche para el recién nacido. Y así, las mujeres de clase media, urbana, occidental abandonaron masivamente la función de amamantar a su prole (la aristocracia y la alta burguesía hacía tiempo que lo había abandonado, siendo sustituidas por nodrizas asalariadas). Las medidas fueron tajantes y millones de mujeres han sido y son tratadas debidamente para que sus glándulas mamarias queden paralizadas después del parto. Todo esto viene a coincidir, curiosamente, con la apertura del mundo laboral para las mujeres. Apertura que tiene dos momentos perfectamente delimitables. El primero se trata del período de guerras, las cuales exigían la incorporacion masiva de mujeres a los puestos de trabajo de los hombres que marchaban al frente, o a los creados por las necesidades bélicas que requieren una mano de obra temporera. El segundo período co rresponde a la prosperidad económica de los sesenta, que también hacía aconsejable y posible la incorporación de las mujeres al mundo laboral.

El feminismo, que también surge en estos años de prosperidad, incorpora a sus programas la política de hechos consumados de la lactancia artificial, dándola por buena y considerando que la servidumbre de amamantar había quedado en el desván de los recuerdos.

Este feminismo euroamericano, desarrollado entre un determinado sector de clase media, ha basado su teorización y análisis en el convencimiento de que las mujeres, tras el proceso cultural experimentado por nuestra especie, hemos superado el condicionante biológico. Y a ese convencimiento contribuyó, sin duda, la implantación de la lactancia artificial en el entorno social de las ferninístas.

Informe de la OMS

El reciente informe de la OMS pone en evidencia que la lactancia artificial se ha extendido con éxito -al menos para las multinacionales- por todo el mundo, pero que sus virtudes, como sustitución de la leche materna, son cuestionables. Es cierto que este informe se refiere a los países subdesarrollados y algunas de las desventajas que en él se apuntan están vinculadas a la pobreza de estos países, como, por ejemplo, la falta de higiene. Pero otras desventajas señaladas (carencia de anticuerpos en la leche en polvo, obesidad en los bebés) atañen también al mundo desarrollado, tal y como lo recogen las conclusiones del VI Congreso Internacional de Pediatría, celebrado el pasado septiembre.

Ya he señalado que nuestra especie se ha distanciado del mundo animal gracias a una serie de características propias (poder de pensamiento y comunicación) y a la posibilidad de crear y utilizar avances tecnológicos. Pero ello no significa que el componente biológico haya desaparecido. Los hechos escuetos de gestación, parto y lactancia así lo atestiguan. El movimiento feminista ha denunciado, con toda razón y justicia, la manipulación y utilización que la sociedad ha hecho de este acto biológico y que ha sido decisivo para nuestra opresión, pero ha cometido un grave error al no asumir que, independientemente que en torno a la reproducción de la especie, se articulen importantísimos intereses socioeconómicos, también existe un fuerte dimorfismo sexual que hace gravitar exclusivamente sobre las mujeres las tareas reproductoras. Ignorar esta realidad, o minusvalorarla, tiene para el feminismo dos consecuencias nefastas. Por un lado, preserva a éste un carácter elitista que lo sevara de la realidad de millones de mujeres, y, por otro lado, da a nuestras reivindicaciones conseguidas un carácter inestable, posible de retroceder en una nueva coyuntura o cambio social (crisis económica, crecimiento cero de la población ... ).

Gestión biológica

Que el feminismo haya obviado este aspecto de la procreación tiene una explicación lógica. Por una parte, la maternidad ha sido utilizada como base argumental de nuestra opresión y, en nombre de ella, se ha intentado anular nuestras otras facetas humanas. Y, por otra, parece que invocar la cuestión biológica es traer a colación un elemento inamovible y eterno. Resulta significativo que la única escritora feminista que basa su análisis en el hecho biológico (S. Firestone, 1970) abogue por técnicas «in vitro» que liberen a las mujeres del acto reproductor. Independientem ente de la dosis de ciencia ficción que esta alternativa encierra, parece un nuevo error por admitir que, un servicio a la especie y a la comunidad de tal envergadura tenga que determinar, necesariamente, nuestra marginación. Sin embargo, si reconocemos esta realidad biológica, y la asumimos con todas las consecuencias, habremos cumplido la primera premisa para exigir, de la sociedad, una justa valoración de los costos sociales que para las mujeres supone el mantenimiento de la vida, y así conseguir que la desventaja biológica deje de ser una desventaj a social.

Puesta en esta línea. la disyuntiva lactancia natural-lactancia artificial, lo de menos para las feministas sería que se llegue a la conclusión de que la lactancia natural tiene insustituibles ventajas para el recién nacido. Independientemente que acojamos con profundo espíritu crítico el veredicto de la ciencia y de los organismos oficiales e intentemos dotar al movimiento feminista de su propio análisis ante las tareas maternas, la verdadera alternativa feminista -a mi entender- consistiría en que la lactancia, cualquiera que fuera la modalidad escogida, sea reconocida como un trabajo social de primera magnitud.

Sacramento Martí es ex presidenta de la Asociación Democrática de la Mujer (ADM).

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