La ciudad
de Salamanca ha rendido homenaje a Julián Sánchez El Charro, célebre guerrillero, brigadier del Ejército español, que luchó contra las tropas napoleónicas durante la Guerra de la Independencia, informa María del Mar Rosell.
Las Fuerzas Armadas se sumaron a los actos celebrados en la plaza Mayor en presencia de las autoridades civiles y del capitán general de la VII Región Militar. Por la mañana fue montada la guardia en la sala de estandartes del acuartelamiento Julián Sánchez El Charro, de la brigada de Caballería Jarama, ante los restos del brigadier, que serán depositados de forma definitiva en la torre del Clavero sede del Museo Municipal de la ciudad.
Julián Sánchez García nació en Muñoz (Salamanca) en 1774. Su actividad militar se inició en el batallón Mallorca, como soldado voluntario, y participó en varias batallas, de las que regresó, a los veintisiete años, cargado de heridas y con dieciocho meses de encarcelamiento en Francia. Como mayoral de una dehesa del campo charro, permaneció, al parecer, hasta 1808, cuando decidió su reincorporación al Ejército, esta vez para alistarse en el regimiento de lanceros de Ciudad Rodrigo.
Meses más tarde, formó su guerrilla para combatir de forma más eficaz a los franceses, y dio el paso que le llevaría a la popularidad entre sus paisanos por su arrojo, valor y humanitarismo.
Los lanceros de El Charro hostigaban a las tropas francesas y participaban junto al Ejército regular en la defensa de plazas o en enfrentamientos a campo abierto, lo que les llevó a ser perseguidos por los bonapartistas, a participar en guerrillas, con otros famosos héroes, como El Empecinado, y a ser elogiados por el general Wellington.
Las Cortes de Cádiz premiaron el valor de Julián Sánchez con rápidos ascensos en la escala militar, y llegó a ostentar el grado de brigadier -general de brigada- a principios de 1812. Destacó en la defensa de Ciudad Rodrigo y secuestró al gobernador francés de esa plaza en la época en que tenía la misión de coordinar las guerrillas existentes entre el Duero y el Tajo. Su brigada se incorporó al regimiento de Wellington, con el que llegó y combatió también hacia el norte de la Península.
La tradición popular añade historias y celebra la bondad del guerrillero, a quien mantenían campesinos y ganaderos de los pueblos de Salamanca, y del que se cuenta que prefería atender a las víctimas de los saqueos a perseguir a los franceses huidos.
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