"La represión política en hospitales psiquiátricos es mayor en Occidente que en la URSS"
El surafricano David Cooper, uno de los iniciadores del movimiento antipsiquiatra, manifestó en Oviedo, donde participó en unas jornadas de psicopatología institucional, que el sistema de represión política a través de los hospitales psiquiátricos está mucho más extendido en occidente que en la Unión Soviética, en la medida en que es mucho más sutil y, en consecuencia, más difícil de combatir.Cooper sostiene que la psiquiatría clínica es sólo una pequeña parte de un amplio sistema de violencia, mientras que la antipsiquiatría trata de invertir las reglas del juego psiquiátrico. En consecuencia, los actuales establecimientos psiquiátricos quedarán totalmente desacreditados en el plazo de diez años. Han comenzado ya a surgir leyes liberadoras de las instituciones psiquiátricas, tanto en Estados Unidos como en el Reino Unido, Francia e Italia, que pretenden abrir el asilo a la comunidad. En Estados Unidos se tiende incluso a la desaparición, en los centros penitenciarios, de métodos que influyen en los individuos sin respetar su voluntad. Cooper comentó a los periodistas sus experiencias en las comunas antipsiquiátricas de Argentina. «Estuve en Argentina», afirmó, «en un momento de gran esperanza en ese país y en toda América Latina, durante el Gobierno de Héctor Cámpora, antes del retorno de Perón. Allí aprendimos la gran lección de que no se puede trabajar sin contar con la base de la sociedad. Las comunas eran muy paternalistas y, por tanto, tenían una vida muy corta. Los argentinos se vuelven a replantear ahora el problema y creen que tienen que retomar la situación a partir de las luchas de la vida cotidiana. En América Latina la experiencia de Cuba fue muy importante, pero el aislamiento de Estados Unidos la llevó a una dependencia de la URSS. Por eso me interesan experiencias nuevas, como la de Nicaragua, en la que se hacen las cosas de forma más abierta y menos aislada». En su línea argumental tampoco faltan las críticas a la Unión Soviética, cuyos hospitales psiquiátricos son utilizados como métodos represivos contra los disidentes políticos, a los que se tilda de locos.
«La antipsiquiatría encuentra serios obstáculos en el Este y en Occidente. En Hungría y Polonia, de forma parecida a Occidente, el aparato burocrático interviene para frenar este movimiento. Hay que tomar las cosas como lo han hecho los grandes marxistas húngaros discípulos de Luckas, que se han tenido. que exiliar para intentar, a su regreso, cambiar las cosas. Lo fundamental actualmente es ver cómo podemos mejorar la comunicación entre el Este y el Oeste, porque probablemente tenemos muchos problemas comunes». Cooper opina que en España se han hecho pocos esfuerzos para recuperar a los enfermos y reintegrarlos a la sociedad.
En cuanto a los oligofrénicos profundos, es partidario de evitar cualquier segregación desde el principio y de tratar de integrarlos en las escuelas normales, en vez de recurrir a los centros especializados. Para los ancianos, que acaban marginados en las sociedades capitalistas, propugna, en el supuesto de que no haya otra salida que el asilo, la introducción de cambios radicales de la concepción de los centros, de forma que se conviertan en huéspedes y no en enfermos.
Respecto a sus críticas en La gramática de la vida al amor monogámico, Cooper dijo a los periodistas: «Creo que el hombre tiene que conectar con su propio cuerpo, con la naturaleza y con el contexto ecológico que le rodea antes de llegar al amor monogámico».
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