Un acompañante molesto
La decisión de eliminar del Congreso de los Diputados al Grupo Parlamentario Andalucista ofrece una rica gama de connotaciones políticas que merecen un análisis desapasionado. Por debajo de las argumentaciones enfáticas sobre la gobernabilidad de la Cámara y por encima de los alegatos demagógicos sobre la supresión de la voz de Andalucía, subyace el hecho objetivo de que los dos grandes partidos parlamentarlos, UCD y PSOE, coinciden en su voluntad de librarse de un acompañante molesto.Para unos, los centristas, puede tratarse de acabar con una de las criaturas producidas por la maquinaria Abril, y de dudosa utilidad, investidura de Suárez aparte. Para otros, los socialistas, se trata de extirpar su grano electoral en Andalucía, de calculadas consecuencias cancerígenas para el PSOE. Los socialistas son quienes más tienen que ganar y por ello han estado dispuestos a paoar por la defenestración andalucista el precio parlamentario del harakiri de sus dos grupos periféricos, vasco y catalán, insostenibles, por otra parte, desde la óptica del ámbito estatal del partido. En cambio los centristas, para quienes la presencia parlamentaria de los andalucistas significa una sugestiva y permanente invitación a desunir sus flancos de oposición más poderosos -la izquierda y los nacionalistas-, han asumido el papel de verdugo con una generosidad que saben en estos rriomentos correspondida por el PSOE.
En todo caso, el procedimiento utilizado para la eliminación del Grupo Andalucista, mientras continúan existiendo la Minoría Catalana, PNV y Coalición Democrática, no puede por menos que calificarse de irregular. En altas esferas gubernamentales se duda todavía sobre si el coste político de la operación va a merecer la pena, sobre todo teniendo en cuenta que las elecciones están a la vuelta de la esquina y el propio proceso de desintegración del PSA podría solucionar un problema.
Por el momento, la Comisión de Reglamento ha dejado abierta la posibilidad de aplazar la medida, mediante una disposición transitoria, que los propios andalucistas recliazarían. Los centristas no se niegan oficialmmente a apoyar esta hipótesis, pero saben que el caso está ya sentenciado. Los socialistas, por su parte, no están dispuestos a retroceder. Según un destacado diputado del PSOE, todo lo que podrían hacer por los andalucistas, ya condenados a pasar al Grupo Mixto, es «invitarles a tila».
Al final, ya veremos quién tiene que tomar la tila. Rojas-Marcos tiene muy clara la confusión que en Andalucía suele producirse entre las reivindicaciones socioeconómicas y las reacciones ante cualquier tipo de discrirninación real o aparente. La recogida de firmas y las acciones populares de todo tipo que se anuncian pueden producir efectos políticos no previstos por los artífices de la supresión del Grupo Andalucista.
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