Regalemos Pablorromeros a la FAO
Digámoslo pronto: Angel Teruel, Julio Robles y Tomás Campuzano son pesadísimos. Digámoslo antes de que los lectores, perdidos por los vericuetos de la crónica, se queden en la cuneta: Las Ventas pudo reventar ayer de tanta gente que tuvo dentro. Digámoslo de inmediato, mientras los subsecretarios preparan el tomate del Consejo de Ministros, para que incluyan la sugerencia en el orden del día: regalemos Pablorromero a la FAO. Digámoslo con urgencia por si en estos momentos un empresario anda buscando toros: los Pablorromero no existen, o si existen, hagamos como si no existieran.Así será en el futuro. Un torero le suplica al empresario: «Don José, me ponga una tarde aunque sea: con lo de Pablo Romero». Y el empresario le responde: «¿Qué dices, quillo? ¿Pablo? ¿Romero? No conozco a más Pablo que al Papa ni a más Romero que al Curro (que, por cierto, también es papa). Tú suéñas, Niño de la Avenida del Marqués de Monistrol». Y el Niño de la Avenida del Marqués de Monistrol acepta que los Pablorromero no existén, o que conviene hacer como si no existieran.
Plaza de Las Ventas
Séptima de feria. Toros de Pablo Romero, grandes, mansos y descastados, flojos de remos (aunque algunos derribaron), deslucidos. Angel Teruel: Pinchazo, bajonazo, rueda de peones y descabello (protestas y palmas cuando sale a saludar). Cuatro pinchazos y media estocada caída (bronca). Julio Robles: Estocada corta perpendicular atravesada, rueda y cinco descabellos (silencio). Estocada corta baja y delantera que produce vómito (división). Tomás Campuzano: Pinchazo y estocada caída (silencio). Estocada muy delantera (palmas). Lleno de «no hay billetes».
Para estofado, en cambio, i oh, sí, que existan! Esos morrillos,esos solomillos, esa falda, esa contra, esos filetes que se adivinan abundantes y jugosos bajo la cárdena capa, suscitan- tentación de la gula. Un Pablorromero, él solito, da de comer a un regimiento en día de maniobras y con sus astas se pueden hacer perchas para colgar todas las boinas del País Vasco, y aún sobrarían perchas. Si en los predios andaluces quedan Pablorromero, ¿por qué aún hay hambre en el mundo? España debe donar Pablorromero a la FAO.
Una multitud reunida en Las Ventas contempló la carne pablorromera y pasó envidia. Miles de espectadores que habían llenado la plaza hasta reventar soñando con la lidia, la desalojaron soñando con el estofado. Les congregó el atractivo y la emoción del toro.
En dos horas y pico que estuvo sentada en el cemento, la multitud contempló peripecias insospechadas y tuvo tiempo de dormir a pierna suelta. El toro-torazo que esperaba, si sería burro, se ponía a buscar hierba en la arena; escapaba a sus'predilectos refugios de tablas; mugía, topaba, caía, se conseguía levantar y vuelta a empezar. El segundo que salió no quería abandonar el terreno de toriles; muertecito de miedo, temblaba como un flan cada vez que los toreros le gritaban: «¡Je!»; casi se va patas abajo cuando le acorraló El Rondeño, y eso que sólo llevaba un capote en las manos. Anda que si llega a ser una estaca.
Los toreros decían que toreaban. Algo hubo de eso, si vamos al caso. Teruel, en sus ayudados al primero (en el otro estuvo muy-desconfiado). Julio Robles y Tomás Campuzano en algún natural, en algún derechazo, en algún pase de pecho, espigados de sus larguísimas faenas (Robles ni disimulaba su abuso del pico; Campuzano, su apropiación indebida del ruedo, y llegamos a sospechar que se pasaría allí la noche pegando pases). Decían que toreaban, pero no toreaban. Torear viene de toro. Toro no es carne y sus kilos, o no tiene por qué serlo. Toro no es una mole capaz de derribar a los caballos, o no tiene por qué serlo. Toro es -¿cómo lo diría para no herir susceptibilidades?-. A ver si vale la definición: toro es lo que habitualmente no quieren las figuras.
Hagamos como si los Pablorromero no existieran. O mejor aún: regalémoslos a la FAO.
Babelia
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