Cinco años de EL PAIS
Al filo del cumplimiento de su primer plan quinquenal, el periódico EL PAIS publica una editorial polemizando con los firmantes del manifiesto en pro de la igualdad lingüístíca en Cataluña. El diario EL PAIS echa su cuarto a espadas en un esfuerzo, al parecer, de «desfacer entuertos» y defiende a ultranza el derecho de las autoridades catalanas a imponer su soberanía lingüística.Este periódico nos tiene acostumbrados a defender alternativamente las más variadas posturas en este período de transición, pero nunca se había aventurado a promocionar de forma tan decidida el desarrollo de las lenguas vernáculas, precisamente en zonas donde la implantación del castellano, como él mismo reconoce, es vital para muchos de sus quehaceres, como, por ejemplo, su industria editorial.
La óptica de este ilustre diario consiste en identificar el proceso democrático en que España está empeñada con la pujanza de estos idiomas locales y considera, sensu contrario, que el apoyo al castellano es una reminiscencia de la dictadura. Es, a todas luces, evidente que las nuevas autoridades catalanas «se han pasado» en su política de intentar remozar el frescor de su lengua histórica, pero resulta asombroso que sea precisamente un ilustre periódico de Madrid, con pretensiones democráticas, quien se aventure nada menos que a proponer la sustitución del autoritarismo de Madrid en la hegemonía lingüística del castellano por el nuevo autoritarismo de los entes regionales y, lo que es más grave, confundiendo esta sustitución de poderes con la esencia de la democracia, que, en sus mismas páginas, intenta definir un ilustre falangista de los primeros años: Antonio Tovar.
La democracia no consiste en transmutar unos poderes fácticos
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por otros, ni en cambiar los contenidos culturales, como si cualquier idioma local o regional tuviese el privilegio de ser más democrático que el castellano. El desatino de EL PAIS es de tal envergadura, que viene a homologar al ilustre idioma de Cervantes con el espíritu antidemocrático, lo cual no deja de ser ofensivo para los que se expresan en este idioma multinacional.
El castellano, desde los comuneros hasta las Cortes de Cádiz, ha tenido una tradición democrática de la más pura cepa, y los que piensan de otra manera es, tal vez, por una inclinación a prestar demasiado crédito a los resúmenes históricos de nuestra posguerra civil. Por otra parte, el pulular de los idiomas regionales en toda Europa es siempre una reminiscencia de la más clásica estirpe tradicionalista, que intenta revigorizar las viejas costumbres del ancien regime.
Dicho esto, por supuesto creemos que los catalanes tienen no sólo el derecho, sino el deber de fortalecer su idioma, pero ello nunca puede ser, muy a pesar de. EL PAIS, a expensas de la libertad de los que hablan y escriben en castellano, hoy por hoy el único idioma oficial en la totalidad del territorio del Estado.
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