Una democracia indefensa
Es deplorable -es una enorme decepción democrática para una inmensa mayoría de españoles- que los partidos políticos con representación parlamentaria, los más importantes al menos, parezcan decididos a vivir en una galaxia distinta de la que habitan sus votantes. Los votantes están en las calles, en las fábricas, en las oficinas, en sus viviendas, asistiendo acongojados al máximo deterioro del orden público y de la seguridad ciudadana, y asistiendo impotentes a la crisis económica mayor y más inmediata, de la que tienen memoria. Y, mientras tanto, sus representantes parlamentarios, en vez de resolverles el paro, se dedican a resolverles temas secundarios, y en vez de aprobar urgentemente, con toda la urgencia que la evidente gravedad de los acontecimientos reclama, una legislación antiterrorista, incluso con apéndices de especialidad, en verdad rigurosa, eficaz y contundente, aprueban una modificación de artículos del Código Penal que jamás perturbará la vida delincuente de un terrorista, pero que sí puede fastidiar la vida normal de un periódico. ¿Cómo ponderar, en su alabanza, esta fantasía?No es admisible -jamás desde estas columnas lo admitiremos- que pueda el terrorismo, aun contados a su favor los apoyos internacionales, arruinar una democracia, asolar una nación, hundir un país o llegar a dejarlo inerme, entregado, sin voluntad ni médula, en manos de la revolución. (...)
, 8 de mayo
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