En un jardín cerrado
Vestida de rojo y negro, con los cabellos sueltos, entrechocando los labios con una mezcla de nerviosismo y decisión, entreabre María del Mar Bonet las puertas de su jardín cerrado con un tema dedicado a los Setze Jutges, Estrofa al vent: «En el viento yo escribo aquesta estrofa alada, / que al cielo el mismo viento ha de llevar. / Bien quisiera seguirla con mi ardiente mirada, / mas pesaroso quedo al no poderla acompañar». La voz de la sirena jardinera crea al instante un rumor de claridad secreta. Lautaro Rosas y Javier Mas acompañan tan límpido rumor.Pero antes nos ha invitado a una pequeña fiesta concebida por el poeta chino Li Po, se ha sumergido en la desolación, ha recordado Nosaltres, les dones, la alergia ante los higos alicantinos, jotas menorquinas, el cielo crepuscular de María Antònia Salvà, el árbol acariciado por Miquel Costa (El Pi de Formentor), la cabaña de la dueña y otros paisajes apalabrados. En algún privilegiado instante, La Balanguera: «La Balanguera hila que hila, / la Balanguera hilará». Invitado a ello, el público corea el estribillo. La cantante hila el resumen: «No muy fuerte, pero bien».
María del Mar Bonet recorre un frondoso jardín. Y halla siempre recodos apropiados para entonar versos de Estellés, poemas propios o romances. El recorrido es irreprochable.
En esa perfección inusual es donde puede brotar el riesgo de empalago, la carencia de accidentes emotivos, la falta de ironía. Pero la cantante busca, abiertamente, otra vía. Y en ella es dueña y señora, al igual que de la cabaña y el jardín.
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