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Reportaje:

Marinaleda vivió su décimo día de huelga de hambre en la festividad del Primero de mayo

Marinaleda vivió ayer un Primero de Mayo muy diferente al de la mayoría de las poblaciones españolas. Los vecinos de este pueblecito sevillano, que ayer cumplían su décimo día de ayuno colectivo en reivindicación de soluciones al problema del paro jornalero, recibieron la visita del secretario general del PSOE de Andalucía, José Rodríguez de la Borbolla, que acudió, -respondiendo a una invitación del alcalde- para informar de los resultados alcanzados en la reunión mantenida el jueves pasado por Rafael Escuredo con el presidente del Gobierno.En este Primero de Mayo, Marinaleda se reunió en una sala que habitualmente utilizan para las asambleas -en la que, sobre colchones extendidos, permanecen los vecinos más afectados por el largo ayuno de protesta- para escuchar atentamente las explicaciones del líder socialista y plantearle numerosas preguntas.

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Rodríguez de la Borbolla, que aprovechó para destacar la importancia de la fecha del Primero de Mayo,señaló que, aunque no había acudido a Marinaleda a decir lo que los vecinos deben hacer, su opinión era que los problemas habían de solucionarse en forma distinta, con la colaboración y la coordinación de todas las fuerzas de Andalucía.

Respecto a los ofrecimientos hechos por el Gobierno, explicó el compromiso de los cuatro jornales garantizados a la sernana, durante lo que queda de año, lo que supondría en la práctica doblar los fondos destinados al empleo comunitario. Recordó que los socialistas ya habían presentado una proposición de ley que recogía estas cuestiones y que había de ser tratada el próximo día 12 por el Congreso y puntualizó que quedaba una importante labor a realizar para conseguir que el compromiso del Gobierno fuera aprobado en el Parlarnento.

La resolución del problema agrario andaluz, según manifestó después el mismo Rodríguez de la BorboIla a EL PAIS, requiere inversiones «más bajas que las que se están haciendo en Hunosa, por poner un ejemplo». Y requiere de actuaciones a corto, medio y largo plazo basadas fundamentalmente en el mantenimiento del empleo comunitario, la creación de nuevos puestos de trabajo y en un modelo de seguro de desempleo agrario.

Mientras tanto, la huelga de hambre continuó igual que en días anteriores, y las mujeres que el viernes hubieron de ser atendidas víctimas de desmayos y temblores, evolucionaban favorablemente.

El médico del pueblo, Jaber Ahmad, al que todos llaman Javier, permanece junto a los huelguistas vigilando su estado físico y el desarrollo de la huelga. Los síntomas hasta ahora aparecidos son, a juicio del citado médico, el resultado normal del prolongado ayuno que viene protagonizando Marinaleda.

El doctor Ahmad preparó minuciosamente el plan de asistencia médica de las acciones de protesta y las actuaciones a seguir en los casos en los que comenzaron a aparecer los primeros síntomas de desfallecimiento.

Para el alcalde de Marinaleda está muy claro que «hay que continuar con la huelga mientras no se atiendan las reivindicaciones mínimas planteadas. Queremos saber», dijo, «cuáles son los días que vamos a tener de empleo comunitario. Porque, aunque el empleo comunitario sea una limosna, la necesitamos mientras se toman medidas estructurales para acabar con esta situación».

Los vecinos de Marinaleda ya no quieren más promesas -«Nos hicieron demasiadas el pasado verano»-, sino soluciones concretas, ni creen en las palabras que salen de los despachos.

«El poder», dice Gordillo, «está lejos del sufrimiento del pueblo. Hay que venir aquí y ver si hay huelga y contemplar nuestra situación para entender que las soluciones son ya absolutamente necesarias».

Marinaleda, pueblo que toma sus decisiones siempre en asamblea, se pregunta «cómo se puede ser tan pobre con una tierra tan rica». Es un pueblo rodeado de grandes latifundios creado, como otros de la zona, «como bolsa de trabajo», donde recurrir en las épocas de cosecha, cuando la mano de obra costaba «un gazpacho de sol a sol». Ahora, con la mecanización del campo andaluz, con el cultivo de productos que cada vez requieren menos mano de obra, ha pasado a ser una «bolsa de paro».

Los jornaleros de la zona no quieren un empleo comunitario que es hambre para hoy y desesperación para mañana. Cerca de Marinaleda, a la salida de Ecija, unos hombres desbrozan las cunetas. Es el empleo comunitario. Unos kilómetros más arriba, una máquina de Obras Públicas hace la misma labor con mejores resultados.

Es el trabajo inútil y desalentador que no quieren hacer los jornaleros andaluces para cobrar, como en el caso de Ecija, 1.030 pesetas diarias durante cuatro días al mes. Poco más de 4.000 pesetas mensuales, de las que hay que descontar unas 2.000 pesetas para «el sello de la cartilla de la Seguridad Social agraria».

«Un día va a arder Andalucía entera», decía alguien contemplando desalentado el barro y los hierbajos amontonados en las cunetas. Un día arderá Andalucía si no se pone remedio a la situación y si no se busca una política distinta al parcheo de los millones del empleo comunitario.

El hambre es un hombre de carne y hueso

El hambre por Andalucía no es «un fantasma que recorrer los pueblos», dice Gordillo. «El hambre es un hombre de carne y hueso que tiene que mantener a sus hijos».Y mientras el alcalde decía esto, la radio difundía entre los vecinos las palabras de las autoridades civiles reunidas en Sevilla que cuestionaban la veracidad del hambre, la veracidad de la huelga. Sánchez Gordillo sonrió con desfallecimiento -«No merece la pena ni contestar»-, acallando los murmullos de protesta de los familiares y amigos que le rodean.

Dicen las autoridades que las informaciones oficiales -señalan que no ha descendido el consumo de artículos de primera necesidad, pero los comerciantes de Marinaleda enseñan con tristeza la fruta podrida y aseguran -«Que vengan aquí y lo vean»- que no venden ni la mitad, que sólo se vende para niños y viejos, que el paro y el hambre les está llevando a la ruina y que el fiao ya ni siquiera tiene sentido porque ellos tampoco pueden hacer más.

Ayer, uno de los comerciantes llevaba a los locales donde se encuentran reunidos los vecinos unos kilos de azúcar «para que vayan resistiendo» y se marchaba con los ojos empañados -«Es que yo soy muy sentido y no puedo ver estas cosas. Esas mujeres. Y esa muchacha, ahí tirada en el colchón»-. El picón, con el que se calientan, también se lo han regalado.

«Porque lo importante», dice José Manuel Sánchez Gordillo., «no es la huelga de hambre, es el sentimiento de solidaridad y de ayuda que se crea. El hecho de demostrar que los trabajadores andaluces, a los que nos han llamado inútiles e incapaces, hemos demostrado que sabemos gobernarnos con generosidad».

Y gobernar con generosidad es lo que, asegura, evitará a los Gobiernos caer en la dictadura. «Este es el ejemplo que queremos dar a los que mandan y que no han venido por aquí». No han venido, como el presidente de la Junta de Andalucía, que propone cuatro días de empleo comunitario a la semana. Pero es trabajo lo que quieren los vecinos de Marinaleda. Trabajo para hacer viviendas que faltan en el pueblo. «Nosotros ofrecemos», afirma el alcalde, «al ministro de Trabajo que si nos manda los materiales hacemos las casas sin cobrar».

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