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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Gadafi Moscú

EL ÉNFASIS que ha dado Moscú a la recepción del coronel Gadafi y el tono del discurso de Breznev señalan, sobre todo, la posición soviética en dos campos concretos y uno general. Por una parte está el reforzamiento de su apoyo al grupo de países que forman el Frente de Rechazo en el tema del oriente árabe: es decir, la pretensión de la hostilidad incesante a Israel, del reasentamiento palestino en sus puntos de origen, y la negación a los arreglos de Camp David y al reforzamiento occidentalista de otros países árabes de la zona -Egipto y Arabia Saudí, que recibe ahora armas importantes de Estados Unidos- Por otra parte, la presencia indirecta -a través de Libia- en el creciente conflicto entre Argelia y Marruecos; vieja hostilidad -los dos países tuvieron un esbozo de guerra en 1963- fronteriza y de régimen, agravada cada vez más con la cuestión de la República Saharaui; un campo de combate en el que Gadafi, expansivo incansable, acaba de intervenir con la oferta de fusión de Libia y Mauritania -amenazada, a su vez, por Marruecos-; Mauritania se ha apresurado a rechazar esta ayuda envenenada, como Argelia -una nación en delicado cambio, que busca un nuevo equilibrio- tampoco tiene demasiado interés en un apoyo de la Libia de Gadafi.El tema general planteado por la URSS con el pretexto de esta visita es el de «los jóvenes Estados de Africa, Asia y América Latina», según la frase con que Breznev evitó en su discurso las fórmulas habituales de «Tercer Mundo» o «no alineados», como en los otros dos temas más concretos, forma parte de una respuesta de oposición a Estados Unidos. Moscú rechaza la doctrina americana de obligar a estos países a cumplir un «código de reglas de conducta», unas normas de comportamiento, si quieren recibir ayuda. Lo define como neocolonialismo: la negación de ayuda -y la ayuda a las fuerzas opuestas a los nuevos regímenes- aparece en el discurso como «bandidaje imperialista», como «política de sobornos y sabotaje, intervenciones y sangrientas guerras contra el pueblo». Como se sabe, la doctrina de Reagan es que el desafío global del Tercer Mundo y los intentos nacionalistas son, sobre todo, fruto de una acción de la URSS, o por lo menos, que no podrían existir si no existiese la Unión Soviética. La respuesta de Breznev parece indicar que no va a cambiar de actitud y que su política tercermundista sigue siendo una clave de su esquema de acción internacional.

En cuanto a Gadafi, sigue siendo el mismo personaje dudoso e inquietante de siempre. Moscú, sin duda, no se hace demasiadas ilusiones en cuanto al valor de su alianza, ni Gadafi, a su vez, debe tener demasiada fe en la URSS. Coinciden en un camino, tratan de utilizarse mutuamente, y eso es todo; aunque puede ser mucho en ciertas circunstancias.

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