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El Estado Mayor de la Armada exige máxima prioridad al mantenimiento de la moral militar

El almirante-jefe del Estado Mayor de la Armada, Luis Arévalo Pelluz, se dirigió recientemente, mediante una circular distribuida a través de los habituales canales internos, a todos los almirantes, jefes, oficiales y suboficiales de Marina para exigir máxima prioridad de actuación en el mantenimiento y elevación de la moral militar. La circular, redactada un mes después del fallido golpe de Estado, pide, entre otros aspectos, lealtad al Rey y a las instituciones, y la práctica, hasta sus últimas consecuencias, de las virtudes castrenses recogidas en las Reales Ordenanzas.

La nota interna del almirante-jefe del Estado Mayor de la Armada, a cuyo contenido tuvo acceso EL PAIS, recuerda, en su primer apartado, que «el artículo 8º de la Constitución establece las misiones que tienen que cumplir las Fuerzas Armadas del ordenamiento vigente», y señala a continuación que éstas, «para ser capaces de cumplir con plena eficacia las misiones asignadas, tienen que mantener, no sólo la más completa preparación técnica y profesional, sino que además, y principalmente, deben exaltar y practicar hasta sus últimas consecuencia s las tradicionales y permanentes virtudes castrenses recogidas en las Reales Ordenanzas».En un apartado posterior, el máximo responsable del mando naval militar recoge un total de diez obligaciones ante lo que considera «las difíciles circunstancias actuales en España». Estas son: el amor a la patria, una e indivisible; el honor inspirado en una recta conciencia, que lleva al más exacto cumplimiento del deber, y a elegir, en los casos dudosos, la decisión más digna, y la obediencia, partiendo del principio de que ésta sólo alcanza toda su grandeza castrense cuando obliga a acatar órdenes que están en contraposición con el criterio personal.

También se citan la lealtad al Rey y a las instituciones, lealtad practicada de arriba abajo, de abajo arriba y horizontalmente, y que obliga a exponer las opiniones adversas y las quejas sólo ante quien puede remediar el mal o el error; la discreción, que obliga no sólo a mantener el secreto, sino también a evitar la difusión de informaciones infundadas y comentarios improcedentes que puedan dar pábaulo al rumor; la disciplina, basada en una adhesión racional al cumplimiento de los reglamentos militares, y el ejemplo, que debe presidir la actuación del mando militar y de toda la institución.

Las tres últimas obligaciones que cita la circular son la abnegación y la austeridad, para afrontar la dureza de la vida militar; el compañerismo, pilar auténtico de la unidad de las Fuerzas Armadas, y la intolerancia ante las murmuraciones sobre los superiores, sobre las órdenes del mando u otras especies que, con grave daño del servicio, indispongan los ánimos sin proporcionar ventaja alguna. «Criticar las decisiones de los que tienen la obligación de ejercer la función de criterio», dice el escrito, «además de fácil, es una frivolidad o una osadía irresponsable e inadmisible».

La circular termina solicitando que «se dé ahora más que nunca la máxima prioridad de actuación» al mantenimiento y elevación de la moral militar de la Armada, «practicando y exigiendo todas las virtudes militares, sin tolerar el menor detalle que pueda debilitarla».

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