Los esquemas de Líbano
EL ESQUEMA más simple de la situación en Líbano es que la presencia en grandes cantidades de refugiados palestinos (unos 500.000, según cifras de Israel), arinados y activos, mantiene una actividad continua desde ese país contra el Estado de Israel. Sobre este esquema inmediato está el de la guerra civil: las comunidades cristianas maronitas -minoría- se enfrentan con los musulmanes, en una relación derecha-izquierda. Los maronitas han formado siempre la clase dirigente, una derecha qué se ha radicalizado en una especie de fascismo, las Falanges Cristianas, fundadas por Pierre Gemayel y dirigidas hoy por su hijo. Los musulmanes son un proletariado que forma una izquierda en la que hay un fuerte componente comunista, pero modificado por el islamismo. Los cristianos han sido ayudados de una u otra forma por las tropas israelíes.A raíz del estallido de la guerra civil, Siria entró en Líbano como mediadora y apaciguadora; su Ejército se ha quedado y forma parte del sector musulmán. Al tíempo, Israel ayuda abiertamente -y participa en las operaciones bélicas- a los cristianos. Hay, por tanto, siempre dentro de este esquema, una cierta guerra entre Israel y Siria, que podría convertirse en guerra abierta si la situación se prolongara.
Y sobre todo ello el eterno enfrentamiento entre Estados Unidos y la Unión Soviética. La nueva política de Estados Unidos, manifiesta después del viaje de Haig por Oriente Próximo, es la de que Israel tiene derecho a entrar en esa guerra. Los presidentes anteriores, en cambio, trataron de preservar a Líbano porque consideraban que era una forma de evitar la guerra generalizada en el oriente árabe, y que resultaba preferible que estuvieran allí los palestinos. Al mismo tiempo, Estados Unidos pretende, ahora, la salida de Siria del territorio libanés, como base para una concordia, y su sustitución por una fuerza pacificadora -cascos azules- de la ONU. La URSS veta esa salida porque cree que si Siria se retira se hundirá la izquierda musulmana, los palestinos serán exterminados o ahuyentados y, por tanto, Israel habrá ganado una batalla importante.
Líbano, que fue en el pasado un oasis de convivencia y un paraíso para el turismo caro y los hombres de negocios, que se aprovechaban de- ciertas ventajas fiscales, que produjo una cultura propia, como consecuencia de un encuentro fecundo de moderaciones y tolerancias, está hoy prácticamente destrozado. Beirut está partido en dos -cómo Berlín- y las matanzas no cesan; apenas conocen breves treguas. Probablemente jamás será lo que fue; y lo que podía suponer de ejemplo se ha perdido para siempre. Pero no es eso lo que importa hoy al mundo: la inquietud máxima está en que la situación de guerra civil, multiplicada por guerra internacional, pueda arrastrar a una situación bélica a todos los países de la zona y convertirse en un enfrentamiento más directo aún entre Estados Unidos y la URSS. La esperanza no está más que en la consecución de un alto el fuego y la apertura de una tregua más. Pero el gran tema seguirá latente.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.