"Cervantes", un telefilme español para la primera cadena
Producida íntegramente por Televisión Española, costó 140 millones de pesetas
La serie Cervantes, producida íntegramente por Televisión Española, es el único telefilme nacional con que cuenta el nuevo esquema de programas que se inicia mañana, exceptuadas las producciones documentales Tauromaquia y los episodios de El hombre y la Tierra, que el malogrado Félix Rodríguez de la Fuente no llegó a ver terminados.
El telefilme Cervantes es una superproducción al estilo de los géneros históricos y biográficos de las televisiones europeas: alrededor de 140 millones de pesetas de presupuesto para nueve episodios de 55 minutos de duración cada uno; diecinueve intérpretes principales, casi doscientos actores y más de 3.000 figurantes o extras; 110 escenarios localizados en distintos lugares de España. Fueron necesarios tres años de trabajo: casi dos años para escribir el guión, obra de Daniel Sueiro, Isaac Montero, Manuel Matjí y Eugenio Martín, quien también fue el director elegido en principio para llevar a término la realización, con la supervisión de Camilo José Cela; ocho meses de preparación y búsqueda de escenarios, ocho meses de rodaje (que concluyó a principios del verano pasado) y otros tantos para el montaje y sonorización. Durante el rodaje falleció el actor Pepe Calvo antes de que pudiera terminar su interpretación del adversario de Cervantes, don Francisco de Palacios.La producción exigió, según cuenta Alfonso Ungría. director de Cervantes, un considerable esfuerzo del departamento de maqillaje: la acción del telefilme transcurre a lo largo de 47 años, y quince de los personajes aparecen al menos dos veces a lo largo del mismo. «Julián Mateos, que interpreta a Cervantes», afirma Ungría, «tuvo que someterse casi todos los días de su rodaje a una media de tres horas de maquillaje para ir creando cada una de las épocas por las que pasa el escritor. Pero no sólo Julián Mateos sino que también Manolo Zarzo (que interpreta el capitán Centellas) pasa, en la serie, de los veintiocho años a los setenta, Enrique Arredondo (Vicente Espinel) pasa de los 33 a los 66 años, Julieta Serrano (que interpreta a Andrea, hermana de Cervantes) va de los 25 años a los 60; Mario Gas (Heredia), de los 30 a los 75 años y así hasta un total de quince personajes». Junto a ellos, en los papeles principales, José María Muñoz, actor procedente del TEI, que interpreta al licenciado; Ana Marzoa, a Catalina, la mujer de Cervantes; Calos Lucena, al fraile inquisidor; Francisco Rabal, al escritor Mateo Alemán. Intervienen además, en otros papeles: Miguel Ayones (Juan de Austria), Ricardo Lucía (Lope de Vega), Paco Algora (Ginés, el compañero de Cervantes), más las tres mujeres que dan vida a las tres amantes del escritor: Marisa Paredes (Ana Franca), Isabel Mestres (Silena) y Laura Cepeda (Zoraida).
Los guionistas han tenido que someterse a una rigurosa reconstrucción histórica. La serie es fiable desde este punto de vista, según ellos, y se han resuelto incluso algunos puntos oscuros de su biografía. Respecto a los escenarios, Alfonso Ungría comenta:, «Nos enfrentábamos a los problemas habituales: lugares históricos modernizados, derruidos o transformados; dificultades por parte de los propietarios para permitir el rodaje, etcétera. De todas formas, había que localizar 110 escenarios. Algunos los encontramos en los lugares más insospechados: un palacio italiano, perfecto para nuestro patio de armas de Nápoles, lo hallamos en un pueblecito perdido de La Mancha, en El Viso del Marqués.
Otros escenarios, para la etapa de Cervantes en Italia, fueron: el castillo de la Calahorra, en la provincia de Granada, el palacio de Peñaranda de Duero, en Burgos, y la plaza de Sigüenza. Para rodar las escenas argelinas nos fuimos a Granada; las murallas de piedra roja de la Alcazaba, sus calabozos, pozos, pasadizos y caballerizas eran el lugar ideal para la reconstrucción de Argel. La etapa de los viajes andaluces se rodó en diferentes localizaciones, pero, sobre todo, en los alrededores de Sevilla: allí encontramos algunos cortijos que todavía se conservan como en el siglo XVI. Algunas calles de Toledo, Cáceres Pedraza, en Se-ovia. con pocos retoques, podrían pertenecer al siglo XVI. Lo mismo ocurría con las plazas de Baeza, en Jaén, la de Arévalo, o la de Peñaranda de Duero, en Burgos. Hubo un decorado sentimental: la casa de Cervantes en su juventud la rodamos en el mismo sitio en el que se conserva, en Alcalá de Henares. No han faltado tampoco los decorados construidos en estudio: desde los magníficos palacios del cardenal Aquaviva y la galera turca hasta otros menos espectaculares, pero importantísimos por el cuidado de la ambientación, como pueden ser las imprentas, el alborotado burdel napolitano o una impresionante casa de juego».
Después de la careta de presentación -una panorámica llena de recovecos que sigue minuciosamente el recorrido de la rúbrica de Cervantes-, éste aparece, ya anciano, en el campo, camino de Madrid: «Voy a morirme», dice, «que es lugar niás importante que Esquivias». Estamos en 1616 y Miguel de Cervantes languidece en el lecho de muerte. Un joven licenciado, admirador de su obra, inicia el trabajo de redactar un memorial, destinado al rey, para conseguir el honor postrero que alivie los últimos días del autor de Don Quijote de la Mancha. El telefilme es, a partir de entonces, un largo flash-back sobre la vida del escritor a partir de los testimonios de quienes le conocieron y tal como lo relatan al licenciado.
Alfonso Ungría ha logrado un producto digno en medio del riesgo que impone un programa como éste, si bien en algunos pasajes, a juzgar por el primer episodio -el único que fue mostrado a los periodistas-, se puede detectar un cierto folklorismo histórico, como en el patio de armas napolitano, donde suceden demasiados hechos en un solo lugar y momento. «Efectivamente, la parte italiana está un poco recargada», comenta Alfonso Ungría, «para dar el contrapunto con la Castilla de Felipe II. El color, bullicio y alegría de la Italia que vivió el joven Cervantes contrasta con la España negra».
Respecto al estilo de su puesta en escena, Alfonso Ungría explica: « Es muy variopinta; a veces es un drama, a veces una comedia y, en ocasiones, una farsa. He manejado todos los géneros con la pretensión de que no se noten los cambios. Se pretende hacer reír o llorar, según los momentos, pero todo tiene un sentido épico. Por eso se utiliza la grúa y por eso la cámara se mueve constantemente, de ahí la impresión de barroquismo, pero dentro de la sencillez castellana». Los episodios más espectaculares, en opinión de Ungría, son los dos últimos (el octavo y noveno) y la reconstrucción de su etapa argelina.
La serie no tuvo ningún problema de censura, a pesar de algunas imágenes irónicas sobre personajes eclesiásticos -como el cardenal Cervantes, que interpreta Manuel Alexandre, y que se lanza a una apresurada micción en medio de las damas de la corte del joven cardenal Aquaviva- o algunos rápidos planos de las prostitutas italianas a busto descubierto, por mencionar ejemplos del primer episodio. Imágenes nada frecuentes en las producciones propias de Televisión Española que pueden significar el progresivo alejamiento del puritanismo dominante y el abandono del chovinismo. «No hubo ningún problema de censura», añade Ungría, «aunque quizá algunas cositas puedan hacer daño a cierto tipo de gente. Creo que ni en la televisión ni en el cine español se ha dado hasta ahora un tratamiento de la Inquisición y de la Iglesia de la época que respondiese a la realidad».
«Yo estoy bastante satisfecho del resultado», concluye el director. «Mi objetivo ha sido abrir camino a un tipo de producciones que pueda competir dignamente con la de otros países y hacer posible que se incremente este tipo de producciones».
Julián Mateos se da por satisfecho con este otro deseo: «Suscitar en el telespectador curiosidad por la vida y obra de Cervantes. Ojalá sirva la serie para que la gente vaya más a las librerías».
Sinopsis oficial de la serie
Corre el año 1616. En una antiaua casa de Madrid, Miguel de Cervantes languidece, enfermo, al cuidado de.su sobrina Constanza. Un joven licenciado, admirador de su obra, emprende la tarea de elaborar un memorial destinado al rey, en el que se narren los hechos y los méritos de la vida de Cervantes, a fin de conseguir algún honor que aliente los últimos días del escritor. Amigos y enemigos de Miguel, cada uno con su bagaje de recuerdes, describen las páginas de la aventurera vida del autor de Don Quijote en el marco de la España del siglo XVI. agitada por gentes de todos los rincones de la Tierra, alborotada por la mística y la magia, mezquina y oscura y, a la vez, gloriosa.Tras su huida de España a causa de un duelo prohibido por la ley, Miguel de Cervantes llega a Italia donde conoce la alegre vida cortesana romana. Se alista en los Tercios: vida soldadesca, amores y parrandas en las vísperas de la batalla de Lepanto. Y la primera amargura, la pérdida del uso de su mano en el combate naval contra los turcos. Cervantes decide entonces regresar a España. A tal fin se embarca en la galera Sol, que es atacada por los piratas argelinos. Cinco años pasa el futuro escritor en su cautiverio de Argel, entre proyectos de fuga y tradiciones, fieles amistades y lances amargos. Al ser liberado llega el momento de poner en práctica sus viejos proyectos. Sus obras de teatro entran con fuerza en los corrales de comedias. Conoce a Ana Franca, con la que tendrá su única hija, y se casa con una mocita de Esquivias: Catalina de Salazar y Palacios.
Pero no le es fácil vivir de las letras ni enfrentarse en un pueblo al fanatismo y la mezquindad de las gentes de la época. Su espíritu intranquilo le conduce ahora a través de la geografía española como recaudador de impuestos, oficio que le lleva a dar con sus huesos en la cárcel en más de una ocasión. En la de Sevilla se encuentra con otro preso ilustre, Mateo Alemán, y con toda suerte de pícaros, tahúres y facinerosos, mientras que, día a día, va escribiendo las páginas de su Quijote.
Mientras tanto, el Santo Oficio ha seguido con atención las idas y venidas del licenciado y, tras algunas pesquisas y no menos traiciones, un inquisidor manda llamar al amigo de Cervantes y le recomienda vivamente que no siga adelante con el memorial.
Reencontramos a Miguel en su nuevo hogar de Valladolid. Ya es el autor de Don Quijote, si bien ésto le trae más penas que glorias: Lópe de Vega se ensaña con él. Luis de Góngora es uno de sus fieles. Los cortesanos y el pueblo se enfrentan en sus opiniones.
El tiempo apremia; Cervantes está enfermo y el memorial detenido; el joven licenciado da el paso definitivo: acude a Toledo a visitar al cardenal primado de las Españas. Pero su vuelta ilusionada ocurre demasiado tarde: Cervantes ha muerto. Sólo queda una lápida en las trinitarias.
El Santo Oficio convoca un proceso inquisitorial. Todos los amigos y compañeros de Miguel, los artífices con sus recuerdos del memorial, están allí como testigos. Las obras del escritor no se consideran ni edificantes ni ejemplares. El licenciado es condenado por desobediencia y unos pesados mazos caen sobre la lápida de Miguel de Cervantes.
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